Capítulo 10 - EXTRAÑOS EN LA NOCHE

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Esteban era el bajista de la banda de jazz de Paláis Royale, y Zac era Zeta. Me encontraba tan abstraída en mis penas que no llegué a percarme de eso.

Un tigre en plena cacería no hacía justicia a la escena que se desplegaba ante mis ojos, pero cuando Esteban pudo apartar a Zac de su presa, y su rostro se volvió hacia mí, sus facciones fueron suavizándose a medida que en mis labios se formaba una sonrisa.

— Hola... —susurró, cuando de un par de zancadas se acercó hasta mí. Con el dorso de su mano acarició mi mejilla provocando la reacción de todas mis terminaciones nerviosas.

— Hola.

Resultaba casi imposible apartar mis ojos de él, a pesar que no conseguía superar el traumático momento que acababa de experimentar.

Me asomé por sobre el hombro de Zac , Esteban, ayudado por dos personas de seguridad que aparecieron de la nada, levantaban al borracho del piso y lo conducían hacia la salida.

Los cálidos dedos de Zac se deslizaron por mi mandíbula, y con un ligero impulso volvió mi rostro hacia él.

— ¿Te encuentras bien?

Afirmé con la cabeza mientras por puro instinto me toqué el brazo derecho, allí donde el sujeto me había apretado.

Su mano se posó sobre la mía instándome a dejarle observar las marcas rojas que ya comenzaban a desaparecer de mi piel.

— No es nada... —intenté restarle importancia. Pero por su ceño fruncido y la forma en que apretó la mandíbula no pareció estar de acuerdo.

— ¿Estás bien Ava? El personal de seguridad ya se ocupó del sujeto —Esteban apareció por detrás, aferrando el hombro de su compañero—. Relájate Zac. Tómate un descanso, le pediré a Circe que me ayude en la barra.

La mirada cómplice y fraternal que cruzaron Zac y Esteban me conmovió. Se notaba que su relación trascendía el mero compañerismo y, siendo que un lazo de sangre los uniera era muy poco factible puesto que eran extremadamente diferentes, deduje que su vínculo no era nada más ni nada menos que una sólida amistad.

Se dieron la mano de una forma extraña pero divertida. Luego, Esteban me dedicó una pequeña reverencia y se esfumó detrás de la barra.

Cuando mis ojos volvieron a los de Zac , mi corazón se sacudió, todo mi cuerpo lo hizo. Tenían la fuerza de un imán y a su vez, irradiaban una luz que me llenaba y refundaba cada célula de mi cuerpo.

— ¿Cenaste?

— No —respondí como autómata, su pregunta me tomó por sorpresa. De verdad que no había podido probar bocado de mi cena.

— Espérame aquí. Regreso en un instante.

Aún aturdida, me quedé observando cómo se perdía por la puerta vaivén que se encontraba al finalizar la barra, seguramente lo llevaba a la cocina.

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora