30 | Mi peor parte

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Mía

Vuelvo a sentarme en la mesa cuando me aseguro que mis lágrimas han desaparecido totalmente, Aidan me regala una sonrisa y hago todo mi esfuerzo posible para devolvérsela, Nick no me siguió, no me detuvo, no hizo nada. Me enfoqué en la compañía que tenía en frente, los padres de Aidan hablaban animadamente con el padre de Nick y con Naomi, Eider intentaba sacarme una sonrisa con sus chistes malos que comenzó a contar en el momento que volví a la mesa, Leah por su parte solo lo regaña por ser imprudente y Aidan miraba a ambos con pena ajena cubriéndose el rostro con las dos maños.

No podía creer que eran hermanos, los mellizos no tenían nada parecido a Aidan sin embargo Jess, su madre, era un reflejo femenino de él. John por su parte tenía más parecido a los mellizos, cabello castaño, liso y la altura que los acompañaba era genética.
Era de esperarse que la irrupción de ellos en mi vida fuera más que coincidencia pero me estaba sintiendo como en una telenovela y no me gustaba para nada.

Comencé a sentir un nudo en la garganta que me daba punzadas constantes cuando Nick se reintegra a la mesa, me dirigió una mirada corta, sus ojos apagados y su rostro serio envió un mensaje que no supe descifrar, solo se mantenía en su lugar con su mirada fija sobre el plato ligeramente revuelto pero completo.

No existe.

—... pero cuando menos lo esperaba Eider y Leah llenaron de pintura roja toda la habitación de Aidan —la anécdota de Jess (que casi no había escuchado) generó pequeñas risas exceptuando la mía y la de Nicholas.

No existe.
Exceptuando la mía.

— También recuerdo haberles puesto sapos en sus cajones después de eso —comentó Aidan con una sonrisa que volvió a generar pequeñas risas.

— Y dañaste mis zapatos cafés —Leah lo fulminó con la mirada—, no me hubieran dolido tanto si Dior no los hubiera discontinuado.

— Eran unos simples zapatos, después de esos compraste casi diez pares en "compensación" —Aidan movió sus dedos haciendo comillas.

Eso me hizo recordar que quizá sobreviví toda mi secundaria con el mismo par de converse blancas que a día de hoy seguía usando, a la vez me hizo pensar en que ese era el lugar de los mellizos, de Aidan, de Naomi y por mucho que no quisiera nombrarlo también era el lugar y la vida de Nicholas y quizá por eso no me había escogido a mi.

Yo no era parte de su mundo.

—¿Y el tuyo Mía? —la pregunta de la morena interrumpió mis pensamientos.

— ¿Eh?

— ¿De dónde es tu vestido?

— Lo hizo mi madre —respondí tocando la suave tela que tanto me gustaba.

— ¿Tu madre es costurera? —se llevó una mano al pecho fingiendo pena—, no digo que sea malo serlo, pero pobre, quizá le pueda decir a mi padre para que le ofrezca algo mejor y ya no tengas que llevar algo como eso.

Me replantee saltar sobre la mesa y despegarle sus pestañas postizas.

— Mía, ¿podrías pasarme el ponche? —desvíe mi atención hacia Jess que me sonreía de manera amable, asentí hacia ella y me incline hacia la jarra, justo cuando iba a tomarla Naomi tiro de ella regando el líquido sobre mi.

Mi vestido comenzó a teñirse de un color rojo vino de inmediato, cuando fijé mi mirada en ella su gesto de sorpresa falso y una pequeña curva malévola en sus labios hicieron lo necesario para arruinarme la noche.

— Discúlpame, solo quería ayudarte.

Su voz chillona repiqueteo contra mis oídos, la rabia acumulada era tanta que volví a sentir mis ojos humedecerse por no poder explotar en frente de todas aquellas personas.
Negué con la cabeza hacia ella, Aidan tomo una servilleta de tela y la puso sobre mi vestido absorbiendo el líquido lo más posible pero la mancha no se quitaría tan fácilmente.

Aleje sus manos de mi vestido y hablé para todos levantándome de la silla:
— La cena ha sido agradable, gracias por invitarme pero es hora de que me marche.

— Te llevaré —dijo Aidan levantándose a la par.

— No, prefiero irme sola, muchas gracias, fue un placer conocerlos.

No espere un segundo más y salí de aquel comedor, cuando el ascensor cerró sus puertas pude dejar caer las lágrimas que mantuve retenidas. Al estar abajo no supe si la decisión que había tomado había sido la correcta, no tenía como volver a casa, justo antes de que tomara el celular para llamar a mis padres Ciro (el hombre que siempre rondaba cada vez que estaba cerca de Aidan) salió del auto negro frente a mi abriéndome la puerta de los asientos traseros.

— No pensará que el señor Aidan la dejaría sola a estas horas de la noche.

Sentí alivio de no tener que llamar a mis padres así que sin pensarlo dos veces subí al auto, Ciro subió momentos después y se puso en marcha sin decir una palabra y me hundí en aquel silencio cómodo , cuando estuvimos afuera de mi casa solo se despidió deseándome las buenas noches, salí del auto y entre a casa, todo estaba oscuro y mis padres quizá ya a esta hora estarían dormidos por lo que no me detuve en el pasillo, seguí a mi habitación lo más pronto posible y me despoje del vestido tirándolo a algún lugar de la habitación, me di una ducha y puse mi pijama para dejarme caer en la cama.

¿Por qué sentía que me habían arrancado el corazón?

Las próximas horas de la madrugada se resumieron en llantos extensos que quizá acabaron con toda mi reserva de agua corporal, no tenía muy claro el porque lloraba, pero el dolor en mi cuerpo era tan grande que estaba obligada a hacerlo, no sabía cómo alguien en tan poco tiempo había podido construir tantos sentimientos dentro de mi, y al mismo tiempo encargarse de destruirlos en cuestión de segundos.

Ni siquiera sabía que era lo que sentía, solo sabía que averiguarlo dolería más.

Cuando menos lo espere y casi amanecía me adentre en un sueño profundo que me mantuvo en paz tan solo por algunas horas, horas en las que me hubiera gustado refugiarme los días siguientes pero cada vez era más complicado dejar de pensar en lo sucedido pero debía dejar de hacerlo.

Respira un poco, él ya no existe.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora