Los domingos son tan silenciosos, tal vez solitarios, tal vez tan tristes. Tantos domingos me han dejado una ruptura, tantos domingos en los que únicamente lo que he hecho es respirar, sólo existir.
Recuerdo tantos domingos en los que lidié con heridas que parecían ya sanadas, tanto miré a un punto fijo preguntándome el porqué pareciera que el dolor sigue intacto.
Tantos domingos reí y me disgusté en reuniones familiares. Tal vez también me embriagué sin hablar, porque además de compartir palabras, también intercambiamos silencios, a veces todas las palabras parecen estar de más.
Tantos domingos en silencio, parece que el ruido de la semana reposara en un solo día, tal vez el día está destinado a disminuir el ruido, me parece que es una técnica principal de paz.
Tantas almas que lloran calladas en el mundo, me parece que el domingo es un buen día para dedicar al sufrimiento reprimido un tiempo para calmar cierta agonía que se siente internamente mientras se está en casa estando triste en paz.
Tantos domingos para caminar sin rumbo, y un día me tocó ir rumbo a enterrar a la persona que más amaba porque había fallecido, un domingo enterré lo que más amé.
Tantos domingos me he dedicado a no hablar con nadie, mucho más de lo que lo hago en los días de la semana, oigo mis pensamientos más claros, gracias a que parece tranquilizarse el escándalo de la sociedad.
Todo parece más tranquilo, todo parece sentirse más vacío, sería interesante morir un domingo en fecha de mi cumpleaños, ya que como lo considero un día silencioso, se pueda oír mi deseo a la hora que decida despedirme, mi último deseo antes de partir.
Me parecen tan elegantes los domingos, que hasta sufrir me parece tan sutil.