Capítulo 6

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El universo se investiga a sí mismo, y la vida es la forma que emplea el universo para su investigación. La flecha se da vuelta y se clava en sí misma, y el hombre es la punta de la flecha. El hombre se clava en el hombre, pero el blanco de la flecha no es el hombre. Un laberinto sólo se encuentra en otro laberinto. Al aparecer en el otro mundo, salimos de una recámara, podía decir que todo esto era demasiado nuevo para mi, habían objetos que nunca antes había visto, me sentía muy entusiasmada por conocer lo demás.
-Qué es esto?- pregunté levantando el objeto.
-Es un reloj digital- respondió Vesemir.
-Digital?- conjuré un hechizo para alimentar mi mente con los conocimientos de este nuevo mundo, y era tan fascinante. Antes de salir del edificio, Vesemir desapareció sus cuernos y sus plumas, volviéndose completamente normal.
-Por qué lo haces?- pregunté acariciando su mejilla y puso su mano sobre la mía.
-Porque en este mundo la gente suele ser cruel con lo extraño. Es mejor mezclarme entre ellos y pasar desapercibido, que meterme en problemas por mi apariencia- respondió. Sentía el rechazo de esta sociedad; así como existen personas buenas, también hay personas malas, pero lo que es más triste, es que cuando ya no podemos siempre cedemos ante los demás cayendo en su juego de manipulación, y en realidad nosotros somos dueños de nuestra propia vida, sin la necesidad de demostrarle nada a nadie. Lo besé; se sentía diferente, besar unos labios en vez de un pico, acariciar una mejilla en vez de plumas, y él cabello en vez de cuernos. Todo en él era más suave, y su reacciones más visibles, como ver sus mejillas sonrojarse después del beso, las expresiones en sus ojos y como alza las cejas o frunce el ceño, me volvió a besar.
-Creí que estabas molesta- susurró.
-Bueno, una pequeña charla con Bunny me ayudó mucho- respondí y él me abrazó.
-Hay tanto de ti en cada uno de mis hábitos que ya ni recuerdo cómo es que se volvieron parte de mí- susurró. Salimos del edificio y caminábamos por las calles de la ciudad tomados de la mano, la luna seguía en su punto y las luces en los edificios eran asombrosas. La gente iba y venía, los vehículos pasando por las calles, personas vestían de una manera extraña, así que cambié mi atuendo también.
-Sabes, ahora que recuerdo, no hemos comido nada en... casi días-
-Bueno, vayamos a ese lugar- dijo. Cruzamos la calle con cuidado y entramos a un restaurante bar con Karaoke. Había gente que se divertía, otros sólo fueron por negocios, y algunos a verse con sus amantes. Nos sentamos en una mesa frente a un pequeño escenario y pedimos comida.

Cómo te sientes aquí?-
-Estupenda, no hay energía negativa en estos momentos, pero me agrada ver que los demás se diviertan-
-Entonces está bien que nos quedemos aquí a cenar-
-Si-
La comida era excelente, nunca antes había probado algo como esto; la carne jugosa, la pasta suave y el vino añejado, Vesemir parecía disfrutarlo mejor que yo. Algunas personas subían al escenario a cantar algunas canciones conocidas en este mundo, disfrutábamos del entrenamiento y la música.
-Alguna chica que deseé subir a cantar conmigo? Necesito una voz femenina- dijo un adolescente en el escenario.
-Quiero intentarlo- dije volteando a ver a Vesemir.
-Tu rostro ruega por que te diga "si"-
-Por favor-
-Está bien- sonrió. Cambié mi atuendo una vez más, un vestido negro con brillos, de tirantes, no muy corto y un tanto flojo con un gran escote en la espalda, y tacones de punta abierta qué combinaban al igual que un brazalete. Subí al escenario y Vesemir estaba muy impresionado, la melodía comenzó a sonar y el muchacho a cantar, reconocí la canción de inmediato.
-In New York. Concrete jungle where dreams are made of. There's nothin' you can't do. Now you're in New York...- Comencé a cantar, la gente reaccionó muy bien, pues se levantaron para aplaudir, y Vesemir con una sonrisa pícara me veía desde la mesa. Al terminar un hombre subió y tomó el micrófono.
-Eso fue muy impresionante, la chica de cabello blanco se lució. Cómo te llamas?- me preguntó.
-Atlas, princesa de Ara-
-Un nombre tan único cómo su voz. Un aplauso a Atlas-
Me sonrojé y bajé del escenario para sentarme nuevamente con Vesemir.
-Salgamos de aquí- me dijo al oído. Dejó varias monedas de oro sobre la mesa y salimos del lugar.
-Dónde dormiremos?- le pregunté. Él se quitó el saco y lo puso sobre mis hombros, luego dio un pequeño beso sobre mi cabeza.
-Estuviste fantástica allá arriba- dijo abrazándome de los hombros mientras caminábamos, y yo lo abracé de su torso.
-De verdad?- dije sonriendo.
-Por supuesto-
Podía oler su aroma en su saco, un perfume embriagante que me hacia sentir tranquila. Disfrutaba el momento mientras caminábamos por la calle, algunos negocios ya estaban cerrando y las calles cada vez se veían más vacías... Las personas ya estaban durmiendo. Llegamos a un hotel y entramos.
-Una habitación para dos- dijo Vesemir colocando un lingote de oro sobre el escritorio de la recepcionista.
-Le daré la mejor habitación con la mejor vista de la ciudad-
-Gracias- respondió tomando la tarjeta de acceso.
Subimos el ascensor, podía sentir cierto entusiasmo en él, cómo sí estuviera desesperado por llegar a la habitación. Al llegar abrió la puerta y entramos. En el recibidor habían ventanas grandes que, cómo dijo la recepcionista, podíamos ver toda la ciudad. Caminé por la habitación recorriendola, la recámara con una cama grande, en el baño tenían una tina de jacuzzi, y la grandiosa vista; sabía lo que Vesemir quería.

Se acercó a mi por detrás y quitó el sacó de mis hombros, acarició mi espalda y eso me estremeció, luego me tomó de la mano volteandome para verlo a él. Poco a poco acercaba sus labios y me besó, durante el beso me cargó, mis piernas abrazaban sus caderas, y me llevó hasta la recámara. Me recostó sobre la cama y bajaba un tirante de mi vestido, como sí ver mi hombro desnudo le excitara; se levantó, desabrochó su camisa y se quitó la corbata quedando únicamente en pantalones. Se acercó a mi y con gentileza quitaba mi vestido, mostrando mis senos y quedando en bragas, no la pensó mucho y comenzó a lamer mis senos y chuparlos. Acariciaba su cabeza, mis mejillas ardían pero dejé el pudor en el suelo; me sentía tan excitada también. Subí hasta la cabecera de la cama después de quitarme los tacones, él se quitó los zapatos y sus pantalones, los guantes y su ropa interior, podía ver su erección, cómo rebotaba con un simple tocamiento, un dolor que liberar el que se cargaba. Subió hasta mi y besó entre mis pechos, dibujó una pequeña línea de besos por mi abdomen hasta llegar a mis bragas que sin pensarlo las quitó. Luego, comenzó a besar mi vagina, era algo que no esperaba, pero se sentía tan bien, cómo jugaba con su lengua en ella, cómo chupaba mi clítoris y metía uno de sus dedos dentro de mi. Sentía que iba a morir, no podía dejar de gemir, mis pezones estaban duros, y comencé a sudar un poco.
-Vesemir... ya no puedo- dije tratando de quitarlo de mi vagina. Él alzó la mirada y sonrió.
-Estás en el orgasmo- dijo. Subió hasta mi y besaba mi cuello, mi punto débil.
Comencé a sentir cómo me penetraba, ternerlo dentro era aún mejor. Movía sus caderas acelerando el ritmo.
-Atlas- dijo entre gemidos. Yo quería aún más, incluso llegué a apretar su sentadera con mi mano. Cambió de posición estando ahora yo arriba, y comencé a moverme, daba algunos pequeños brincos y él parecía disfrutarlos aún más; me movía hacia atrás y adelante un tanto lento y luego aceleraba el ritmo. Acariciaba mi cuerpo suavemente como disfrutando cada centímetro de mí.
-Eres el mejor vino para embriagar el corazón- dijo y me besó.
Me colocó boca bajo estando en cuatro, tenía mi espalda arqueada, tocando mis pechos la cama y mi trasero en alto, una vez más Vesemir comenzó a penetrarme. Me di cuenta de que no importa en que posición esté, de cualquier modo me siento tan excitada. Apretaba las sábanas de la cama, sólo podía escuchar nuestras respiraciones y los golpes de nuestra piel, como aplausos. Luego sentí algo dentro de mí, él se había venido; cayó a un lado y yo me recosté con él, me abrazó y yo recargué mi cabeza sobre su pecho.
-Quería verte de nuevo como te vi la primera vez, del modo que no te he olvidado, del modo que no has dejado ser. Las banderas blancas no hacían falta pero están aquí, se volvieron rosas y aun con sus espinas, saben amarte como yo, cómo sólo te amo a ti- susurró. Escucharlo me hizo sonreír, un poema tan bello; volteé a verlo y lo besé.
-También te amo, Vesemir- dije y él sonrió. El latir de su corazón me arrullaba, y él calor de su cuerpo me hacía sentir tranquila... me quedé dormida.

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