14. Siempre en mis pensamientos

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No sé qué fue menos profesional, mi cara de sorpresa o la carcajada que no pude reprimir al ver a Ágata haciendo el helicóptero con los brazos. 

—Lo siento mucho, señor Cuervo —me disculpé—. Como le decía, le avisaré cuando esté todo listo, y muchas gracias de nuevo.

—Un placer, señor Olivar.

Me dio un apretón de manos antes de volver al interior.

En cuanto me escabullí del inesperado encontronazo, mis ojos se dirigieron de nuevo a Ágata. Su aspecto era mucho más maduro del que solía ver esos días, aunque igual de colorido y extravagante como siempre. Su diminuto cuerpo se acercó a mí, y mi sonrisa desapareció en cuanto vi su ceño completamente fruncido.

—¿Qué haces aquí? —preguntó de brazos cruzados.

—Hola a ti también.

—¿Me estás siguiendo? —quiso saber con incertidumbre en la mirada.

—No, pesadilla. —Rodé los ojos y su expresión se suavizó—. Tengo una comida de negocios. ¿Acaso eres tú la que me sigue a mí? —Sonreí de lado.

—Deja de llamarme así, troglodita. —Apoyó una mano en la cadera y alzó la barbilla para quedar más a mi altura—. Tengo una comida familiar.

—Qué casualidad —dije con total sinceridad.

Volvió a fruncir el ceño.

—¿Igual de casual que el hecho de que estuvieras hablando a escondidas con mi cuñado hace unos minutos?

—¿Con quién? —pregunté, sorprendido.

—Mauricio Cuervo. ¿Me lo vas a negar?

Casi me atraganté al oírlo.

—¿Cuervo es tu cuñado?

—¿De qué os conocéis? ¿De qué hablabais? ¿Qué estáis tramando? —me interrogó con los brazos en jarras.

—Negocios —conseguí decir—. Explícame eso de que sois familia.

—Se casa con mi hermana. ¿Recuerdas la boda?

Mierda. Los Cuervo eran gente importante en el país. Conocían mi empresa, conocían a mi padre, y me conocían a mí, por lo que Ágata no tardaría mucho en descubrir quién era. Eso haría que su actitud conmigo cambiara por completo.

Chasqueó los dedos frente a mi cara.

—Tierra llamando a Enzo.

—La recuerdo, sí.

La observé más de cerca, centrándome en sus pecas casi ocultas por el maquillaje.

—Pues eso es todo, no te creas que yo soy como ellos; una pija más. —Levantó las cejas—. Aunque hoy vaya así vestida... —resopló.

Olvidemos quienes fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora