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Nicholas

— Joven Nick, la reunion ha terminado —me informa Paul desde la puerta del despacho de mi padre.

Había venido más tarde de lo que había planeado, quería plantar cara después de varios días, después de aquella cena no volví a saber nada de Mía, Eider no la mencionaba y Leah directamente no me dirigía la palabra, a pesar de eso no fui capaz de contarles lo que realmente ocurría ni de buscar a la rubia.

Me estaba comportando como un maldito cobarde.

Decidí irme del edificio cuando recibí la primera llamada de mi abuelo desde que había desaparecido de casa, fue la única persona con la que pude desahogarme y a pesar de que quiso intervenir me negué totalmente y el acepto mis condiciones, había regresado a casa por fin.

Me levanto del pequeño sillón perfectamente colocado bajo las tenues luces frías del pasillo, paso al lado del uniformado y cierro la puerta a mis espaldas. Cuando traspaso el marco de la puerta mi padre me observa serio mientras retira sus anteojos.

— No me ha gustado para nada que te hayas ido sin avisar —me menciona.

Me quedo de pie frente a él.

— En tus termino no estaba informar todo lo que hago y dejo de hacer  —respondo desinteresadamente sentándome en la silla frente a él.

— No voy a interferir al respecto, tu ya sabes las condiciones y las consecuencias.

Asiento delicadamente.

Sus condiciones me importaban una mierda pero no me arriesgaría a poner en peligro a nadie.

— ¿Cuando es el viaje? —mi cambio de tema no influyó mucho en él como nada de lo que yo hacía.

— Mañana —enfocó la vista en los papeles que tenía en frente arrugando su frente.

— Bien, entonces me encargaré de la reunión.

— Se canceló.

— ¿Qué?, ¿por qué? —me levante apoyando mis brazos en la mesa—, sabes lo que puede generar en la empresa.

Su celular comenzó a vibrar y no dudo ni un segundo en contestar llevándose el teléfono a la oreja y tapando el micrófono.

— Nicholas, hablaremos después, ya puedes irte.

Me quede unos segundos frente a él procesando el hecho de que a pesar que el mismo me había hecho trabajar por ese contrato ahora no le importaba, salí del despacho dando un pequeño golpe en la puerta y comencé a caminar hasta la salida, mi paciencia se estaba agotando, llevaba semanas trabajando para concretar ese acuerdo pero como siempre mi padre hacía lo que quería.

Conduje hasta casa con la rabia desbordando mi cabeza por lo que tuve que hacer una pequeña parada en el lago, quizá solo había venido con la esperanza de encontrarme a Mía, pero no estaba.

Cuando llegue a casa me encontré a mi abuelo con sus típicas botas llenas de tierra y una nueva planta en la mano, lucía igual que en una foto de hace años que solía mostrarme en la que plantaba los rosales que hoy adornaban el jardín con mi abuela. No había compartido lo suficiente con ella, estaba enferma y eso le impedía viajar, mi abuelo por otra parte siempre que podía iba a visitarme, pero desde la pérdida de mi abuela Max no era el mismo.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora