27 | Despues de la tormenta jamas viene la calma

12 3 0
                                    

Nicholas

Por un segundo creí haber escuchado mal, creí que era una jodida broma de Clara, pero al ver la preocupación en la cara de Mía solo mantuve mi compostura.

Los tres pares de ojos que nos observaban se esfumaron casi de inmediato, por el momento quería procesar la información así que caminé hasta el auto a pasos rápidos, supe que Mía me seguía cuando al subirme al asiento del piloto se quedó fuera mirando el coche debatiéndose si entrar o no.

La hice un ademán para que entrara y así lo hizo, cuando cerró la puerta del copiloto entonces hablé:
— ¿Qué carajo ha sido eso?

— Me han aceptado en la universidad —su explicación no me dijo nada en lo absoluto.

— ¡Me hubiera encantado felicitarte si me hubiera enterado por ti misma!, ¡yo no me iré, te irás tú!

— ¡Lo siento!, ¡no supe cómo decírtelo, es complicado cuando dices que quieres quedarte por mi!

— Solo espero la verdad Mía, yo te la he dicho, me hubiera encantado escuchar la tuya —dije apartando mi vista de ella y volviendo al frente.

— Lo lamento, de verdad lo lamento, quería decírtelo, quería... pero no lo he hecho, solo... tengo miedo de que esto se acabe, no quiero que se acabe.

Me sentí culpable de inmediato, gritar no solucionaría nada, se veía perdida y sentí una punzada en el pecho cuando noté que reprimía las ganas de llorar.

— ¿Cuando te irás? —levante su rostro y acomode el cabello que descansaba sobre él detrás de su oreja.

— No se si me iré, no lo tengo decidido, había dado por hecho que no me aceptarían —toma un respiro profundo—, si no me hubieran aceptado todo hubiera sido más sencillo pero realmente es mi sueño.

Si no te hubieran aceptado serían unos idiotas.

Me acerque a ella y cubrí su cuerpo con mis brazos haciendo que quedara a horcadas sobre mi, hundió su rostro en mi cuello en un cálido abrazo, di pequeñas caricias en su espalda por unos minutos hasta que se reincorporó.

— No se que haré —me confiesa.

— Tienes tiempo rubia —le regalo una sonrisa ladeada—, mientras tanto podemos ocupar el tiempo para nosotros.

Me golpea el hombro de manera suave cuando le lanzó una mirada coqueta.

— Hablo enserio Nick —me regala una sonrisa pequeña.

— Y yo también.

Tomó mi rostro entre sus pequeñas manos y me dio un suave beso que se convertiría en mi maldita necesidad cada segundo de mi existencia, una corriente recorrió todo mi cuerpo e inconscientemente pose mis manos en el dobladillo de su camisa blanca jugando con él, introduje mis manos por dentro de la tela teniendo contacto directo con su piel, se erizó al instante y emitió un suspiro que chocó contra mis labios e hizo temblar a todo mi sistema nervioso.

¿Cómo un simple sonido podía volcarme en la locura tan de inmediato?

— ¿Y si nos vamos? —mi voz salió ronca, necesitada.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora