Capítulo 10

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Pasaron algunos meses, seguíamos buscando el camino de regreso al triángulo; a pesar de eso sabía que estaba bien, pues todo lo que sucede allá lo puedo sentir yo... estamos conectados de cierto modo. Llegamos a un pequeño mundo dirigido por un reino, eso me hizo recordar mi niñez en el castillo, me invadió una gran ola de nostalgia ya que desde entonces, no había pisado algún otro reino. Nos adentramos e inmediatamente la gente volteaba a vernos, forasteros estrafalarios que sólo vamos de paso. Vesemir permanecía con su plumaje y los cuernos.
Caminábamos por el mercado, y compramos algunas frutas y pan, los niños pasaban corriendo disfrutaban del día de la estrella reluciente, el clima agradable como para incluso, ir a nadar. Y fue lo hice, convencí a Vesemir de ir al río a nadar; nos llevamos las compras que hicimos y tomados del brazo, nos dirigimos al río.
-Es agradable este lugar- dijo antes de morder la manzana. Él estaba sentado observando como cambiaba de atuendo para entrar al agua. Un traje de baño blanco fue suficiente.
-Querida, crees que sí alguien te ve con poca ropa en este lugar, no llamarías la atención?- volvió a decir. Saqué mi cabeza del agua y nadé hasta la orilla.
-No hay nadie por aquí, estamos muy lejos del pueblo. Y me gusta este traje de baño, en nuestra estancia en la tierra lo miré en una tienda-
-A mi también me gusta, pero no me gustaría que algún pervertido que ande por aquí llegue a verte así, cuando en este lugar las mujeres usan vestidos largos como del siglo XV-
-Ven y nada conmigo- dije sonriendo. Él terminó su manzana para después ponerse de pie, se quitó los zapatos y los guantes, el saco y la corbata, entonces comenzó a caminar hasta la orilla.
-El agua está fría?-
Yo reí, sólo deseaba que entrara a nadar conmigo, pero él no muy bien quería hacerlo, así que cambié mi traje de baño por un bikini y me quité el sostén.
-Atlas- dijo sorprendido e inmediatamente entró al agua. Yo me alejaba y él me seguía hasta que me tomó entre sus brazos. Quitó sus plumas y cuernos para poder besarme apasionadamente.
-Aquí y ahora?- dije entre el beso.
-Tú comenzaste- respondió sonriendo. Besaba por mi cuello y yo daba pequeños besos en su oído.
-Nos va a llevar la corriente- dijo y reí. De pronto escuchamos cómo se acercaba algo, era el sonido de caballos cabalgar, tan pronto salimos del agua y cambié de atuendo por un vestido y él secó su ropa y se puso lo que había dejado en la orilla. Eran unos guardias reales que habían llegado hasta nosotros.
-Forasteros, el rey desea verlos- dijo el mensajero. Vesemir se mantenía igual a un hombre, nos llevaron hasta el castillo que al entrar era muy bello, nos dirigimos hasta el gran salón donde en los tronos, estaba el rey y su reina, y del lado izquierdo de él, su joven hija.
-Antes ustedes, el rey Emil y su esposa, la reina Anna, junto a su hija, la princesa Alicia- dijo el presentador, ambos hicimos reverencia.
-Quienes son ustedes, forasteros?- preguntó el rey.
-Mi nombre es Vesemir de Casiopea, su majestad-
-Y yo soy Atlas, princesa de Ara-
-¡Una princesa! Que maravillosa sorpresa. De donde vienen? Entiendo que él es echicero-
-Venimos de mundos muy lejanos, su majestad. Sólo estamos de paso sin causar daño a nadie- contestó Vesemir.
-Bien, entonces permítame ofrecerles aposentos para su estancia de una noche en nuestro mundo-
-Sería un gran honor, su alteza-
Las musas llevaron a Vesemir a una alcoba y a mi a otra.
-Ésta será su alcoba, majestad...-
-Majestad, hacía muchos años que nadie se dirigía a mi de tal manera-
-Si no es mucha indiscreción, puedo saber por qué vaga entre mundos y no está en su reino?-
-Bueno, mi reino fue consumido entre llamas y dolor, un extraño enemigo acecho todo lo que alguna vez fue mi hogar- dije sin dejar de ver un florero muy peculiar que había sobre la mesa.
-Lamento escucharlo, su majestad, pero sí de algo le sirve, sólo usted tiene el poder de asimilar lo que pasó, lo que dolió y no permitirle a esos recuerdos apoderarse de su futuro. Mientras que el presente es la oportunidad de empezar un futuro sin miedo, sin dolor, porque ya no es igual que aquel día, hoy es usted fuerte, y hoy quiere ser feliz- dijo, sonreí con sutileza y tomé sus manos.
-Muchas gracias, eres alguien especial. Y por eso, te concederé un don- dije sosteniendo fuerte sus manos y comenzó a reflejarse una ligera luz de ellas.
-Que la abundancia y la buena fortuna estén siempre contigo, la belleza y la inteligencia siempre estén presentes y todo se vuelva parte de tú esencia- dije. Ella sonrió y después el brillo se desvaneció.
-Es usted muy amable, gracias-
Utilicé mi poder para bendecirla en su vida. Quería dar un paseo por el castillo y ver qué sorpresas aguarda, al salir de la alcoba, miré a Vesemir merodeando por los pasillos, y cuando me iba a acercar a él, alguien más lo hizo... la joven princesa.
Ella parecía de unos 18 años de edad, no muy diferente a mi. Un largo cabello castaño y ojos realmente azules, cómo dos zafiros. Es muy bella...
Vesemir se alejó de ella y caminó hacia otro rumbo, entonces yo comencé a sentir algo de... inseguridad.
-Es extraño que una princesa viaje tanto con un hechicero- dijo la joven.
-Bueno, más que una princesa y un hechicero, somos pareja-
-De verdad?- dijo entre risas burlonas mientras se alejaba. No hacía falta una etiqueta en nosotros para definir nuestra relación. La princesa insistía en Vesemir, y sí hay algo que conozco bien de él, es que no tolera que le estén insistiendo demasiado, pero esta vez no era eso lo que parecía... y eso me hizo sentir más insegura. Los pensamientos de querer hacer sentir mal a alguien hacen crecer nuestro ego, dándonos satisfacción de ver a aquella persona esforzarse por tratar de alcanzarnos y estar a nuestra altura. Pensar demasiado en eso me hizo no darme cuenta de que iba cayendo el día y creciendo las sombras. Limpio de nubes y atravesado por una estrella solitaria, un cielo de color rosa y cobre resplandecía del otro lado de las ventanas de la alcoba. Me miraba al espejo y en ese momento, por primera vez me odie a mi misma. Odiaba mi cabello insípido, mis ojos cuan reflejos de cristal eran, lo que fue de nacimiento y obra del poder, lo odiaba. Así que cambié el color de mi cabello por un color castaño, y mis ojos por color verde. Me sentía mal conmigo misma, sabía que aquella chica que reflejaba el espejo, no era yo.

