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Mirajane se quedó paralizada a unos pasos de las escaleras, con los reflectores puestos sobre ella, y cientos de espectadores impactados.

No podía hacerlo, todo mundo la miraba con ojos juiciosos, advirtiendo que detrás del vestido y el maquillaje no era más que una chica común y corriente que no pertenecía ahí.

Supo desde el principio que era una mala idea. No sabía por qué aceptó, pero ahora estaba arrepentida. Lo mínimo que podía hacer era darse la vuelta y correr, correr lo más lejos de ahí hasta que sus pies ya no pudieran más.

La mano firme que estaba sobre la de ella le impidió darse la vuelta para huir.

-Recuerda -le susurró Laxus al oído-, yo pertenezco donde sea que tú pertenezcas, y mientras eso sea así, nunca te dejaré sola, Mira.

La albina volvió a recorrer la estancia con sus ojos para después regresarlos hacia su acompañante, quien le devolvió la mirada para transmitirle confianza y determinación.

Era difícil desprenderse de las creencias con las que se había crecido por tanto tiempo. Sin embargo, Mira estaba segura de que con la ayuda de Laxus aprendería a valorarse y a tener más confianza y fe en sí misma, tal como él la tenía en ella.

Sin vacilar más, comenzó a descender lentamente de las escaleras.

[...]

Tanto Natsu como Lucy veían a Mirajane y a Laxus descender de las escaleras en su lugar.

Lucy estaba impresionada por la postura de Mira, pues bajaba de los escalones con elegancia mientras mantenía la frente en alto. Estaba muy orgullosa de ella.

El momento terminó y la presentadora nombró a otra chica, pero la sombra de Mirajane seguía presente.

-¿Viste la cara de mi madre? Parecía como si estuviera a punto de sufrir un ataque -comentó Lucy.

-¡Oye! Es mí suegra, y aunque me odie no voy a hablar mal de ella -refutó Natsu, recibiendo un codazo en las costillas como respuesta.

-Sí, claro -puso los ojos en blanco-. Tenemos que bajar a la pista antes de que empiece el baile.

Y sin más preámbulo, ambos dejaron el balcón para llegar al piso de abajo. No obstante, Natsu se detuvo cerca de una columna y soltó la mano de Lucy.

-No te muevas de aquí, iré por algo y vuelvo enseguida -le dio un rápido beso en la mejilla y se alejó corriendo, dejando a la chica un tanto confusa.

Mientras tanto, el pelirosa se dirigió al armario donde se guardaban todos los abrigos de los invitados, entregó su boleto y el encargado se adentró a buscarlo. Sin embargo, Natsu distinguió una cabellera rubia dentro del armario, por lo que no dudó ni un segundo en meterse y empujar al encargado para quedar de frente a Sting.

-¿Qué estás haciendo? -le demandó Natsu.

-Tranquilo, solo vine por mí abrigo -respondió calmado a pesar de que lo habían tomado desprevenido.

El pelirosa posó sus ojos en la prenda que Sting tenía en sus manos y la reconoció de inmediato.

-Ese no es tu abrigo, es el mío -le recriminó-. Dime qué es lo que estás haciendo o llamaré a la policía.

-¿Por una simple chaqueta? ¡Por favor! Nadie te va a creer. Además, ¿de verdad quieres causar una escena con los padres de Lucy presentes? ¿No quieres ganarte su aprobación?

-¿De qué estás hablando?

-Ya sé lo que hay entre tú y Lucy -reveló con una sonrisa de superioridad-, y no intentes negarlo. Aunque pensándolo bien, me das un poco de lástima porque te han mantenido oculto durante todo este tiempo. Los padres de Lucy jamás te aceptarán, además estás a unas horas de despedirte para siempre de ella. Yo no podría haber planeado algo igual de cruel.

Mi gran debutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora