10 | Dulce

36 6 1
                                    

Mía

Estaba segura de que parecía un mapache andante, después de esa pequeña conversación con Nick en la madrugada no había podido conciliar el sueño como era debido, no había dormido nada en toda la noche y mi rostro me delataba. Pongo un poco de corrector sobre mis ojeras y cuando ya estoy lista salgo de mi habitación.

Bajo las escaleras y me encuentro a mis padres desayunando juntos.

— Buen día —saludo.

— Cariño, ¿qué haces despierta tan temprano? —me habla mi madre.

— No lo sé —miento.

Siii... no era tan común verme despierta a las siete de la mañana.

— Quizá fueron los ruidos de anoche —responde mi padre.

— ¿Ruidos? —pregunta mi madre.

Camino de espaldas a ellos para buscar mi desayuno y ocultar mi rostro sonrojado por recordar lo que había pasado anoche en ese mismo sitio.

Mi mano tomando la suya sintiendo el aliento brotar de su boca y chocar contra mi rostro, sus brazos contra mi cintura tomándome como si no quisiera soltarme nunca más, quería más que nada que no me soltara nunca más.

— Si, en la madrugada escuché ruidos, fue solo un momento, pensé que eran gatos, pero quizá eran fantasmas —dice con suspenso sacándome de mi transe.

Mi mamá y yo reímos al mismo tiempo.

Ella por la suposición irreal de mi padre y yo por los nervios.

— ¿Un fantasma?, Richard, creo que estás viendo muchas películas.

— Lorain, es enserio.

— Claro que sí cariño.

Ambas reímos mientras mi padre nos mira serio.

— Cambiando de tema, mañana es tu baile cariño —me dice mi madre con entusiasmo.

— Si de hecho, ya compre el vestido.

— Pensé que no querías asistir —responde mi padre.

— ¡Richard! —mi madre lo fulmina con la mirada.

— Ya, no dije nada.

Terminamos de desayunar entre conversaciones del baile, advertencias de no acercarme a chicos por parte de mi padre y de un poco más, ambos se levantan y se despiden de mi, irían directo a las oficinas de la distribuidora, una pequeña empresa que formaron juntos.

El trabajo de todas sus vidas.

Solían trabajar todo el día, casi nunca estaban en casa, pero cuando estaban disfrutaba mucho de su compañía.

— Te veo en la noche cariño, ya sabes, no llegues tarde si sales y puedes llamarnos por cualquier cosa.

Asiento.

— Te amo —me dice papá mientras me da un beso en la frente, ambos salen de casa.

Ahora si, completamente sola y sin nada que hacer.


Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora