Capítulo 4 - NUNCA SE ME HUBIERA OCURRIDO

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No dejaré nunca de asombrarme de la capacidad que tiene nuestra mente de salvarnos de aquellas situaciones que no podríamos enfrentar en un estado normal de consciencia. Esa sensación de estar viviendo un sueño, esa rara extrañeza que te envuelve como un velo de protección, separándote del mundo y permitiéndote contemplar la situación emocional que atraviesas, como algo ajeno, pero a la vez, con una particular agudeza.

Nunca se me hubiera ocurrido que pudiera vivir una situación como aquella, pero, sin embargo, allí estaba. Fey me arrastraba, asiéndome por el brazo con firmeza, como si temiera que, en cualquier momento, despertara de mi ensoñación y saliera corriendo despavorida. Por lo pronto, solo podía flotar en esta nube en la que estaba inmersa, rehusándome a aceptar que esto estaba pasándome a mí.

Subimos al escenario y nos hundimos detrás del telón. Tras bambalinas, las valquirias que resultaran ganadoras hacían fila frente a un aparatoso escritorio que constaba en un cristal bastante grueso, sostenido por una obscena escultura de madera. Los fuertes brazos de Odín descansaban sobre el cristal, mientras una mujer a su lado le extendía un manojo de papeles que observaban con atención.

La fila comenzó a avanzar, y mi corazón, no parecía querer asimilar lo que estaba a punto de ocurrir. Cuando la mujer que estaba por delante de nosotros se alejó hacia el ascensor junto a su preciado trofeo, Fey se acercó a la mesa y le extendió su Tablet a Odín, la chica que lo acompañaba se sumergió tras una mampara que representaba las escenas, obviamente explícitas, del Kama Sutra.

Agradecí a quien fuera que tuvo la brillante idea de las máscaras, cuando la chica volvió acompañada por Sol de Medianoche. Estaba completamente segura de que mis mejillas se encontraban rojas como dos cerezas.

¬—Ava, cariño... Por qué no haces un reconocimiento técnico de tu adquisición, mientras yo, ultimo los detalles con Odín. —repuso Fey, ornamentando sus palabras con los gestos de sus manos.

Involuntariamente o no, me apretujé aún más contra él, ante la perspicaz mirada que Sol de Medianoche me dedicó cuando descubrió que yo era su Valquiria.

Los nervios de pronto tomaron el control. Mis manos sudaban y el resto de piel no se quedaba atrás, aunque, por el contrario, mi garganta raspaba de lo seca y los músculos de ésta parecían haberse petrificado.

Fey, se apartó de mí, y no tuve más remedio que rodearme a mí misma con mis propios brazos.

El joven me miraba con curiosidad y tal placidez, que me daba envidia y furia, por partes iguales.

Ya no se encontraba vestido con ese short de corte vikingo, el cinturón ancho de cuero y las pieles con las que irrumpió en el escenario, atrayendo todas las miradas. Por suerte, ahora solo vestía una camiseta blanca y unos tejanos que colgaban de su estrecha cadera. Cuando alzó su mano para repasar con los dedos, el cabello rubio que caía lacio cubriendo parte de su rostro, no pude evitar seguir el contorno de sus abdominales marcados que, apenas asomaban por debajo de la camiseta blanca.

Un calor primitivo se originó en lo más profundo de mis entrañas, expandiéndose en suaves oleadas de cosquillas a través de toda mi piel.

Al alzar mi vista y volverla a su rostro, una sutil sonrisa asomaba a sus labios.

Mi pulso se aceleró al darme cuenta de que la intensidad de su mirada traspasaba la máscara veneciana, y tantas otras máscaras en las que he aprendido a refugiarme a lo largo de mi vida. Empezaba a sentir el efecto de aquella inusual mirada, como vulneraba una a una mis defensas y me desnudaba el alma.

—¡Listo! —exclamo mi amigo a mis espaldas, un escalofrío sacudió mi cuerpo, cuando posó su mano en mi cintura.

—Fey...

La Noche de las ValquiriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora