Capítulo 13

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Era momento de poner fin a todo esto, Zora debía de ser eliminada. Las nubes oscuras se precipitan ensombreciendo las montañas, como un tañido funerario entró hasta el bosque un olor de muerte. Las aguas se mancharon de lodo y de veneno, y las aves se ausentaron, porqué sin darnos cuenta pisábamos el terreno prohibido, donde sólo nos esperaba la desgracia, atrapados en ese lugar al que una vez le llamé hogar, previos de la libertad a un sueño distante.
-¡Atlas!- gritó Vesemir luego de ver cómo Zora me lanzó lejos.
-Dame todo tú poder- dijo ella cayendo sobre mi.
-Alejate...- dije y la lancé. Sacaba lo mejor de mi, trataba de defenderme con lo mejor que podía, y Vesemir hacía lo mismo, pero ella pareciera que no sufriera daño alguno, y eso me comenzaba a irritar. Mi fuerza era superior, igual al de ella, y es que aunque cueste creerlo, Zora tiene al menos un poco del poder del triángulo, ya que su ritual de iniciación se quedó a la mitad.
-Qué es lo que tanto... te ha hecho sufrir?- dije alejandola de mi, y toqué su cabeza para ver sus recuerdos. Pude ver algunos de sus recuerdos rápidamente, y entonces comprendí. Ella al ver tal cosa, se molestó más. Vesemir le lanzó una cadena de luz sobre ella y la estiró haciéndola caer.
-Estás bien?- preguntó corriendo hacía mi. Al ponerme de pie, sentí un dolor en mi pecho, pues Zora me había lanzado una flecha. Vesemir me tomó entre sus brazos para evitar volver a caer, pero me sentía aturdida.
-Atlas, responde- decía él tratando de reanimarme, y yo sólo acaricié su mejilla.
-... Me hubiese encantado ser tu esposa- dije sonriendo.
Él gritó, pero había algo más. El bosque comenzó a llenarse de llamas, se escuchaban fuertes estruendos desde las nubes y a verse relámpagos. Las sombras se dirigieron a Vesemir cubriéndolo en su totalidad, y poco a poco él se iba convirtiendo en una criatura irreconocible. Era enorme, lleno de plumas, sus cuernos habían crecido más, colmillos grandes... él se convirtió en el demonio que yacía dentro, y dio un rugido espeluznante... toda la escena era idéntica a la pesadilla que tuve anoche. Vesemir comenzó a atacar a Zora, era tan brutal cómo la trataba que incluso ella se asustó.

-Déjame ayudarte-
Volteé a ver y era Calixto que me socorraba. Retiró rápidamente la flecha y cerró mi herida con magia. Los demás habían llegado también e inmediatamente se fueron tras Vesemir y Zora, les lanzaban cadenas de luz y los sujetaban, pero parecía que todo se salía de control.
-Te llevaré a Casiopea- volvió a decir Calixto cargandome entre sus brazos y abrió un portal. Pude ver cómo lastimaban a Vesemir con tal de mantenerlo quieto, pero sabía que algo peor podría suceder.
-Bajame, quiero ir con él- dije con pocas fuerzas.
-Debes de mantenerte alejada-
-¡Debo ir con él, lo están lastimando!- dije tratando de bajarme pero él se resistía.
-No sabes a lo que te enfrentas, Vesemir está perdido- en cuanto dijo eso, él rugió fuerte tras ser atacado con lanzas. No podía creer lo que mis ojos miraban, lo lastimaban demasiado.
Grité de desesperación, me bajé de los brazos de Calixto y comencé a caminar. Todos mis emociones estaban reprimidas, desaté todo mi poder, entonces mi piel comenzó a brillar y mi cabello flotaba. Llegué hasta Zora y tomé su rostro.
-Estás consumiendo el poder del triángulo- susurró estando atada a cadenas. Quité su casco y puse mis manos donde le arrebataron su visión... le regresé la vista. Ella estaba asombrada, no dejaba de mirar a su alrededor.
-... Me has devuelto mis ojos- dijo sonriendo, y comenzó a llorar.
-Al ver tus recuerdos, pude comprender tu dolor. Volverás a ser quien eras y retomarás tu vida en la tierra- dije.
-Gracias- susurró con una sonrisa.
Me abrazó y poco a poco fue desapareciendo, pues la mandé devuelta a su hogar. Ella sólo deseaba volver, por esa razón iba tras de mi para quitarme todo mi poder... era para usarlo y regresar.

