Capítulo 2 - POR EL OJO DE UNA AGUJA

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Pasé una semana completa, con sus días y sus noches en cama. Apenas me levantaba para ir al baño y calentarme, cuando el hambre no me permitía seguir durmiendo, una de las viandas vegetarianas que se acumulaban en el freezer. Sabían a cartón, del corrugado, y no porque fueran desagradables, sino porque mi estado de ánimo había aniquilado todas mis posibilidades de disfrutar de nada.

El teléfono sonó sin pausa por días, sin dejarme más opción que desconectarlo. El celular vibraba como castañuela, pero tampoco me apetecía que alguien se apareciera en la puerta de mi departamento preocupado porque hubiera cometido alguna locura.

"¿Cuándo piensas regresar al mundo de los vivos?"

Rezaba el mensaje de texto, que Fey me había enviado ese viernes. Tenía terminantemente prohibido llamarme.

"Esta semana sufrí una tortura por tu culpa, cancelando todas las sesiones que tenías programadas. ¿Tienes idea con lo que tuve que lidiar?"

Sí, la tenía... Como también sabía lo bien que Fey podía interpretar su papel de víctima.

Presioné el ícono con forma de teléfono y no tardó más que medio tono en atender.

—¡Amiga!

Con solo la mención de esa palabra se me llenaron los ojos de lágrimas.

Suspiré intentando contener el llanto.

—Voy para allá.

—¡Ni se te ocurra! —exclamé entre hipos.

—¡Ava detén esta locura! No puedes vivir encerrada en la penumbra de tu madriguera. Los problemas no se desvanecerán solos. Te amo con toda mi alma y soy tu mejor amigo así que no dudaré en derrumbar la puerta de tu departamento y sacarte de los pelos.

—Tengo una puerta blindada Fey. —rezongué entre sollozos.

—Pues iré con una bazuca.

No pude contener la risa.

—Estás loco...

—Por ti.

—Te quiero. No sé qué haría sin ti.

—¿Entonces no necesito llevar la bazuca?

—Dame hasta mañana. ¿Sí?

El silencio se extendió por un par de segundos del otro lado de la línea.

—Está bien. Pero mañana a las nueve de la mañana iré a buscarte. Pasaremos todo el día fuera.

Entre gruñidos acepté y me despedí de él. Al menos, por una docena de horas más, podría seguir protegida y segura en mi madriguera.

• • •

—Ava amiga, dime la verdad, ¿en serio crees que ese mamarracho merece alguna de tus lágrimas? ¿Quién sería si no fuese por ti? Un don nadie, rastrero, mugroso cazatalentos con más piojos que clientes. Por favor querida ¡mírate! Eres bella, talentosa, buena gente, no necesitas esa clase de garrapata en tu vida. Si él te engañó con una pendeja de 20, ¡ve y revuélcate con un chongo de 18!

El hombre de unos treinta y pocos años que estaba por delante de nosotros en la fila de la cafetería, se volteó al escuchar la exclamación de mi amigo.

Fey le dedicó una lasciva sonrisa y el pobre hombre, se giró brusca y visiblemente consternado.

Y no era para menos, Fey, era un imán de miradas. No solo por sus rasgos exóticos, una rara mezcla de sangre indonesia y armenia, sino que, además, le encantaba llamar la atención y tenía un excéntrico estilo que, normalmente, se caracterizaba por estar acorde al último grito de la moda europea. Amante del maquillaje y las tinturas de colores que siempre combinan con sus guardarropas, hoy, por ejemplo, vestía una delicada chaqueta italiana de Jacquard negra con estampado tropical, camisa de seda y pantalón de raso de mismo tono. Su corte de cabello estilo spiky -muy corto a los costados y muy largo en la cresta- se arremolinaba en picos que derivaban hacia todas direcciones y sus puntas brillaban en un azul intenso, haciendo juego con el rímel que magnificaba sus pestañas.

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora