Capítulo 14

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Tú maravillosa seducción recorre mis ganas de devorarte y siento cómo, con delicadeza, mi mirada se afila hasta culminar en deseo. Nos desnudamos entre caricias de entrecejo y dejamos el forcejeo para después, y en el reflejo de nuestros cuerpos derritiéndose de amor, disfruto cada segundo de ti. Me recuestas en la cama y admiras mi cuerpo, me abres las puertas al paraíso, lo humedeces, tus dedos en mi vagina haciéndome pensar que soy la responsable del calentamiento global. Fuego; nunca pensé que un incendio en mi piel sería tan húmedo…nunca pensé que tendría tantas ganas de quemarme. Te pienso..... piel con piel. Tienes sed de mi, hambre de mis pechos. Tus manos suben mientras tu boca sigue abajo, me muerdo los labios notas como te gusta y te quieres detener. Mi piel tan suave como tela satín la rozas con la yema de tus dedos, los subes a mi boca, los mojo y entran a darme placer; suave, lento y luego aumentas la velocidad. Aspiro el aroma de tu cuerpo mientras siento como tus manos me acarician. Las siento recorriéndome tibio su tacto. Se juntan nuestros labios.... me comes.... te como.... juegan nuestras lenguas.... los dos salivamos.... Buscan tus manos mis senos que se clavan en tu pecho. Tus dedos juguetones en mis pezones hacen brotar gemidos de mis labios..... Envidio las manos que acarician tu cuerpo, porque pueden subir por tus hombros y cuello con divinas caricias y enredarse en tu cabello. Porque pueden tocar los lugares más tiernos, porque pueden sentir tu firme espalda, porque pueden bajar por tu abdomen perfecto y llegar al rincón de verdad exquisito y brindarte la gloria del placer infinito. Porque sé de antemano lo excitado que estás, no puedo evitar... iEnvidiar esas manos! Escalando tu espalda con mis dedos; tú, trepando los poros de mi ser… y los de mi piel también. Tus manos tocando mis rodillas; tus labios, chocando con cada una de mis curvas. Tu lengua a oscuras en mi cuerpo, sin miedo a caer en mi ombligo, o a perderse en el fondo de mi corazón. Deshielo; tus dientes en mi cuello mordiéndome un beso; tú, haciendo tuyos mis pechos y mi pecho: agitando mi respiración. Tu aliento empañando cada kilómetro de mi cuerpo. Te conoces a la perfección mis atajos… pero siempre has sido de elegir el camino más largo. Te detienes y me besas, siento mis suspiros y la ganas de algo más, entro en mi de una vez, siento mis uñas en tu espalda, escuchas mis gemidos como susurros en tus oídos, te excito, y me deseas cada vez más. Quieres acabar, que lo hagamos juntos…. Y llegamos a la cima, descubrí un poco más el paraíso mientras llovía en el. Te tumbas y sientes como mi húmedo sexo engulle tu miembro. Me muevo con suaves movimientos mientras mis pechos reclaman tus besos. Con alevosía los comes mientras mi pelvis acelera su movimiento. Siento como se contrae mi sexo... mis gemidos van en aumento.... siento como llegas al clímax y a borbotones nos derramamos. Acallas mis gemidos juntando tus labios a los míos... Nos hundimos entre las sabanas de unos buenos besos, eres mío y yo, soy tuya. Nos desnudamos tanto hasta perder el sexo debajo de la cama, nos desnudamos tanto que las moscas juraban que habíamos muerto. Te desnudé por dentro, te desquicié tan hondo que se extravió mi orgasmo. Nos desnudamos tanto que olíamos a quemado, que cien veces la lava volvió para escondernos. Te amo Vesemir.
Esa fue nuestra noche de bodas.

La luz del día entraba por la ventana de la habitación, de la cabaña donde crecí. Al percatarme de la ausencia de Vesemir a mi lado, inmediatamente me levanté de la cama tomando mi bata de dormir para cubrir mi cuerpo desnudo, en eso, él entró a la recámara con una charola en sus manos que llevaba el desayuno.
-Buenos días-
-Buenos días- respondí y planté un pequeño beso en su mejilla.
-Traje el desayuno para su majestad- dijo colocando la charola sobre la mesa de noche.
-Sabes? Desde el momento en que te volviste mi esposo, eso te convierte en príncipe también- dije tomando la charola.
-Formo parte de la realeza... Qué haces?-
-Quiero desayunar afuera- respondí.
Llevamos el desayuno a la mesa que está en la terraza, sentados bebimos café y desayunamos. Podía verse el sol asomándose entre las montañas, se escuchaba el cantar de las aves y las flores abrían sus capullos con el más mínimo rayo de sol que las tocaba.
-Pasaremos así nuestra eternidad?- preguntó Vesemir para después dar un sorbo al café.
-Yo creo que si- respondí.
Sabía que para Vesemir esto será muy nuevo, ha pasado siglos con la Corte de Aves donde tenían ellos un propósito, ahora que ha renunciado, entiendo que se sienta desesperado en cuanto a no tener nada que hacer.
-Quieres dar un paseo?-
-Claro- respondió. Entré para vestirme, tomé una bolsa por si acaso y salí donde Vesemir me esperaba. Comenzamos a caminar por el bosque, frutas que encontrábamos como fresas o zarzamoras las echaba dentro de la bolsa para utilizarlas después. Atrasaba mis pasos y Vesemir seguía adelante, la razón por la que me quedaba atrás es que, trataba de reconocer lo de mi alrededor; habíamos caminando por largas horas y en este punto, todo me parecía familiar. En la cima de la colina, Vesemir se detuvo y regresó a mi sorprendido.
-Sucedió algo?- pregunté.
-La verdad no sé sí estás preparada para ver esto-
Me sorprendió que me dijera eso, y la curiosidad se apoderó de mi, comencé a caminar hasta colina arriba y en cuanto veo lo que Vesemir me advirtió, quedé asombrada... era el castillo que alguna vez fue mi hogar.

Caminamos por la aldea... vacía, era cómo sí fuera un pueblo fantasma. Las plantas crecieron incluso en los techos de las casas, había yerba saliendo de las calles, las puertas estaban abiertas pero no había nadie, pues en el camino, se encontraban huesos y cráneos, incluso de niños y bebés.
-Duele tanto- susurré tomando un pequeño cráneo. Nos adentramos al castillo y era aún peor. El candelabro había caído, las ventanas rotas y algunas escaleras quebradas. Habían nidos de aves y algunos animales pequeños durmiendo dentro, subimos y explorabamos las habitaciones, entonces llegué a la mía... intacta.
Estaban mis muñecas llenas de polvo, mi casa de juguetes cubierta también. Tomé el cuadro de pintura donde estamos mis padres y yo. Mi padre con su cabello blanco, y mi madre, de la raíz a la mitad era negro, y el resto del cabello era blanco. Llevé el cuadro conmigo y fui a buscar a Vesemir.
-Vesemir?- dije buscándolo.
-Estoy aquí, querida- dijo desde la alcoba de mis padres. Él miraba un cuadro de pintura grande que estaba sobre la chimenea, era el mismo cuadro que yo tenía en mis manos, pero el que yo tomé era mas pequeño.
-Ellos fueron tus padres?- preguntó. Caminé hasta él y tomó mi mano.
-Si- respondí.

En la alcoba una pared estaba tumbada, así que nos sentamos en la orilla del suelo donde podíamos ver todo el reino desde ahí.
-Cómo fue qué terminó tu reino de esta manera?- preguntó.
-Verás...-

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