Caminé hasta Vesemir, el demonio no dejaba de retorcerse por las cadenas de luz, y entonces lo abracé fuertemente.
-Vesemir- susurré. El demonio dejó de moverse y las plumas poco a poco iban cayendo, sus cuernos desaparecían y cada vez su cuerpo era más notable. Retiré el demonio de la noche y lo sellé dentro de un pequeño jarrón que tenia Ferdinand en sus manos.
-Regresenlo de donde vino- dije a Phoenix entregándole el jarrón en sus manos. Vesemir cayó al suelo exhausto, ya no tenía cuernos ni plumaje... era sólo un hombre. Consumí el triángulo de génesis volviéndome el, era demasiado poder para soportar, así que lo sellé dentro de mi con un conjuro y cómo consecuencia, en mi pecho se dibujó un triángulo. Mi piel dejó de brillar y mi cabello de flotar, así que rápidamente corrí hasta Vesemir.
-Atlas, estás bien- dijo acariciando mi mejilla.
-Lo estoy, ahora todo terminó-
-Me alegro de que todo ya haya acabado- dijo y me lancé sobre él para besarlo.

-El triángulo radica en tu interior...-
-Así es- dile levantándome del suelo y dirigiendome a Phoenix.
-Ya no hay necesidad de volver a aquel lugar, ni de pasar una eternidad mirando el ancho espacio, todo ese poder está dentro de mi- volví a decir.
-Volveremos a Casiopea y buscaremos un nuevo propósito. De ahora en adelante tú serás la responsable de lo que suceda con el universo, debes de saber que se seguirá expandiendo...-
-Eso le corresponde al Cosmos, yo sólo cuidaré lo que esté dentro de mi universo-
-Bien, hasta luego, su majestad- dijo, él y los demás se dirigieron al portal que conectaba a Casiopea, pero antes de entrar voltearon a ver a Vesemir.
-No vendrás?- le preguntó Phoenix. Vesemir se levantó del suelo y apoyó sus manos sobre mi hombro.
-He decidido quedarme con Atlas, y renunciar a la Corte de Aves- respondió. Phoenix y los demás se adentraron y se cerró el portal. Él apagó las llamas en el bosque y despejó el cielo, mientras que yo recreava la vida de las plantas y árboles.

A los pocos días Vesemir y yo nos casamos, la Corte de Aves, Bunny y Volk, los reyes y otros más fueron nuestros invitados a la ceremonia ante el Cosmos. Estaba de lo más feliz, mi vestido era sencillo y tan blanco cómo las nubes, mi velo de tela bordada y usaba la tiara que Vesemir me obsequió...
-Tú pecho es propicio para perlas, pero yo no soy un buceador. Tú frente es propicia para coronas, pero yo no tengo reino ni trono. Tú corazón es propicio para un hogar, yo, un Gorrión construyo ahí con la dulzura de las ramas nuestro perenne nido. Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas, mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla. Podrá nublarse el sol eternamente; podrá secarse en un instante el mar; podrá romperse el eje del planeta cómo un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás te dejaré de amar- dijo sus votos Vesemir mientras colocaba mi anillo.
-Bendito sea el año, el punto, el día, el lugar, el mes, y la hora en el cual nuestras miradas se encadenaron. Ven, camina conmigo, sólo tú has bendecido alma inmortal. Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos, te quiero porque eres mi amor y mi cómplice. ¿Mi tierra? Mi tierra eres tú. ¿Mi gente? Mi gente eres tú. El destierro y la muerte para mi están donde no estés tú. Y mi vida, dime, ¿qué es, si no eres tú?- dije mientras colocaba su anillo en su dedo también. Una figura de luz apareció y entonces nosotros nos besamos, todos los demás aplaudían.
-Te amo- dijimos sonriendo y nos volvimos a besar.

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