1. Te necesito cerca

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Nuestra historia comenzó cuando mi hermana pequeña anunció que se casaba, y no sería una boda cualquiera, por supuesto que no. Perla, como pronto podrás ir averiguando, es la persona más organizada que conozco —y que probablemente tú conocerás—, y no en el buen sentido, si no en el de querer controlarlo todo, hasta lo que a ella no le incumbe. Por esa misma razón decidió que se casaría en México, en la otra punta del mundo, y que tendríamos que estar allí un mes antes de la boda. 

¿Lo bueno? Que fue ella quien me pagó el viaje y me pegué unas vacaciones de treinta días.

¿Lo malo? Todo lo que ocurrió durante ese viaje.

Pero bueno, no adelantemos acontecimientos, voy a empezar por el principio.

Mi habitación olía a vainilla. Estaba en penumbra, el primer rayo de sol de la mañana apenas se colaba entre las rendijas de la persiana y yo acababa de regresar del trabajo después de estar sirviendo copas durante toda la noche. El mundo comenzaba su día a la vez que yo lo terminaba. El ruido del exterior quedaba en un segundo plano, ahogado por mis gemidos.

Cerraba los ojos con mientras sentía sus manos sujetándome con fuerza. Mis caderas se movían al compás de sus movimientos, mis pechos estaban erguidos entre sus rudos dedos y sentía cómo estos ejercían presión, cómo yo reaccionaba a cada una de sus fuertes caricias, esas que tan loca me volvían.

Mis pezones comenzaban a tensarse, estaban tan duros como dos grandes bolas a punto de explotar. Sus dedos se deslizaban por todo mi cuerpo. Luis siempre supo cómo y dónde tocar. Las piernas me temblaban y una presión se acercó a mi zona más íntima, logrando que mi columna vertebral creara un arco perfecto. Arqueaba las caderas para darle más espacio, los brazos ya no me respondían y las piernas no iban a durar mucho más en esa posición. Tenía la boca seca por los profundos gemidos que salían de mi garganta, y un reguero de gotas me bañaba la frente y la espalda.

Las embestidas eran cada vez más intensas, más bruscas. Me agarré con fuerza a su melena rebelde mientras tiraba de sus mechones rubios para aguantar el último asalto.

Un sonido estridente consiguió sobresaltarme y que abriera los ojos de par en par. y con la respiración entrecortada, miré a mi alrededor. Fue ahí cuando fui consciente de que mi dormitorio estaba a oscuras, de que Luis no estaba en ninguna parte, y de que en el reflejo del espejo que tenía enfrente solo estaba yo. Tenía varios mechones desordenados pegados a la frente, , el rímel corrido por la cara y los labios secos e hinchados. En la mano aún sostenía a Naranjito, agarrado con fuerza cerca de mi entrepierna: el culpable de haber estado a punto de tener el mejor orgasmo de mi vida desde que Luis, mi ex, me dejó.

El sonido volvió a llenar el vacío. Miré la luz de la pantalla del móvil y entonces vi su nombre.

No te lo he dicho aún, pero Perla, aparte de querer controlarlo todo, también es una experta en aparecer en el momento más inoportuno.

Olvidemos quienes fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora