- Interludio -

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¡Toma este beso en tu frente!

Y, en el momento de abandonarte,

déjame confesarte lo siguiente:

no te equivocas cuando consideras

que mis días han sido un sueño;

y si la esperanza se ha desvanecido

en una noche o en un día,

en una visión o fuera de ella,

¿es por ello menos ida?

Todo lo que vemos o parecemos

no es más que un sueño en un sueño.

Edgar Allan Poe.



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Comenzaba a temblar de frío.

— Mamá nos matará. — Le dijo la hermana menor, completamente asustada por la posible reacción de su madre.

— No tiene por qué saber. — Contestó traviesa la hermana mayor, quien pese a ser todavía demasiado pequeña, era muy intensa. — ¿Entonces, sí o no?

Pensó un segundo en silencio. Llevó su pequeño índice a la barbilla, fingiendo indecisión.

— Ya. Pero un poco y volvemos.

— Vale, vale.

Comenzaron a asomar sus pequeñas cabezas hacia el exterior por la puerta de calle, vigilando que mamá no llegase todavía. Del padre, ni idea. A ninguna de las dos les interesaba. Difícil sería verle por la casa un día de paga.

Veían la lluvia torrencial que comenzaba a romper la tierra del jardín. Anna tomó su mano, como la cabecilla del plan, y comenzó a jalarla hacia el patio, sonriendo demasiado emocionada por la increíble tontería que estaban a punto de hacer. Pronto, se pararon bajo la lluvia. Comenzaron a soltar tontas carcajadas de niñas.

— ¿Ves? No ha sido nada, ¿verdad? — Preguntó ella, mirándole completamente feliz, cerrando sus ojos, sonriendo. Alzó su cabeza al cielo, respirando el aire húmedo del invierno.

— ¿Y si llega mamá? — Preguntó temerosa, aunque disfrutando la situación.

— Cállate, Iz.

Se puso frente a Isobel. Sonriendo, tomó sus dos manos y comenzaron a girar juntas. Las carcajadas infantiles apenas eran audibles para alguien más, porque el ímpetu del clima perturbaba cualquier otro sonido. Cada vez más rápido, más rápido. Sus vestidos comenzaron a alzarse pronto, y ya después de unos segundos, parecían dos pequeñas bailarinas de ballet, llenas de entusiasmo y valentía. Daba igual que se mojaran el cabello. Daba igual que se empaparan por completo. Ambas habían acordado lo genial que debía sentirse salir a jugar bajo la lluvia con vestidos de verano, y simplemente, ese era el momento para cumplir con la misión.

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Despertó al tiempo que dio un tremendo salto. Su respiración era agitada, y sus ojos, aunque asustados, se veían patéticamente cansados y aturdidos por la droga que todavía recorría las venas de su marchito cuerpo. Frunció el ceño un minuto, e intentó recordar por qué yacía en el piso de una especie de celda. Lamentablemente, la dulzura del recuerdo con su hermana terminó al rememorar cómo re-enterró su cadáver cerca de la cabaña en la que Denisse los había mantenido por días.

El dolor le rompió el corazón. Sin intentar mover un miserable dedo, se permitió yacer en las baldosas frías por un momento. Solo parpadeando, mirando el techo, aunque sin mirar nada en realidad. En silencio. Sin espasmos, sin gritos, sin sonidos. Sencillamente se permitió llorar. Se sentía completamente muerta en vida. 

Trató de hilar pensamientos luego de un largo instante. 

¿Por qué? ¿Por qué ella? ¿Por Anna, acaso? ¿Qué se supone que hizo su hermana para merecer tan triste final? 

— Oh, Anna. — Se susurró a sí misma en voz muy, muy baja, todavía llorando.

Es como si hubiese venido al mundo solamente a sufrir, desde que el hijo de puta del que se supone era su padre comenzó a corromperla. De ahí en más, todo, absolutamente todo se volvió cuesta arriba. Debe haberse sentido tan perdida y sola.

La explicación que alguna vez Ben le dio al justificar la muerte de Anna, ahora más que nunca no le convencía para nada.

— Pura mierda. — Seguía hablándose a sí misma.

¿A quién carajos le consta que realmente Anna haya muerto de sobredosis de quizá qué basura luego de coger con esos soldados, si ya ha visto suficientes muestras de que nada es lo que parece? Después de todo, ver a Ben usando traje militar cuando tanto Joel, Ellie como ella fueron atacados en esa abandonada biblioteca, le permitió concluir que finalmente, jamás fue un simple tutor de la escuela de FEDRA. No.

Ben era un soldado. Y parecía ser un soldado de rango alto.

Ben le mintió.

Otra vez.

Al notar que sus pensamientos la dirigieron un pequeño instante a las personas con las que estaba al momento de la emboscada, se despercudió inmediatamente. Con dificultad, por las heridas y golpes que marcaban su cuerpo y su corazón, jadeó al intentar ponerse de pie. Asustada, mordiendo sus labios partidos y sangrados, caminó despacio hacia lo que parecía la puerta de la celda. Intentó mirar hacia el fondo y alrededor, pero estaba todo increíblemente oscuro y lleno de niebla. La desesperación comenzó a brotar de su pecho maltratado. Respiraba con increíble dificultad. Comenzó a temblar.

— ¿Joel? — Gritó.

Nada. Silencio.

— ¿Joel? ¿¡Joel!?

Solo se oía el eco de su propia voz desgarrada, retumbando en las húmedas paredes llenas de musgo y porquería.

— ¿¡Ellie!?

Comenzó a tomar con sus pequeñas manos los fierros helados y oxidados, agitando la puerta para hacer escándalo.

— ¡Hijo de perra! ¡Ven aquí, Ben! ¡Es conmigo! ¡Es conmigo! ¡No con ellos! ¡Ven!

Nadie la oía.

Como estaba tan, pero tan exhausta, lentamente, todavía llorando desconsolada, gritando y gimoteando se giró, apoyando su espalda en los barrotes de metal frío. Su cuerpo se derritió, dejándose caer lentamente hasta sentarse en el piso otra vez. Ahora, abrazaba sus rodillas y comenzaba a mecerse de un lado para otro, llorando con rabia, con miedo. No lo soportaría. No soportaría sufrir más pérdidas. No a ellos. Ellos, quienes abrieron las puertas de su vida y de su hogar a una completa extraña que buscaba a su hermana. Sentía cómo comenzaba a llegar un ataque de pánico.

Sentada, cayó de costado. Ahora estaba en posición fetal, aunque todavía se movía suavemente. Tal como lo hacía Louise cuando ella era pequeña, como cuando se enfermó de neumonía por esa tonta travesura de salir a jugar bajo la lluvia, aunque luego del terrible regaño. Los recuerdos de su niñez comenzaban a llegarle de golpe, como relámpagos. Comenzó a jalarse el cabello con increíble fuerza, haciéndose daño.

¿Cuándo?

¿Cuándo volvería a sentir su alma así de ligera?

¿Nunca, acaso?





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Hola a todxs 🧚‍♀️✨. Esto es un pequeño interludio, tal como lo dice el título, en donde he intentado soltar la mano para retomar la historia. Sirve para ello, y para recordarles un poco lo último que había ocurrido, por lo que esa es la razón de su corta extensión.
Gracias por la paciencia. Ya volví 💖.

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⏰ Última actualización: May 30, 2023 ⏰

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