42 | El principio del final

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Mía

El sonido molesto de mi alarma no cesó después de mis intentos fallidos por apagarla, quizá llevaba más de veinte minutos sonando y aún así mi sueño no quiso abandonarme. Me levanté maldiciendo todo lo que se me cruzara al frente, yo solo quería seguir durmiendo.

Al ver la hora di un salto de la cama, eran pasada las diez así que tome una ducha rápida y cuando ya estaba arreglada baje a desayunar para prepararme para el resto del día.

No podía parar de pensar en Nick, y mucho menos después de lo que había pasado hace unos días en el lago, mi mente volvía a ese momento una y otra vez con tal de volver a sentirme tan viva.

Para mi sorpresa mis padres estaban en casa, mi madre estaba sentada en la mesa del comedor y mantenía un semblante preocupado mientras mi padre estaba hundido en la computadora con sus lentes sobre el puente de su nariz.

— Buenos días —dije en voz baja.

Era realmente extraño verlos en casa, sobre todo por la mañana.

— ¡No puede ser! —mi padre exclamó en voz alta, se llevó una mano a la frente y maldijo en voz baja.

— ¿Pasa algo? —me acerque hasta ellos y fue cuando ambos se dirigieron a mi.

— No cariño, está todo bien —la sonrisa falsa de mi madre me dio mala espina.

— ¿Seguros?

— Claro que si pequeña, sigue en lo tuyo —dijo mi padre levantándose de la mesa al igual que mi madre, cuando pasa por mi lado deposita un beso sobre mi cabeza, ambos suben las escaleras y desaparecen cerrando con fuerza la puerta de su habitación.

Me acerque a la mesa en donde segundos atrás habían estado ambos sentados, habían papeles dispersados por toda la madera, comencé a leerlos para encontrar algo que me diera indicios de lo que ocurría, la mayoría de papeles mostraban las escrituras de la distribuidora y todo aquello que tenía que ver con ella. Un sobre de color grisáceo llamó mi atención, estaba rasgado y tenía un papel arrugado metido a la fuerza el cual no tarde ni medio segundo en abrir. Cuando por fin pude ver de que se trataba supe que algo iba mal, aquel pedazo de papel obligaba a mis padres a pagar una cantidad exagerada de dinero para mantener su empresa y sus embarcaciones en el puerto por la pérdida de contenedores de un cliente exclusivo el cual había decidido demandar en base a las pruebas que el mantenía.

La rabia inundó mi cuerpo cuando al tomar el sobrante del sobre y unirlo con el resto el sello de las empresas Blanco se hizo notar.

Tomé mis cosas y sin pensarlo dos veces salí en dirección en busca del causante de todos los problemas que rondaban mi vida. Podía ignorar el hecho de que me persiguiera como un maldito fantasma, que me amenazara o se metiera conmigo, pero con mi familia no lo toleraría.

Pensar con la cabeza fría no estaba de más.

Pase por la entrada del edificio veinte minutos después de haber salido de casa, me acerque a la recepción en donde se encontraba todo vacío, me recosté sobre la mesa y tomé una de las tarjetas sobre el mostrador, entré al ascensor marcando el último piso y colocando la tarjeta en el lugar indicado esperando que esto funcionara. Espere impacientemente a que las puertas se abrieran, cuando estas lo hicieron un hombre alto y fornido se encontraba de espaldas a mi. Salí rápidamente escondiéndome tras una pared.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora