Capítulo 22-Adelante hasta el amanecer

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Era pronto en la mañana, aún ni siquiera había amanecido, cuando me había despertado. Me encontraba vistiéndome cuando de repente Erika, Luvellia y Mimi se despertaron—¿Ya te vas?—pregunto Luvellia y rápidamente las tres medio dormidas se levantaron y comenzaron a arreglarse— ¿Que haceis? Vamos aún es muy tarde, seguir durmiendo— — No, queremos ir contigo y despedirnos— replica Mimi—Por favor quedaros, aún es muy pronto, hace frío — viendo que se trataba de una batalla perdida el intentar convencerlas de que se quedaran; Continué preparadome y después de varios minutos los tres nos dirigimos al patio donde un coche negro nos estaba estaba esperando, nos subimos y este puso en marcha. Varios minutos después llegamos al puerto el cual estaba lleno actividad. Por doquier había soldados hombres y mujeres por igual despidiéndose de sus parejas. Se podía leer en el ambiente un aura pesada y llena de incertidumbre. Mientras unos soldados se llevaban mi equipaje yo me encontraba despidiéndome de Erika, Luvellia y Mimi—Bueno, no os preocupéis volveré enseguida. Mientras estoy fuera Erika estará al mando, si pasa algo me avisas y tomaré un avión y vendré ¿Prometido?— —Si— dijeron las tres, acto seguido una a una comenzaron a despedirse mientras lloraban—Vuelve pronto — Acto seguido las bese y me dirijo al barco. Una vez llegué al puente de mando vi a todo él mundo que estaba nervioso—¿Y esas caras? ¡Vamos a explorar, somos exploradores! ¡ Arriba esos ánimos!— en ese momento momento comencé a cantar la canción de Erika.

Primer día de viaje

Era el primer día de viaje. Me había despertado pronto y luego había hecho mi rutina de ejercicios. Al terminar me di una corta ducha y luego me afeité. A la hora del desayuno, desayuné junto a los oficiales, mientras hablábamos. Durante la mañana estuve paseando de un lado a otro del barco inspeccionando las diferentes cubiertas. A la hora de comer, volví a reunirme con los oficiales y comí con ellos. Por la tarde fui al puente de mando y estuve allí hasta la cena. Y por tercera tercera vez me reuní con los oficiales. Después me retiré a mi camarote, me quite la chaqueta del uniforme, me serví un vaso de whisky, me encendí un cigarrillo y me dejé caer pesadamente sobre la silla de mi escritorio — Y solo es el primer día. Quedan cuatro — mire el botellero con tristeza y suspire — Tendría que haber dejado venir a Luvella o Mimi, o haber traído más alcohol. Los siguientes días fueron igual de aburridos.

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