37 | Intruso

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Mía

Acaricia mi cintura entrando por mi camiseta de tirantes, sus manos se mueven por mi espalda haciéndome pequeñas cosquillas, besa mi cuello levemente y me atrae más hacia él, al ver su intención de sacar mi camisa me aparto apenada hacia mi asiento y me hago la distraída mirando mi reloj.

— Aidan, es tarde, debo irme —acomodé mi cabello.

— ¿De verdad? —su cabello rojo oscuro despeinado, sus ojos lujuriosos y su respiración agitada me dieron toda señal de que él esperaba más.

— Mis padres están esperándome, gracias por traerme, te veré luego —di un pequeño beso sobre sus labios y bajé del auto.

Caminé hasta la entrada de casa y al darme la vuelta el auto de Aidan ya no estaba, la calle vacía daba la impresión de ser una escena de una película de terror por la oscuridad de la noche y para acompañar mis mentiras sabía que mis padres habían salido de la ciudad y no volverían hasta mañana.

Desde hace días le huía a toda situación subida de tono con Aidan, por alguna razón no podía parar de pensar en esos malditos ojos azules que habitaban la casa de al lado y que a pesar de no haberlo visto desde nuestro encuentro en aquella fiesta seguía atormentándome como si lo tuviera en frente. Cuando crucé la puerta de la casa y dejé mi chaqueta sobre el perchero comencé a caminar hasta el salón, al tumbarme en el sofá e intentar tomar el control de la televisión mi corazón dio un brinco cuando escuché un ruido áspero y brusco de la puerta cerrarse.

Debió ser una alucinación.

Presione el botón de encendido del control remoto pero nada ocurrió, la televisión seguía apagada. Me acerqué a la lámpara de noche para intentar prenderla pero de la misma manera no encendía.

Al instante escuché unos pasos golpear la madera haciéndome temblar. Me di la vuelta sobre mi sitio y observé todo el lugar, no había nada, tome mi celular y comencé a teclear rápidamente:
Estoy sola en casa, no hay luz, creo que hay alguien aquí.

Me sentí desmayar cuando al levantar la vista una silueta se dibujaba cerca del marco de la cocina, estaba a poca distancia por lo que su cercanía cada vez más me hizo temblar.

— ¿Quién eres? —a pesar de mi tono de voz firme sentí que en cualquier momento lloraría.

— Mía, te imagine más cobarde —la voz era conocida.

Mi miedo se incrementó cuando se acercó sentándose en el sofá frente a mi, a pesar de no haber luz pude ver de quien se trataba gracias a la ventana y los pocos destellos de luz que dejaba entrar.

— ¿Qué hace usted aquí? —Carlo me observó directamente a los ojos, había cruzado una o dos palabras con aquel hombre, pero daba tanta mala impresión de esconder millones de cosas que prefería no saber.

— Te he venido a visitar, espero no te incomode.

— ¿Qué es lo que quiere?

— Me sorprendes, quizá es por eso que Nicholas no deja de buscarte —se acomodó pegando su espalda con el respaldar del sillón—. Mi hijo tiene una debilidad por los casos perdidos, por interesarse en cosas que claramente no le convienen, y es ahí donde apareces tú, sabes más que nadie que no perteneces a este mundo, eres ingenua, pero él lo es más. Tu no tienes nada que ofrecerle, no tienes nada en comparación a él y sabes que se dará cuenta de eso pronto y se acabará esta estupidez que existe entre ustedes.

— Yo estoy con Aidan.

— No me tomes por estúpido Mía, ese teatro de mal gusto... pagaría por que fuera verdad.

— Eso no es su problema, en todo caso es decisión de Nick.

— No puedes ni imaginarte todo lo que he hecho para ser quien soy —su respuesta agresiva me dieron puntos al dar en el clavo—, y sería capaz de mucho más por mantener a mi familia en donde estamos. Mía no soy ningún idiota, Aidan es solo un tonto que se deja utilizar por mujeres como tú.

Se levantó colocándose frente a mi.

— Tienes una maldita oportunidad conmigo —se levantó de la silla—, una sola, no más. Piensa bien y tu y tus padres seguirán como han estado hasta ahora —tomó mi mentón y me obligo a verlo a los ojos, esa mirada azul desgastada estaba llena de odio y cada vez presionó más fuerte haciéndome daño—. Recuerda que en este mundo de mierda manda la gente como yo, tú jamás serás parte de él y aunque intentes serlo será una pérdida de tiempo, Nicholas es parte de esto quiera o no, y eso lo va a perseguir por siempre. Si escoge mal dejará consecuencias en personas como tu que como no son importantes serán olvidadas fácilmente.

Me soltó mientras yo mantenía mis lágrimas al borde de los ojos, no pensaba llorar frente a él. Me mantuve en silencio.

— Me alegra que nos entendamos.

Rogué por que Federico leyera mi mensaje, me sentía insignificante en la habitación, como si no tuviera el derecho de siquiera respirar cerca de él, su presencia me daba escalofríos y su manera de hablarme expresaba repugnancia. Pasaron solo algunos segundos cuando se dio la vuelta hacia mi.

— Te voy a dar un consejo que quizá algún día te sirva —se volvió a acercar con su sonrisa perfectamente falsa—, Tu y los tuyos siempre deben ser tu prioridad, no importa lo que tengas que hacer para mantenerte a flote —la puerta comenzó a soñar repetidamente acompañada de los gritos de Fede—. En el mundo solo hay dos tipos de personas, quienes mandan y quienes obedecen.

Trague fuerte y me dispuse a ocultar mis manos temblando, mi corazón estaba tan acelerado que podía escucharlo latir fuerte en mis oídos.
Lo vi desaparecer entre las sombras mientras me quedaba estática en mi lugar, la puerta terminó cediendo gracias a un golpe del castaño al mismo tiempo que las luces rojas y azul coloreaban la habitación gracias al reflejo de la ventana, Fede corrió rápidamente gritando mi nombre y cuando me encontró su rostro de preocupación se incrementó.

— ¿Qué ocurrió? —me sostuvo cuando levante mis manos, observó mi rostro asustado y me reviso cuidadosamente.

Pocos segundos después Nick entró tan rápido que no dudo en abalanzarse sobre mi cuando me encontró sentada frente a Fede, no tardo ni medio segundo en inspeccionarme, uno de los agentes de policía aparto a Fede de nosotros para hacerle unas preguntas pero él dudo antes de alejarse, una pequeña seña de Nick fue suficiente para saber que estaría a salvo junto a él.

— ¿Qué pasó? —su mano se mantuvo delicadamente sobre mi rostro, su tacto cálido fue aquello que me hizo estallar.

Las lágrimas comenzaron a esparcirse
por mi rostro, no quería llorar, no quería que todo aquello me afectase pero sentía tanto miedo y la principal causa de él estaba frente a mi con sus ojos azules intensos enfocados en mi.

— Nick... —fue tan solo un susurro pero sabía cuanto lo necesitaba.

Me tomo entre sus brazos y me mantuvo junto a él todo lo que necesité, el sonido de su corazón me mantuvo calmada los próximos minutos, pero sabía que no sería para siempre, me gustaba engañarme creyendo que todo estaría bien mientras me mantuviera ahí, con él. Pero estar ahí, con él, era el mayor problema.

— Estoy aquí contigo rubia, estaré siempre contigo.

Y esas fueron las promesas rotas que más dolieron.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora