2. Epifanía

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El bosque se iba acabando. Eso se comenzó a ver porque la luz de la luna ya estaba alumbrando cada vez más el camino, los árboles cada vez estaban más separados unos de otros y se oían otros autos a lo lejos, aunque no eran más de tres. Durante los cuarenta minutos que se demoraron en salir de la zona boscosa, ni Joel ni Izzie se volvieron a dirigir la palabra. No porque no quisieran, sino porque uno era increíblemente corto y la otra estaba demasiado ocupada intentando no quedarse dormida.

Él era consciente de ser un hombre de pocas palabras. No le molestaba ni le interesaba lo que los demás opinaran de él. Siempre tenía algo que podía decir, alguna opinión, pero casi siempre se la guardaba. No hablaba mucho con nadie, excepto con Ellie, y unos que otros amigos, pero era más bien del tipo callado. Eso no lo sabía muy bien Izzie, pero lo lograba deducir. "No es sociable", dijo para sí misma cuando se dio un minuto para analizar al chofer del Jeep que la trasladaba. Tampoco es como si le importara demasiado, pero le llamó la atención lo tosco que se veía ese hombre. Un tanto maltratado por la vida misma, con unas manos grandes que tomaban el volante con convicción. Le hacía falta, sin duda alguna, un retoque en su afeitada, porque llevaba días sin conseguir una buena rasuradora.

Lo que más llamó la atención de ella, sin embargo, fueron los ojos. Cafés, redondos pero caídos hacia los lados externos, como tristes. Abatidos. Pequeñas arrugas adornaban sus costados, las que seguramente se le marcarían cuando sonreía —si es que ese hombre sonreía— o cuando fruncía la mirada. Las cejas oscuras. Los párpados caídos. Pestañas comunes y corrientes. Pero sus ojos eran más que lo físico. Eran amenazantes, estaban a la defensiva en todo momento y al mismo tiempo se veían lúgubres. No como si fuera necesariamente una mala persona, sino que solamente el tipo se veía abatido, como si hubiera pasado en vela semanas enteras.

— Llegamos.

Joel le señaló con la cabeza el restorán de carretera que estaba a la salida del bosque. Al menos ella se sintió relativamente aliviada de saber que si la hubiese querido matar, probablemente ya lo habría hecho entre la oscuridad de los pinos y no en un restorán con más gente. Ya no aguantaba más el cinturón de seguridad, así que se lo sacó antes de que el auto se detuviera.

— El cinturón te mantiene viva hasta que te bajas del auto. — Él la reprochó, solo frunciendo el ceño, sin siquiera mirarla.

— Estacionándonos no nos vamos a morir.

Pararon, al fin. Ambos abrieron la puerta para bajarse. Ella tomó su mochila raída y vieja, se la puso al hombro y luego caminó para quedar detrás de Joel. Después de todo, era él el que conocía el lugar. Joel dejó la escopeta recortada de Izzie en el portamaletas. Ella lo miró confundida un instante, y él lo notó.

— No esperarás que bajemos llenos de armas a un restorán. No te preocupes, llevo la mía. — Se encogió de hombros. — Luego te la devolveré.

Era un local viejo y a mal traer. Un poco descuidado en la fachada. Tenía en letras grandes de neón "DINER" y la pintura que fue rosada en su tiempo hoy se veía descascarada en gran parte. Estaba lleno de árboles alrededor, y las piedras que llenaban el estacionamiento estaban mojadas y rebotaban incluso unas pocas por la fuerza con la que caía la lluvia. Cuando entraron, no obstante, le sorprendió lo limpio que estaba todo. Hace mucho tiempo que no entraba a un diner de carretera. No quedaban muchos, y los que todavía se mantenían en pie eran caros o sucios. Este, en cambio, tenía varias butacas color rojo, dos por cada mesa. Había salsas encima de la madera de cada una, alcuzas, servilleteros y menús plastificados. Las baldosas, la mayoría trizadas, eran grises. La pared, roja. Había unas siete personas más, comentando a gusto, leyendo el diario o en silencio.

Sana y Salva | Joel Miller (TLOU) | Pedro Pascal (CANCELLED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora