47. Pero, ¿tú te has visto?

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No fui capaz de responder nada más. No es que no estuviera segura de lo que sentía, más bien era todo lo contrario. Creo que nunca vi tan claro algo como lo que sentía por él, pero llevaba mucho tiempo cerrándome al amor. Llegué al punto de no soportar al sexo contrario, a culparlos a todos por lo que me hizo uno solo, y aunque eso ya había cambiado, el miedo que había intentado esconder durante meses aún asomaba de vez en cuando. Ese fue uno de esos momentos. ¿Qué iba a ofrecerle a un hombre que ya lo tenía todo?

Enzo me miraba en silencio, a la espera de una respuesta o simplemente una reacción por mi parte, pero lo que recibió fue silencio. La puerta se abrió a su espalda y una cabeza con ondas de color castaño y una sonrisa enorme asomó tras ella.

Salvada por la campana.

—Perdone la interrupción, señor. Tiene una llamada importante en espera.

—En diez minutos la devuelvo, gracias.

—De acuerdo —dijo antes de salir.

Enzo me miró a la espera de retomar la conversación, pero tenía la excusa perfecta para librarme de ella por el momento.

—Bueno, no te molesto más —resolví, levantándome—. ¿Nos vemos esta noche?

Una mano me sostuvo, impidiéndome la huida. Me puse tensa ante el ceño fruncido de Enzo. Su mano me rodeaba la muñeca delicadamente.

Me miró con dureza.

—¿Y ya está?

—Ya está ¿qué? —La voz me salió aguda debido a los nervios.

—¿No te olvidas de algo? —Levantó la ceja.

No iba a dejar pasar el hecho de que no había contestado a su proposición. Pero ¿cómo iba a hacerlo, si no sabía la respuesta? Lo miré a los ojos, sus oscuros ojos marrones, y entonces sus facciones se relajaron y me mostró una de sus mejores sonrisas, esas que solo yo conocía.

—Mi beso —dijo con una sonrisa lobuna en los labios.

Vale, era eso...

Le rodeé el cuello con los brazos y lo atraje hacia mí para unir nuestros labios en un beso corto pero intenso. Su lengua atrapó la mía con insistencia y nuestras respiraciones se aceleraron.

Me separé bruscamente y, con una sonrisa burlona, lo miré fijamente.

—Si quieres seguir con esto, no tardes en llegar. Te espero en tu casa —me despedí meneando las caderas exageradamente.

—Joder, se me va a hacer eterno —se lamentó, dándome un buen repaso.

🧳 🧳

Estaba recogiendo las cosas de la piscina mientras esperaba a que Enzo regresara. Me había acostumbrado a entrar en su casa como si fuera nuestra, algo que nos unía; como si ese lugar formara parte de ambos.

Olvidemos quienes fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora