Si hay algo agotador y estresante es vivir con miedo. Miedo a tomar decisiones y equivocarse, miedo a ser descubierto haciendo algo malo -según la moral y buenas costumbres sociales-, miedo al cambio, miedo a la rutina, miedo al miedo.
No se puede vivir con miedo. En realidad, sí, se puede. Pero no es algo a lo que podría llamarse vivir.
Eran las ocho de la noche y me encontraba dándole los últimos toques a mi maquillaje. Zac me pasaría a buscar en cualquier momento para ir a un bar, donde su amigo Esteban, tocaba con su banda.
Unos holgados tejanos rotos, una franela con algunos brillos y un blazer con detalles étnicos conformaron mi vestuario. Acompañé con unas botinetas de gamuza negra, un morral y recogí mi cabello en un moño alto, cuidadosamente despeinado.
Estaba nerviosa. Se trataba de mi primera salida oficial con Zacarías y no podía dejar de pensar en el significado de aquello.
"Dónde te estas metiendo Ava...", recitaba una molesta vocecita en mi cabeza.
Bloqueé esa pequeña y molesta voz, ninguna paranoia atentaría contra mis planes de esa noche.
Sonó la campanilla del portero y prácticamente corrí a atenderlo. El corazón tamborileaba dentro de mi pecho.
El visor se iluminó, y hasta pude ver colores en la imagen -que, en realidad, era de un blanco y negro pixelado-, todo gracias a la radiante sonrisa con la que Zac miraba a la cámara.
— Hola ¡Ya bajo! —exclamé, sin darle siquiera tiempo para saludarme. Por mi excitación y arrebatada necesidad de tenerlo cerca, siquiera me percaté de la posibilidad de invitarlo a subir. Mejor así, si subía no iríamos a ningún recital. Eso, no ameritaba dudas.
Tomé el morral y salí del departamento.
La sensación de vértigo que se instaló en mi estómago poco tenía que ver con el suave tironeo que se produjo cuando el mecanismo del ascensor se puso en marcha.
Me pareció una eternidad el tiempo que pasó hasta que la cabina se detuvo y las puertas metálicas se abrieron.
El contraste de luz entre el hexágono de cristal que conformaba la recepción con la del exterior, convertía los vidrios en espejos, así que no logré ver más que mi reflejo hasta abrir la puerta de entrada.
Creo que todos mis signos vitales fallaron cuando lo vi allí parado. Con su sonrisa perfecta, sus ojos transparentes como las aguas del mar caribeño, el mechón de cabello dorado cayéndole sobre la frente, rozando sus curvadas pestañas.
Vestía unos tejanos gastados, una sudadera gris clara y una chaqueta de cuero color borgoña. La brisa helada se coló por la puerta entreabierta, trayendo consigo una tenue muestra del aroma de su piel. Tuve que aferrarme con fuerza al marco de la puerta para no lanzarme sobre él como un león hambriento.
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La Noche de las Valquirias
Romance***MUY PRONTO COMPLETA EN WATTPAD*** 🌑🌒🌓🌔🌕🌖🌗🌘🌑 Con 30 años Ava lo tiene todo: Un compromiso idílico, una carrera exitosa y un futuro más que prometedor. Descubrir a Lorenzo, su prometido, engañándola en la celebración de su cumpleaños, es u...