51 | Conteo regresivo

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Mía
Día 3

Me levanté cuando lo vi llegar haciendo que mis rodillas crujieran en el acto. Había estado sentada toda la mañana en el jardín de la entrada de casa de... de él, Leah me había dicho que podría llegar hoy, pero nadie sabía cuando exactamente, nadie sabía de él. Decidí esperar desde entonces.

Bajó de un auto que yo no conocía y no traía equipaje, cuando sus ojos se encontraron con los míos toda pizca de esperanza abandonó mi cuerpo. No parecía él.
Sus ojos estaban inyectados en sangre, su cabello estaba revuelto y su camisa desprolija y abierta. Nick me pasó por un lado y entró a la casa, no me dirigió ni una mirada, ni mucho menos una palabra, solo pasó cerrando la puerta tras él y no salió en los próximos días.

Mía
Día 4

Después de la visita al cuerpo de Max salí del hospital arrancada de sus brazos, yo no tenía pensado irme, pero tenían que llevárselo.

Ese día no salí de mi habitación, ese fue el día uno. El peor día de mi vida.

El día dos fui obligada a comer, ya llevaba dos días sin probar bocado y me estaba afectando. Mi madre no decía una palabra al respecto, ya sabía que no era fácil para ella tampoco, lo conocía desde antes, mucho antes de que yo naciera y eso ya era mucho decir.

Mi padre era el que nos motivaba de ves en cuando, me parecía absurdo que intentara mostrar una felicidad que no existía.

Después de la llegada de Nicholas no supe nada de él, no contestaba mis llamadas y mucho menos mis mensajes, supuse que debía darle su espacio y así fue.

Mi madre y mi padre se alegraron cuando les dije la gran noticia que se había vuelto tan pequeña, su felicidad era fingida porque últimamente todos fingían. Pero yo fingí que ellos no eran los primeros en enterarse, porque ya yo se lo había dicho a él.

Me iría en cinco días y era lo mejor para mi, para todos. Clara ya se había ido, se había salvado.

Mía
Día 5

Mi padre me hizo levantar de la cama. Yo dormía hasta tarde y me acostaba lo más temprano posible, cuando dormía era cuando menos control de mis pensamientos tenia y me salvaba por unas horas.

Me llevó a su estudio, yo casi nunca entraba ahí. Me hizo sentar y me ofreció una pequeña caja, no me dijo ni una sola palabra y agradecí cuando salió de la habitación, era muy pequeña para los dos.

Saqué la libreta desgastada, era de Max, ya la conocía pero no me atreví a abrirla porque el nunca me había dejado hacerlo, a su lado estaba la bufanda que él sostuvo hasta que se fue. Estaba ahí, doblada con cuidado y solo pude pensar en que alguien más la había tocado, alguien se la había quitado de las manos y la había doblado y puesto en la caja, lejos de él. Estaba una llave, pequeña y dorada, era la llave de la biblioteca, siempre había soñado con tenerla, pero nunca se lo dije. Al fondo de la caja había un sobre amarillento, las esquinas estaban dobladas por el espacio reducido pero aún así estaba perfectamente acomodado.

Lo abrí con cuidado de desgarrar el papel, todo lo que fuera de él debía conservarlo, así podría recordarlo.

Escribía en cursiva, tenia letra de príncipe o así decía Eva.

"Pulga, te escribo estas palabras porque se que pronto no estaré para decírtelas.
No hay mayor felicidad que saber que irás a donde te espera el amor, espero me puedas entender.

Te pido, por primera y única vez, que vivas tu vida como si mañana fuera tu último día. Eres amada, eres luz, eres sol. No desperdicies tu tiempo, es lo más valioso que tienes, y el que yo tuve contigo me llenó el corazón.
Espero con ansias que escribas tu propia historia. Te quiero mi pulga, cuida de los demás y se valiente".

Att: Tu anciano.

Esa noche lloré mas que cualquier otra. Lloré porque supe que él ya sabía que se iría y aún así no me había dejado despedirme.

Mía
Día 6

Me plante frente a su casa, —se valiente—, me había dicho, pero ahora no estaba segura si podía cumplirlo.

Toqué la puerta repetidas veces pero nadie contestó, decidí entrar cuando sentí la manija abierta. Crucé la sala y me lamenté al instante.

Todo estaba hecho un desastre.

Subí escaleras arriba y encontré diferentes botellas del antiguo bar de Max extendidas a lo largo del pasillo, muchas de ellas ya vacías o partidas en trozos pequeños. Olía fuertemente a alcohol.

Caminé hasta el cuarto de Nick, la puerta estaba semi abierta por lo que sólo tuve que empujar un poco para que esta se abriera completamente. Si era posible decirlo la habitación se encontraba peor que la planta baja, la lámpara de noche estaba quebrada en el suelo al igual que las luces y las repisas. Los muebles estaban volteados como si un huracán hubiera entrado solo en la habitación.

La cama estaba desecha, y habían más botellas encima del colchón. No había rastro de Nicholas en la habitación así que intenté salir, cuando di la vuelta para salir me topé frente a frente con él.

— Lárgate —me escupió pasando por mi lado.

Toque superficialmente su hombro desnudo —, vine a...

— ¡Vete de una puta vez! —volteó.

Retrocedí quedando fuera de la habitación y cuando intenté volver a acercarme ya había cerrado la puerta de madera en mi cara.

Esa tarde volví a casa y hablé con Leah, lloré hasta el cansancio y dormí, dormí como si no quisiera volver a despertar más.

Mía
Día 7

Se valiente...

Me iría mañana, ya había hecho las maletas, llevaba sólo tres.
Toda mi vida, en tres maletas.

Sostuve con mi mano el collar de sol que colgaba de mi cuello, me asomé por mi ventana notando que la suya seguía cerrada, tomé un respiro y salí de la habitación repitiendo las palabras de la carta de Max una y otra vez. Bajé las escaleras y crucé la cocina en dirección al patio, cuando estuve dentro de su propiedad entré a la casa como si me perteneciera, como si yo tuviera más derechos que él.

Subí las escaleras lentamente con el miedo pisando mis tobillos y entré a la habitación sin tocar, estaba mucho más oscura que el día anterior, pero aún así destellos de luz se colaban por las ventanas.

Lo vi encima del colchón, estaba recostado con los ojos cerrados, sus manos estaban libres, solo lo acompañaba una botella en su izquierda y al instante lo quise culpar.

Al verlo entendí que yo ya debía nadar sola.

Más allá del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora