Capítulo 6 - VALIENTE

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En el lapso que duró mi descenso por el ascensor, me concentré en controlar el impulso que tiraba de las comisuras de mis labios hacia arriba.

No es que no quisiera que Fey supiera sobre la linda noche pasada, pero tampoco quería que supiera lo profundo que me había calado ese hombre.

Necesitaba calmarme...

Ni siquiera yo sabía qué significaba ese descalabro que tenía por dentro, mucho menos podría explicárselo a mi amigo.

La campana del ascensor sonó antes que se abriese la puerta.

Allí estaba Fey, con una pícara sonrisa estampada en los labios. Sus ojos, brillaban de diversión. Fruncí los labios sutilmente, intentando no ceder al intempestivo impulso.

— Buenos días Avita... —me saludó, mientras me dirigía a su lado. Estampé un beso en la mejilla que inclinó hacia mí.

— Buenos días, Fey.

Mi mirada y la suya se cruzaron por un instante, pero la aparté enseguida, sin detener mi paso rumbo a la salida.

Se demoró un segundo en su sitio, antes de seguirme.

— ¿Cómo es eso? Ni siquiera un "Gracias Fey, fue la mejor noche de mi vida" —profirió, impostando su voz en un mediocre intento de sonar como la mía.

— No te la creas... —me estaba saliendo demasiado bien mi actuada indiferencia, como para que él echara por la borda mi esfuerzo con un chiste tonto.

— ¿Vas a contarme? —apuró el paso hasta alcanzarme.

El botones, abrió la puerta para nosotros, inclinándose con una reverencia.

— ¿Puedes esperar a subir al auto por lo menos?

Fey estudiaba cada gesto, cada palabra. Lo sabía... Era tan peligroso como mi madre cuando se disponía a leer mi conducta.

Otro botones me abrió la puerta del Mini Cooper turquesa. Fey subió del lado del conductor.

Nos alejamos del hotel, con rumbo desconocido.

Fey, no volvió a emitir palabra y solo se dedicó a lanzarme esporádicas miradas con un gesto de diversión estampado en el rostro.

— ¿Qué?

— ¿Esperas a que te lo pregunte?

— No sé qué quieres saber... —me desentendí, cruzándome de brazos.

Sus ojos se abrieron hasta donde sus párpados lo permitieron, antes de chillar.

— ¡Pues todo! Con lujo de detalle, sobre todo los obscenos. ¡Que estúpida pregunta la tuya!

Puse los ojos en blanco, antes de contarle los detalles que tanto necesitaba saber mi amigo. Los importantes, me los guarde para mí.

Luego de almorzar -estaba famélica después del desgaste físico de la noche anterior-, Fey me dejó en casa y partió a encontrarse con su grupo de amigos.

Desistí de la oferta de acompañarlo. Era un grupo jocoso y ameno, ideal para pasar una tarde de domingo, pero, realmente estaba agotada y mi semana empezaba con una sesión de fotos el lunes bien temprano.

Aproveché las horas que quedaban de luz, para ventilar las habitaciones de mi departamento. El olor a encierro me ahogaba.

No sé por qué las mujeres, cuando atravesamos por cambios tan bruscos en nuestro estado sentimental, tenemos esa urgencia por cambiar nuestra imagen o, en su defecto, todo lo que nos rodea.

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora