Capítulo 26| Heridas a carne viva

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—¿Los Kóvacs eran un contacto del Cartel Avilés en Europa? —inquiere Lydia— ¿Estás seguro?

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—¿Los Kóvacs eran un contacto del Cartel Avilés en Europa? —inquiere Lydia— ¿Estás seguro?

—Vi su apellido mencionado en algunos de los títulos de propiedad que el sistema arrojó en la búsqueda —responde Derek.

Nos encaminamos a la sala de estar, donde sus computadoras están instaladas. Continúan hablando sobre la familia húngara, y aunque me cuesta seguir el hilo de la conversación, me esfuerzo en enfocarme e ignorar las palpitaciones que resuenan en mis oídos.

No sé si es a causa de la explosión, o si viene de la desesperación que estoy tratando de mantener bajo control y fallando.

Tampoco me importa.

Según el GPS de la camioneta de Omar, el rastro de Elara se había perdido aproximadamente a la una con tres minutos de la tarde.

Un minuto después de su último intento de contactar conmigo.

«Todo sería muy diferente si hubieses contestado ¿No es así?»

Ella estaría aquí.

La culpa se extiende dentro de mi pecho al pensar en nuestra última conversación. Ni siquiera puedo recordar el porqué estaba tan enfadado.

—Pero todavía no sé qué tiene qué ver conmigo —continúa mi primo sacándome de mis pensamientos—. Ellos desaparecieron cuando nosotros aún éramos niños.

—¿Hay algo sobre ellos en tu base de datos? —pregunta Josh.

—Una parte, no todo está digitalizado. —Sacude la cabeza—. Los Kóvacs eran los más poderosos de este lado de Europa entre los 80 y 90, arruinarlos fue lo que consolido nuestra organización a los ojos de las otras familias.

—Y lo que aumentó nuestra fortuna —supuse.

—Exacto —señala la pantalla—. Estas no son siquiera la mitad de las propiedades que tenían, y aunque nosotros nos quedamos con la mayoría, varios de nuestros aliados también.

—No tenemos aliados ahora mismo —murmuro—. ¿Cuáles son? Tenemos que comprobarlas.

—No podemos violar los límites territoriales, sería comenzar una guerra por una sospecha —menciona Kat.

—Por fin tenemos algo ¿Y pretendes que no hagamos nada?

—No es eso, pero...

—Dieciséis horas, Kat, dieciséis horas sin saber nada de ella, no sabemos ni dónde está, ni lo que le pueden estar haciendo, si a ti no te importa a mí si, y si no vas a ser de ayuda, vete —contesto con brusquedad.

Lo que me hace ganar un puñetazo que sé, me rompe el labio por el sabor metálico que inunda mi boca, y hace mi visión borrosa.

¿Me lo merezco? Claro que sí.

—¡¿Que no me importa?! ¡Repítelo! —desafía—. ¡Atrévete a repetirlo, carajo!

Josh tiene que sujetarla cuando quiere lanzar un segundo golpe que seguro me habría tirado inconsciente al suelo.

We Have Always Been (WHAB #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora