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A la mañana siguiente, dejo a Jin dormido en mi cama y me preparo para el trabajo.

Aunque sigo estando aturdido por lo que pasó anoche, hablaba en serio en
cada cosa que dije. No le culpo por perder los estribos. De hecho, una parte
rencorosa dentro de mí se alegra de que Eun se llevara un buen puñetazo.

Después de lo que me hizo, se lo merece. Mentir bajo juramento, dar un testimonio que permitió que el caso contra Aaron fuese desestimado… ¿qué clase de persona hace algo tan
cruel y vengativo?

Pero sé que Jin está disgustado por lo que hizo, y sé que va a costar hacerle ver que no es el monstruo que cree ser.
Pero no puedo escaquearme del trabajo, así que la Operación Confianza tendrá
que esperar.

Una vez estoy vestido y listo para salir, me siento en el borde de la cama y le toco la mejilla a Jin.

—Tengo que ir a trabajar —susurro.

—¿Essssqueete…eve? —Deduzco que se está ofreciendo a llevarme en coche y una sonrisa se eleva en la comisura de mis labios.

—Tengo el coche de Jackson hoy. Vuelve a dormir si quieres. Volveré a las cinco.

—Aale. —Sus párpados aletean y un segundo después está otra vez dormido.

Me hago una taza de café instantáneo en la cocina y la engullo para reactivar mi
cerebro apenas despierto. Mi mirada se desplaza hacia la puerta del dormitorio de Jimin, que está totalmente abierta. Ver su cama perfectamente hecha me preocupa solo por un segundo, porque cuando reviso mi teléfono, veo un SMS de anoche informándome de que Jimin pasó la noche en casa de la fraternidad de Sean.

El restaurante está en un momento caótico cuando llego. Toda la gente llega en masa para el desayuno y pasan más de dos horas hasta que la multitud se disipa. Ni siquiera tengo tiempo para tomarme un pequeño descanso cuando se tranquiliza, porque mi jefa me pide que reorganice las cosas bajo la barra antes de que llegue la hora del almuerzo. La siguiente hora la paso de rodillas, moviendo pilas de
servilletas y paquetes de azúcar de un estante a otro y cambiando la estantería de las tazas de café por la de los vasos de agua.

Cuando me pongo de pie, me sorprendo al encontrarme a un hombre sentado en el taburete justo en frente de mí.

Es el padre de Jin.

—Señor Kim —digo en tono agudo de sorpresa—. Hola.

—Hola, Jungkook. —Su tono de voz es tan frío como el aire de diciembre de fuera del restaurante—. Tenemos que hablar.

¿Sí?

Mierda. ¿Por qué tengo la sensación de que sé exactamente de lo que quiere hablar?

—Estoy trabajando —contesto con torpeza.

—Puedo esperar.

Mierda multiplicada por dos. Son solo las diez y no salgo hasta las cinco. ¡¿De
verdad va a quedarse ahí sentado esperando durante siete horas?! Porque ni de casualidad podré llevar a cabo mi trabajo como es debido si él está en el comedor, mirándome todo el tiempo.

—Deje que pregunte a ver si me puedo tomar un descanso —le digo a toda prisa.

Él asiente con la cabeza.

—No nos llevará mucho tiempo. Te lo aseguro, solo necesito unos minutos.

No sé si eso es una promesa o una amenaza.

Tragando saliva, entro en la oficina a hablar con mi jefa, que accede a darme un descanso de cinco minutos cuando le digo que el padre de mi novio tiene algo urgente que hablar conmigo.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora