Sobre mi escritorio sucedían muchas cosas. En la taza, mi café se enfriaba; en el monitor de mi ordenador, se sucedían las fotos -a modo de salvapantallas- del último viaje que hicimos con Lorenzo; y entre mis dedos, la pequeña tarjeta que Zeta había dejado junto al ramo de rosas repiqueteaba sobre el cristal.
— ¿Cómo vienes con la edición de las fotos? Estoy famélico... —Fey entró como una tromba enmi oficina, arrebatándome de las garras de mis tormentosos pensamientos.
Presioné la tecla Enter en el teclado, volviendo al programa de edición donde debería estar trabajando con el retoque digital de las fotografías tomadas el día anterior. Sin dudas, la inspiración ese día, se encontraba de licencia.
Tomé mi cartera y deslicé la tarjeta en un pequeño compartimento de su interior.
El café seguiría enfriándose sobre mi escritorio, hasta que volviese de almorzar.
La verdad, era que no solo la charla con mi madre me había dejado lo suficiente perturbada. Los recuerdos de La Noche de las Valquirias hicieron lo propio, manteniendo mi mente y mi cuerpo entretenidos hasta altas horas de la madrugada.
No recordaba experimentar algo similar desde la adolescencia, eso era lo que Zeta parecía provocar en mí. Una especie de regresión a aquellas épocas en las que con solo pensar en un chico que te gustara, se te erizaba desde la punta de los pelos hasta los pies, y te convertías en una hormona con ojos y piernas. Por contrapartida, Lorenzo arremetía con siete años de historia que no se podían dejar atrás de un día para el otro.
Mi madre, me había dado una buena bofetada con su discurso, obviando su amenaza final -que me tenía sin cuidado-, sus palabras no me resultaban tan irracionales. Me encontré de pronto en un punto donde no me quedaba más opción que decidir qué rumbo quería darle a mi vida.
En cuanto a la amenaza, era una buena excusa para tener que ir a una pomposa fiesta menos.
Volviendo al tema: ¿Qué pasaba si tenía razón? No podía quitarme a Zeta de la cabeza. Se sentía como una droga que a los pocos días de consumida genera síndrome de abstinencia. Pero, qué podía yo esperar de un tipo que había visto una única vez, sin mencionar la circunstancia de nuestro encuentro, cosa que prefería obviar para no aderezar aún más la ensalada que parecía mi vida por esos días.
Mis pensamientos eran un manojo de cables que cuanto más intentaba desenmarañar, más se enredaban. No podía con ello, era evidente, y eso me estaba consumiendo más energías de las convenientes.
Nos sentamos en una bonita mesa dentro del gazebo calefaccionado que Bruno's, el restaurante favorito de nuestros almuerzos, tenía sobre la amplia vereda del callejón a la vuelta de mi estudio de fotografía.
Cuando la mesera se acercó a tomar nuestro pedido, ordenamos unos Rolls de pollo y vegetales y unas Coca Cola Light que no tardaron más de un par de minutos en traer.
— Estás muy callada Ava, no creas que no me percaté.
Una amarga sonrisa se estampó en mis labios. Fey no me miraba, era su forma de golpear la puerta y quedarse esperando a que le diga que pase.
— Tengo motivos de sobra para estar algo meditabunda por estos días, ¿No crees? —sinceridad no faltaba en mi respuesta, pero tampoco sobraba.
— Son etapas. Hay fases, para todo. Leí sobre ello —mi amigo puso su cara de sabelotódologo logrando arrancarme una sonrisa—. No entiendo de qué te ríes... Ya atravesaste la depresión, la rabia, es obvio que ahora te encuentras en la fase de la culpa.
Un momento, ¿culpa? Yo no sentía eso...
— Piensas que las cosas podrían haber resultado mejor si hubieras hecho las cosas de otra manera.
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La Noche de las Valquirias
Romance***MUY PRONTO COMPLETA EN WATTPAD*** 🌑🌒🌓🌔🌕🌖🌗🌘🌑 Con 30 años Ava lo tiene todo: Un compromiso idílico, una carrera exitosa y un futuro más que prometedor. Descubrir a Lorenzo, su prometido, engañándola en la celebración de su cumpleaños, es u...