Capítulo 9 - EL ARRULLO DE LA TIERRA DE LAS AVES

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No pegué un ojo en toda la noche. Ya no sabía quién era, ni por qué me comportaba de esa manera.

¿En quién me estaba transformando?

Había dejado de ser una víctima para convertirme en artífice de mi propia miseria.

La culpa siempre lo arruinaba todo. Sabía que no debía ser tan injusta conmigo. No había engañado ni forzado la voluntad de nadie. O quizá, lo había hecho conmigo misma.

Por la mañana, apenas crucé palabra con Lorenzo, quien no se preocupó demasiado, conocía mejor que nadie mi mal humor matinal.

Con el correr de las horas, mi humor se fue tornando en una viscosidad inflamable parecida al petróleo en su estado más puro. Cualquier motivo era bueno para hacerme sulfurar. Hasta Fey, se percató de ello cuando ante su insistencia por saber sobre mi noche, recibió un grito que le dejó en claro que no tenía ganas de hablar del tema y que, si su intención era seguir insistiendo con el asunto, mejor se tomara el día libre.

No lo hizo, y tampoco volvió a dirigirme la palabra.

Me estaba volviendo una ermitaña, aún más de lo que ya era. Encerrándome en mí misma para compadecerme y auto flagelarme a la vez.

Volví a casa temprano, aunque el cielo ya se encontraba oscuro y plomizo. Los días más crudos del invierno estaban al acecho.

Me reconfortó calentarme un poco de sopa y apretujarme en el mullido sofá cubriéndome con la manta de piel de cordero que había pertenecido a mi abuela. En momentos como ese, cuando el mundo parecía conspirar en mi contra, la extrañaba más que nunca.

Francamente, no sé cómo le hubiera explicado mis vivencias de los últimos días, pero ella no era de las que necesitaran saber detalles de lo que me atormentaba, para ser consuelo. Ella, simplemente estaba allí para rodearme con sus brazos, acariciar mi cabello, e inundar mis sentidos con su aroma de abuela, que actuaba como un bálsamo para mis emociones.

Encendí el televisor y sintonicé el sistema streaming de películas. Lo recorrí entero, sin decidirme por ninguna. Finalmente sintonicé el de música y puse un compilado de los 80's.

Empecé tarareando tímidamente "Time of my Life" de la película ícono de los ochentas Dirty Dancing, continúe más tarde, gritando y bailando desaforada con "Thriller" de Michael Jackson y finalicé llorando con "Listen to Your Heart" de Roxette.

Una vez que terminé con mi desahogo y que el brote hormonal me dio un descanso, mi mente pareció otorgarme una tregua de paz.

Entonces, recordé lo que Zeta me había dicho: "Búscame en la tierra de las aves"

¿Qué cuernos significaba aquello?

Me costó hacer foco en la pantalla de mi notebook. Mis ojos estaban hinchados y aún conservaban restos de las lágrimas derramadas a moco tendido un rato antes.

Abrí el explorador y comencé la investigación, no tardé mucho en encontrar la respuesta que buscaba: "La tierra de las Aves" era un club de jazz, la versión latina del emblemático Birdland de Nueva York, y quedaba en el sector más bohemio del centro de la ciudad.

Y ahora, la pregunta era otra ¿Qué se suponía que fuese a hacer yo con esta información?

Estaba loca de remate si simplemente evaluaba la posibilidad de ir allí en busca de Zeta.

Entonces, la campanilla del teléfono me sobresaltó. Era Lorenzo, un precipicio se abrió en la boca de mi estómago, me embargó la sensación de ese vacío devorándome desde adentro hacia fuera.

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora