02 | Nicholas

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Nicholas

— ¡Nicholas! —abro los ojos de golpe y los vuelvo a cerrar gracias al resplandor de la luz.

Paso mis manos por mi rostro para quitar cualquier resto de sueño pero no sirve de nada.

Me levanto del cómodo asiento cuando lo veo de pie observándome, tiene el ceño fruncido marcado, como siempre, y su traje lo hace ver mas imponente que de costumbre y eso era complicado ya que desprendía cierta oscuridad solo con su presencia.

— Ya aterrizamos —me hace saber mientras camina por el estrecho pasillo.

Un bostezo aparece, acomodo mis lentes de sol y camino detrás de él, salimos por la puerta del avión bajando unas pequeñas escaleras. Cuando llego al suelo el aire es más puro que en la ciudad y el sol quema mi piel de una manera agradable, solo puedo visualizar un campo abierto con una pista, unos cuantos almacenes que dan la impresión de ser inmensos, suponía que era donde guardarían los aviones pero más allá de eso, al rededor, no había nada.

Para antes de que pudiera preguntar una fila de autos negros se acerca a nosotros por un camino de tierra, cuando ya están frente a nosotros subo detrás de mi padre y nos ponemos en marcha dejando el avión detrás.

Después de un viaje de más de catorce horas —las cuales se me hicieron eternas— por fin habíamos llegado, estábamos aquí, en Italia.

Decidí limitarme a ver por la ventanilla del auto todo el camino, fueron casi treinta minutos que no se comparaban en nada con las horas de vuelo. La vista era impresionante, cuando llegamos al pueblo las historias que mi abuelo solía contarme de niño sobre este lugar se volvían realidad, la playa se podía ver desde cualquier punto y las casas y edificios eran pequeños y pintorescos a diferencia de Washington, donde todo era... diferente y gris.

El auto se detuvo frente a una casa antigua, sus paredes estaban casi completamente tapadas por la vegetación, pero aún así estaba bien conservada. Tenía muchas ventanas y un jardín delantero repleto de arbustos perfectamente recortados.

Mi padre bajó primero en camino a la puerta y yo tras él, me ocupe de traer mi propio equipaje dejando atrás a unos cuantos metros a sus hombres, cuando estamos frente a la puerta mi padre toca el timbre. Se nota su impaciencia en los choques de su pie contra el suelo y la manera en la que en tan solo diez segundos ha visto el reloj tres veces, escucho unos pasos dirigirse a la puerta, son firmes, como los de mi padre. La puerta se abre dejando ver la figura de mi abuelo.

— ¡Llegaron! —se acerca para abrazarme, luego de la misma manera abraza a mi padre —, debieron avisarme y los habría ido a buscar.

— No fue necesario —responde mi padre con una leve mirada al personal detrás de nosotros.

— Bien... ¿como han estado?, traeré algo de tomar —nos hace pasar a ambos y nos sentamos en su cómodo sofá mientras él va a la cocina por algo de café. El lugar es muy acogedor, rústico y elegante al mismo tiempo no hay nada minimalista en lo que se ve de la casa y a juzgar la cara de desagrado de mi padre no es de su gusto.

— ¿Nicholas estás seguro de querer quedarte aquí? —me pregunta.

— Lo estoy, ya hemos hablado de esto, tenemos un trato, ¿no?

— Y espero que lo cumplas al pie de la letra, sin excusas.

— Bien.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora