61. Tierra, trágame

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—He pensado que, como hoy es nuestra última noche aquí, quizá podríamos darle alguna sorpresa a Perla —susurró Gema para que solo yo pudiera oírla.

—¿Algo como qué? —pregunté, dando pequeños sorbitos al té hirviendo que había preparado.

—Esmeralda me ha dicho que le parece buena idea, espero que a Perla no le moleste, pero se está poniendo muy aburrido si no...

Gema dejó de hablar de inmediato. Miré lentamente hacia atrás, o, bueno no sé si lentamente, yo soy de esas a las que le dices «disimula» y hacen todo lo contrario, así que ya puedas imaginar mi cuello, como si fuera la niña de El exorcista.

Perla nos miró a ambas y frunció el ceño. Yo me hice la loca y clavé la mirada en otro punto.

Dios, qué mal se me da ocultar cosas.

—¿Qué pasa? —preguntó Perla cuando llegó a la mesa.

Seguí mirando hacia la nada. Si no la miraba a los ojos, sería como si no estuviera delante, ¿no? Mi hermana siguió preguntando, gritaba mi nombre cada vez más alto, y yo creyendo que fingir que no la escuchaba me iba a servir de algo.

—Ágata, deja de hacerte la sorda. Estás a medio metro de mí, me estás oyendo a la perfección.

Comencé a silbar. No sé por qué me pareció buena idea, pero empecé a hacer ruidos con la boca y a tararear. No quería meter la pata y decir algo que no debiera, pero, en realidad, tampoco sabía cuál era exactamente la sorpresa que Gema le quería preparar.

¿Sería un stripper? Gema había dicho «esto se está poniendo aburrido», y claramente eso lo haría mucho más divertido.

Joder, mi hermana era la hostia. Iba a traer a un tío para nuestra última noche.

Perla iba a flipar, eso seguro.

—Pasa de ella, te está vacilando —respondió Gema para salir de la situación.

—¿Cuántos años tienes? ¿Tres? —preguntó, indignada, antes de irse.

—Pero ¿a ti qué te pasa?

—Me he puesto nerviosa, ¿vale? —Resoplé—. No se me da bien guardar secretos.

—Pues ni de coña te cuento el plan —rezongó Gema.

—Ya me imagino lo que es. —Sonreí de lado—. Tienes luz verde de mi parte.

—Perfecto, pues llamaré para decirles que vengan en un par de horas.

Le guiñé el ojo y me fui.

Me di un baño relajante y me arreglé en tiempo récord. Me puse un poco de maquillaje y un modelito que se me ajustaba al cuerpo. Si esa iba a ser la última noche, y, además, habría un chico bailando, tendría que estar pibón. A ver, solo iba a mirar. Bueno, quizá también le sobara un poco, pero nada más, por supuesto. No había nadie más que Enzo con quien quisiera estar. Me encargaría de grabar a Perla mientras le hacían un striptease, ese momento tendría que quedar guardado para la posterioridad.

Olvidemos quienes fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora