Estaba dormida. Le costó conciliar el sueño, pero lo logró luego de un rato. No se duchó con agua fría porque estaba tiritando. Prefirió dejarlo para la mañana siguiente. Mejor se paró del borde de la ventana, la cerró y se enjugó las lágrimas que caían de su cara. Se lavó la cara y los dientes, y salió del baño. Se sacó sus botas, llevándolas hacia afuera de la ventana unos segundos para vaciarlas volteándolas. Hecho eso, las dejó luego a los pies de la cama. Se sacó sus húmedos calcetines, los dejó uno separado del otro para que se secaran pronto, aunque lo dudaba. Antes, los estrujó. Se sacó los vaqueros sucios y al final, solo quedó en bragas y su polera negra manga larga. Se cepilló el cabello, y se acostó abrazando una de las almohadas. La puso paralela a su pecho, y la sostuvo, como si estuviera abrazando a alguien. Nadie en particular, sino a alguien. A quien fuera. A quien le tendiera su mano y le hiciera cariño en la cabeza hasta quedarse dormida como a una niña. A quien le dijese que todo estará bien, que encontrará viva a Ana y que pronto, muy pronto volverá a casa. Pero estaba solo ella en esa cama.
Aún así, se durmió. Nada importó. La lluvia seguía sin cesar y probablemente iba a seguir así por varios días más.
Quería dormir soñando algo agradable. Mientras intentaba imaginarse a sí misma en su hogar, tranquila y con un cuerpo oscuro a su costado, acunándola, soltó una lágrima por el costado de su ojo, terminando en la almohada amarillenta. No quería saber nada más del universo hasta que despertara descansada. Hace días que no dormía en la cama que estuviese dentro de una ciudad tan grande. A lo lejos se oían algunos autos y animales salvajes, como conejos y zorros.
Estaba encogida entre las capas y capas de ropas, en posición fetal para lograr contener el mayor calor posible. Cómo ansiaba una taza de té en esos momentos antes de caer en el más profundo de los sueños. Con las horas, cada vez se hundió más y más en sus sueños. Eran un montón de escenarios, varios y raros pero parecían producirle paz, porque de un momento a otro sonreía mientras estaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Eso, hasta que alguien tocó a la puerta.
Ella solo soltó un gruñido, sin tomar más atención. Se acomodó y ya. Sin embargo, volvieron a llamar. Con los segundos golpes, Izzie solo se dio vuelta hacia el otro lado, soltando la almohada que parecía persona para volver a acomodarse.
Una vez más tocaron.
— Isobel. — Dijo una voz masculina y gruesa, mientras seguía golpeando.
— Basta, va a despertar a los demás. — Le gruñó la señora.
— Isobel. — Se limitó a repetir, volviendo a golpear, pero ahora más fuerte. No le importó si Boston completo abría los ojos a esa hora.
Con los últimos toques en la roñosa madera, Izzie sí logró despertar, aunque claro está, pegando un salto y escapándosele un suspiro.
— Isobel, soy Joel.
Se preguntó a sí misma si oyó bien o estaba durmiendo todavía. Se sentó en la cama demasiado confundida, frotándose los ojos con ambos puños y sacándose el pelo largo de la cara. Estaba con las cejas demasiado juntas, extrañada. Asustada, además, por la forma en que había despertado.
— Isobel.
Los golpes eran reales. No entendía mucho, solo sabía que afuera estaba él.
— No va a atenderlo ahora, debe estar durmiendo esa pobre muchacha. Venga mañana y ya. — Le dijo la dueña de la posada, aún más molesta.
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Sana y Salva | Joel Miller (TLOU) | Pedro Pascal (CANCELLED)
FanfictionIsobel, una joven oriunda de Olympia, Washington, decide emprender rumbo a un viaje riesgoso y desconocido en busca de su hermana desaparecida. Conoce en su desesperación a Joel, un misterioso y duro hombre que ha pasado por mucho en muy poco tiempo...