CAPITULO 16 - JUVENTUD

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No tuve noticias de Lorenzo en todo el fin de semana, en parte resultó un alivio; por otro lado, era un peso muerto con el que ya se me hacía demasiado arduo avanzar

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No tuve noticias de Lorenzo en todo el fin de semana, en parte resultó un alivio; por otro lado, era un peso muerto con el que ya se me hacía demasiado arduo avanzar.

Pero más difícil resultaba la tirantez que sobrevolaba mi relación con Fey. ¿Por qué no podía tener la felicidad completa que tanto anhelaba? Resultaba frustrante. Nada preferiría más que tener la posibilidad de compartir todas las maravillas que me encontraba viviendo, con mi amigo. Sin embargo, debía optar por morderme la lengua antes de arriesgarme a soportar algún planteo moral, sí, moral de su parte.

¿Quién lo hubiera imaginado? El rey del "haz lo que te haga feliz y que al que no le guste a tomar por culo", se horrorizaba por mi relación con un hombre de "dudosa reputación".

Pues entonces, que le dieran por culo a Fey también.

— Quién solo se ríe...

Alcé una ceja al escuchar esa frase de boca de Fey. No pude evitar que a mi memoria desembarcara el recuerdo de aquella bizarra última noche en que vi a Lorenzo. En aquel momento, fue Tomas Miranda el que dio voz a aquellas palabras.

Simplemente suspiré y acto seguido, me mordí los labios y volví los ojos a la pantalla de mi ordenador. Era una situación más que incómoda, flagelante.

Por el rabillo del ojo noté que mi amigo se ponía de pie y avanzaba en mi dirección.

Plantó sus manos sonoramente contra la madera de mi escritorio, logrando que saltara por los aires del susto.

— No puedo continuar así.

Lo miré entre sorprendida y expectante.

— Lo siento. ¿Entiendes? Siento mucho que mi opinión no se condiga con tus sentimientos y lamento profundamente que mis palabras no te sirvan de apoyo o de consuelo. Lo siento. Pero lo que más lamento y me duele en el alma, es esta grieta que se ha generado entre ambos. Me duele el alma.

Mis hombros, que se encontraban rígidos por la tensión, se relajaron un poco ante su catarsis.

— Créeme que yo también lo siento Fey.

— Es que... no quiero perder tu amistad —su voz se quebró y automáticamente mi garganta se cerró.

Inhalé hondo intentando contener la angustia que amenazaba con hacerme romper en llanto y me puse de pie.

No pude pronunciar palabra alguna, así que simplemente abracé a Fey.

Fue él quien estalló primero. Su llanto resultó tan desgarrador, que fue inútil invertir tanto esfuerzo en no unirme a él.

Lloramos como dos magdalenas por largo rato. Abrazados, convulsionando a moco tendido y ahogándonos con nuestras culpas.

— Te quiero tanto amiga. No puedo seguir con esto... no soporto que me odies.

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora