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Normalmente me siento orgulloso de tener la cabeza en su sitio y de tomar decisiones acertadas, pero, ¿acceder a dar clases particulares a Seokjin? ¿Hay algo más estúpido que eso en el mundo?

Y sigo maldiciéndome a mí mismo por ello mientras conduzco a su casa la noche siguiente. Cuando Seokjin me acorraló en la fiesta de la fraternidad Sigma, toda mi intención era decirle que se fuera a la mierda y que me dejara en paz, pero entonces él
me puso a Namjoon delante de mi nariz como una zanahoria, y yo caí como un tomate maduro de la rama.

Vale, guay, y ahora estoy mezclando metáforas. Y las dos de vegetales. Creo que este es un buen momento para enfrentarme a una triste verdad: cuando se trata de Kim Namjoon, mi sentido común se reduce a cero. Ayer por la noche me fui de la fiesta con el único propósito de olvidarme de él, y en vez de hacer eso, dejé que Seokjin me llenara de la emoción más destructiva conocida por la humanidad:
la esperanza.

Esperanza de que Namjoo se fije en mí.

Esperanza de que pueda querer estar
conmigo.

Esperanza de haber, por fin, encontrado a alguien que pueda hacerme SENTIR algo.

Me resulta vergonzoso lo absolutamente colado que estoy por ese chico.

Aparco mi coche prestado detrás del Jeep de Seokjin al lado de una pick-up negro brillante, pero dejo el motor en marcha. Me sigo preguntando qué pensaría mi antigua psicóloga si supiera el trato que he hecho con Seokjin. Me gustaría decir que ella
estaría en contra, pero Rose estaba totalmente a favor del empoderamiento de las personas. Y siempre me animó a tomar el control de mi vida y a aprovechar cualquier oportunidad que me permitiera superar la violación.

Así que esto es lo que sé: he salido con dos chicos después de la violación. Me
acosté con ambos. Y ninguno de ellos me hizo sentir tan cachondo y lleno de deseo como Justin Kim Namjoon con una sola mirada de sus ojos entrecerrados.

Rose me diría que es una oportunidad que vale la pena explorar.

El adosado de Seokjin es de dos pisos, con un exterior de estuco blanco, unas
escaleras en lugar de un porche y un jardín delantero que está sorprendentemente cuidado. A pesar de mi reticencia, me obligo a salir del coche y a ir hacia la puerta. Un tema de rock suena dentro de la casa. Una parte de mí desea que nadie me oiga llamar al timbre, pero unos pasos amortiguados se oyen detrás de la puerta, a continuación se abre y me encuentro mirando a un chico alto con el pelo menta de punta y una cara cincelada que parece directamente sacada de la portada de GQ.

—Eh… ¡ey, hola! —dice arrastrando las palabras mientras me mira de arriba abajo—. Mi cumpleaños no es hasta la siguiente semana, pero si se trata de un regalo adelantado de cumple, no te preocupes, que no me quejo, muñequito.

Por supuesto. Debería haber sabido que Seokjin compartiría piso con alguien tan desagradable como él. Hundo los dedos en la correa de mi bandolera oversize, preguntándome si podría
volver a mi coche antes de que Seokjin sepa que estoy aquí, pero mi cobarde plan se frustra cuando él aparece por la puerta. Está descalzo, vestido con unos vaqueros desgastados y una raída camiseta gris; su pelo está húmedo, como si acabara de salir de la ducha.

—Ey, Kookie —dice con alegría—. Llegas tarde.

¿Kookie? Genial otro apodo ridículo.

—Te dije a las ocho y cuarto. Son las ocho y cuarto. —Miro fijamente con frialdad a Míster GQ—. Y si estabas insinuando que soy una prostituto, me siento insultado.

—¿Has pensado que era una prostituto? —Seokjin se gira para mirar a su amigo—.Es mi profesor particular de Ética, hermano. Muestra un poco de respeto.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora