Capítulo 10| Salvación escarlata

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Pensé que conocía el miedo, el verdadero terror

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Pensé que conocía el miedo, el verdadero terror.

Estaba equivocada, porque recién hoy, cuando vi a mi mamá bañada en sangre, atrapada e inconsciente en un automóvil volcado, lo miré a los ojos y por un momento me dejó petrificada, casi consumiéndome.

—¿Cómo está? —pregunta mi papá al llegar a nuestro lado.

—Está dormida, le tuvieron que reparar la rodilla, tiene heridas de bala superficiales, y una conmoción cerebral menor, pero está estable—murmuro en respuesta sin soltar su mano fría—. Va a recuperarse. 

Tenemos demasiado tiempo que compensar, no puede dejarme.

—¿Y Elena? —pregunta Josh.

—No lo sé, cuando llegamos nos separamos —suspiro—. Fue un desastre, si no hubiésemos llegado...

—Pero lo hicieron —me interrumpe papá—. Ellas van a estar bien y esto... esto no se va a quedar así

Me levanto y le cedo el lugar a mi papá, el que besa la frente de su esposa con un amor y devoción que hace que mi estómago se apriete.

Pudimos perderla hoy.

—Iré a averiguar que está pasando con los Holden —digo.

Necesito salir de aquí, o voy a derrumbarme y eso es lo que menos necesitamos en este momento.

—Avísanos cualquier cosa —pide mi hermano.

Salgo de la habitación, y cuando estoy por doblar la esquina ya se escuchan los gritos enojados del Caden, por lo que alcanzo a divisar, habla por teléfono.

—Adrian —lo llamo, está de espaldas a mí.

Él me mira y no es necesario que diga una palabra, voy a él y lo abrazo con fuerza.

—¿Qué pasa? ¿Cómo está, Elena?

—Necesitamos donadores de sangre, mi mamá es B–, ni Will ni yo la tenemos —murmura en mi hombro.

Me separo con brusquedad. Lo tomo de la mano y nos guio donde está el Sr. Holden.

—Yo soy O–, soy donante universal, llévame con el doctor para que me hagan los análisis.

Él baja su teléfono y termina la llamada con quien fuera que estuviese hablando y me mira como si le hubiese hablado en otro idioma.

»Ahora —lo apresuro.

Me toma del brazo y me arrastra por la clínica. Lo siguiente que sé es que estoy en un asiento con una aguja en el brazo.

—No tienes idea de cuanto te agradezco lo que estás haciendo —dice Caden sin dejar de mirarme.

—No es nada. —Lo miro—. Vaya con sus hijos, ahora lo necesitan, yo voy a penas termine aquí.

—¿De repente me tratas de usted? —pregunta, visiblemente más relajado.

We Have Always Been (WHAB #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora