Capítulo 15 - BELLA

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Me pasé contando las horas para que la semana acabara, suponiendo que las cosas podrían ponerse peor

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Me pasé contando las horas para que la semana acabara, suponiendo que las cosas podrían ponerse peor.

Cuando llegó el sábado, solo deseaba pasar un fin de semana tranquilo, sin sobresaltos de ningún tipo.

Zac insistió en que pasáramos el día juntos, moría porque así fuera, pero teniendo en cuenta el patrón de desastres en que mi vida decantaba, el temor que todo se fuera al demonio me sobrevolaba como un fantasma.

Se le dio por jugar al misterio, no hubo manera que largara prenda sobre dónde planeaba pasar el día y simplemente me indicó que me visitera cómoda.

Me puse una holgada sudadera deportiva, calzas térmicas y unas clásicas superstar, las blancas con las tres tiras negras. No me preocupé por maquillarme ni peinarme, solo recogí en un moño mi cabello en la cúspide de mi cabeza.

El rostro de Zac se iluminó como si la personificación de Venus abriera la puerta de entrada de mi edificio.

— Buenos días pajarito.

Le sonreí, y me lancé sobre él. No me sorprendió que no opusiera resistencia, me recibió tan hambriento de mi boca como yo de la suya.

—Te extrañé —sus ojos brillaban cuando pronunció esas dos palabras que colmaron mi alma de tanta felicidad como no creí sentir desde hacía una vida. Aparté su mano de mi mejilla y deposité un beso en su palma.

—Yo también —sus ojos brillaron con más intensidad, y necesité aferrarme a su cuello para que mis rodillas dejaran de temblar como flanes.

Me gustaba lo simple que resultaba todo estando a su lado. Previo hacer un bollo con todas mis preocupaciones y problemas, aplastándolo muy al fondo de mi ser, en un rincón oscuro y olvidado.

— ¿A dónde se supone que me llevarás?

— Es sorpresa —repitió como autómata, tal como todas las veces previas que pregunté lo mismo.

Tiró de mi mano y descendimos por los escalones de la entrada del edificio hasta detenernos junto a su vehículo.

— ¡Sorpresa!

Alcé las cejas y lo miré desconcertada.

Zac rio y luego, alzó su mano delante de mi rostro, su puño se abrió, y entre sus dedos índice y pulgar, sostuvo las llaves tintineando.

— Llegó el día en que aprenderás a manejar.

Shock, pánico, ganas de salir corriendo, en ese orden y sin interrupciones fueron las respuestas que mi mente le atribuyó a sus palabras.

Zac seguía agitando las llaves delante de mi rostro.

— No necesito aprender a manejar... —lo esquivé e intenté rodear el vehículo para llegar a la puerta del acompañante.

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora