68. Cuídate, ¿vale?

475 27 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Ágata me soltó la mano.

—Qué has hecho ¡¿qué?! —alzó la voz.

Aún sentía el calor que desprendía su piel. No era capaz de mirarla a los ojos. Me sentía horriblemente mal por lo que estaba a punto de hacer, pero no podía dejar que cometiera un terrible error. La quería tanto que estaba dispuesto a alejarme de ella con tal de que pudiera conseguir todo lo que se propusiera.

—Esto no iba a funcionar. Nosotros.

—No estás hablando en serio.

Ágata se mordía el labio intentando retener las lágrimas. Yo trataba de no mirarla, porque no podría continuar con la farsa si lo hacía. Pero no había otra opción, Ágata jamás se iría sin mí, no me dejaría para cumplir su sueño, no tenía otra opción más que partirle el corazón.

—Hemos ido muy rápido. Yo tengo mi vida en Barcelona, no estoy preparado para que entres en ella todavía.

—Eso no es cierto —sollozó.

—He aceptado lo de Alemania para que te vayas.

—¡No pienso irme de todas formas! —gritó, furiosa.

—Ese es tu problema, pero no cambiará nada.

—¡Lo cambia todo! —Me golpeó el pecho con los puños—. ¡Lo estoy haciendo por nosotros, maldito troglodita!

Ágata lloraba desconsolada. Dejó caer la cabeza en mi pecho, agotada después de arremeter contra mi pecho con rabia mientras yo aguantaba sin tocarla.

—Los dos sabemos que esto no va a funcionar. Eres una cría.

Sabía lo que esa palabra significaba para ella, pero tenía que hacerle creer que no la quería, aun cuando quererla había sido lo más real que había hecho jamás.

—Ni se te ocurra jugar con eso.

—Ágata, intento explicarte como adultos que esto solo puede funcionar aquí. No hay espacio para ti en mi mundo.

Me miró con rabia. Lo estaba consiguiendo, tenía que odiarme para que me dejara ir y pudiera volar alto.

—Apenas tienes veinticinco años, eres joven, aún tienes mucho mundo que recorrer, mucha vida que vivir, y muchas personas por conocer. Yo ya he tenido tiempo para todo eso, pero no te voy a quitar el tuyo.

—¡Es mi decisión! —gritó—. Mi puta decisión. Mi vida. Mis decisiones. Solo mía. No te incumbe en absoluto.

La amaba. Me estaba desgarrando por dentro lo que estaba haciendo, pero lo hacía por ella, por el amor que le tenía.

—Y mi decisión es que no puedo seguir contigo.

—Sé lo que intentas. —Su mirada estaba rota; sus ojos, vacíos—. Pero sé que me quieres. Esto no te va a funcionar.

Olvidemos quienes fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora