Sin saber cuántas horas dormí después que Zac me trajera sana y salva a casa, desperté cuando desde varias horas el cielo dispensaba del sol. Con la boca pastosa y el sabor impregnado a la grasa de la hamburguesa y los churros que ingeridos entre la noche y el desayuno en la lengua y el paladar. Solo recordarlo me revolvió las tripas.
Me levanté cuando la languidez de mi estómago se convirtió en algo más intenso, y mi cabeza dio un giro que no me agradó nada.
Salí corriendo, intentando refrenar las náuseas hasta llegar al baño.
— Fey... —una hora más tarde, cuando al fin pude dejar de abrazar el retrete, llamé a mi amigo.
— Ava, ¿estás bien? Tienes una voz de ultratumba que me da escalofríos.
— No, no lo estoy. Creo que comí algo que me hizo mal —Fey tenía razón. La garganta me ardía producto de la decena de veces que vacié mi estómago, y apenas conservaba fuerzas para hablar.
— ¿Quieres que vaya? Llamo al Doctor Günter.
— No, no... No es necesario. Simplemente necesito descansar. Solo quería pedirte que canceles las sesiones de mañana, fíjate si puedes cambiar las fechas.
Fey hizo una sucesión de sonidos extraños. No estaba nada contento.
— Lo siento...
— Descuida... Tú descansa y yo me encargo de arreglar todo. Más tarde te llamo a ver cómo sigues.
— Gracias. No sé qué haría sin ti...
Después de cortar la comunicación, no pude hacer más que rendirme ante el sueño.
Al día siguiente, si bien me sentía mucho mejor, me alegré de haber cancelado todos mis compromisos para quedarme en casa.
Fey no pudo con su genio y tocó el timbre al mediodía, cargando una jarra con sopa de verduras de estación, especialidad de su madre.
— ¿Cómo te encuentras avecita?
Abrí la puerta y me aparté para dejarlo entrar. Fey hizo un escaneo ocular de mi deplorable humanidad, antes de traspasar el umbral de la puerta. Ojeras pronunciadas, los labios resecos, el cabello revuelto y sucio; y un pijama que consistía en una vieja playera y un ancho y desgastado pantalón de gimnasia.
Invité a mi amigo a sentarse en los modernos sillones del cuarto de estar, pero ni modo aceptó. Me obligó a meterme nuevamente en la cama y taparme hasta la nariz mientras él, buen conocedor de mi casa, cocina y demás instalaciones, calentaba la sopa que no estaba muy segura de poder ingerir. Sabía que me haría bien, y mis tripas ya comenzaban a quejarse del hambre, pero aún sentía cierta repulsión por la comida.
— ¿Pero qué demonios fue lo que comiste que te sentó tan mal? Tú que eres más sana que una vaca —exclamó, mientras entraba en mi dormitorio cargando una bandeja que llevaba, además de un cuenco de sopa y un vaso de limonada, un jarroncito que contenía un pequeño ramo de jazmines.
ESTÁS LEYENDO
La Noche de las Valquirias
Romance***MUY PRONTO COMPLETA EN WATTPAD*** 🌑🌒🌓🌔🌕🌖🌗🌘🌑 Con 30 años Ava lo tiene todo: Un compromiso idílico, una carrera exitosa y un futuro más que prometedor. Descubrir a Lorenzo, su prometido, engañándola en la celebración de su cumpleaños, es u...