Bajarás a cenar?- dijo Vesemir entrando de repente a la alcoba, al verlo inmediatamente me giré, escondiéndome y él se sorprendió. Caminó hasta mi con su rostro lleno de asombro, pues no creía que yo haya hecho tal cosa.
Qué has hecho? Por qué cambiaste tu cabello?- volvió a decir tocándolo. Parecía estar molesto, pero sobre todo, decepcionado.
-No puedo mentirte, así que te diré la verdad. Al ver aquella princesa acercándose a ti, me hizo sentir un poco insegura de mi misma, me hizo sentir celosa. Sólo mírala, ella tiene un reino, es más bonita, y no tiene un cabello blanco insípido cómo el mío-
-Por qué piensas eso?... Todo de ti es lo que te hace especial y diferente de las demás. Eres única,  Atlas. Chicas cómo ella hay muchas. Por qué querría estar con alguien cómo ella, cuando estoy contigo? Sí quieres cambiar algo en ti sólo por querer ser semejante a las demás, entonces estás cometiendo un error- dijo mientras me abrazaba.
-Y encima de eso, me gusta más tu cabello blanco, eso es lo que más te diferencía del resto. No trates de ser igual a las demás, yo me fije en ti, no en ellas... te amo sólo a ti-
Acarició mi mejilla para después besarme. Inmediatamente cambié mi cabello al color natural y mis ojos. Cuando nos culpamos sentimos que nadie más tiene derecho a hacerlo. Es la confesión, no el sacerdote lo que nos da la absolución.
-Aprovecho este momento para darte un obsequio- dijo buscando en una bolsa que llevaba consigo. De ella sacó una tiara muy hermosa, mis ojos brillaron de asombro al ver tan bello objeto. Él cuidadosamente la colocó sobre mi cabeza.
-Una princesa debe utilizar una tiara, su majestad. Atlas, princesa de Ara-
No dejaba de sonreír, hacía mucho que no utilizaba una tiara, y me hacía más feliz saber que él se tomó el tiempo para darme un obsequio.
-Te amo- dije lazandome sobre él.
-Eres digna de usarla, pero no es una tiara como cualquier otra, es especial cómo tú- dijo tomándome entre sus brazos.
-Qué es lo que la hace tan especial como dices?-
-Verás, me tomó algo de tiempo hacerla, y es que está hecha de estrellas-
-Es el mejor obsequio, gracias- susurré y di un pequeño beso en su mejilla. Me tomó de la mano y bajamos al gran comedor junto a los reyes para cenar.

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