45 | Sindrome del equivocado

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Mía
2 semanas después

Mis pies se deslizan por las frías baldosas al caminar por el pasillo arrastrando la tela de mi vestido azul, me muevo junto a la música que resuena en toda la casa, cuando llego a la cocina me recuesto de la barra de mármol, veo a Nicholas mientras bate una crema espumosa sobre un cuenco de metal de espaldas a mi, cuando nota mi presencia me acerca aquella mezcla con una sonrisa y me da a probar, tomo un poco con mi dedo pero antes de lograr llevarlo a mi boca se apresura deslizando su lengua por ella.

Hunde sus labios sobre los míos tomándome por sorpresa, me inunda el sabor de la mezcla , era dulce y a su vez cítrica pero no podía saber de que se trataba, estaba tan sumida en sus labios que me costaba pensar con claridad cuando él se acercaba a mi. 

— ¿Qué tal me veo? —pregunto en medio de unos cuantos besos regados por mi rostro.

El sol que todo lo ve nunca vio a otra que se le parezca desde que comenzó el mundo.

— ¿Ahora eres Shakespeare?

— Lo que tú quieras —sus brazos me aprisionaron contra la barra.

— No seas tan cursi.

— Desde que comencé a leer libros de romance por ti me debo a mi deber de ser un digno personaje.

— Romeo y Julieta es más trágico que romántico.

— Cualquiera que de su vida por amor tiene derecho a una buena historia romántica.

— ¿Darías tu vida por mi? —pregunté.

Acercó sus labios a los míos tan rápido que no me dio tiempo ni de titubear.

— Sin pensarlo dos veces.

Había visto a Nick muy poco estas semanas, siempre estaba trabajando u ocupado desde que su padre había sido encarcelado, él había quedado encargado de llevar la compañía tras el repentino "retiro" de su padre. Sus negocios ilícitos y contrabandos no hacían más que atarear más a Nick, las noticias lo pintaban como unas vacaciones aunque la realidad fuera otra. El edificio donde su padre había sido arrestado estaba hasta el tope de reporteros, pero ninguno se había percatado de que Nick no vivía ahí, se mantenía escondido en su habitación evitando preguntas que no lo llevarían a nada bueno. Esa era la principal razón por la cual agradecía que estuviera aquí y ahora.

Clara no se había despegado ni un solo día de mi desde hace una semana, si yo no me quedaba en su casa ella se quedaba en la mía y viceversa, me alegraba tenerla porque no me gustaban las noches en las cuales estaba sola pero ahora estábamos todos juntos y eso era lo que valía.

Amalia entra haciendo que ambos dirijamos nuestra mirada hacia ella, le quita el cuenco a Nicholas y me sonríe dulcemente.

— Nicholas espero que no estés jugando con la comida.

— Por supuesto que no —le dedica una sonrisa maliciosa—, es un gusto ayudarte.

— Ya no necesito más ayuda, vayan a divertirse.

Nicholas hace una seña con la mano y me toma entre sus brazos llevándome hasta el patio.

— Llegaron —dice Leah con una sonrisa gigante.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora