Elara Farrell y Adrian Holden.
Dos de los herederos de una poderosa asociación criminal británica.
Aunque se conocen desde niños, terminaron por crecer lejos el uno del otro, por crueles razones.
Cuando se vuelven a encontrar dicen odiarse. Ambos es...
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Guardo el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta.
—No viene ningún doctor —murmura Alika.
—Lo sé, era un tema importante, no quería hablarlo por teléfono.
—Me salvaste, y él también. —Señala con la cabeza la sala en la que estaba Josh siendo operado.
—¿Cómo así? —pregunto curiosa.
—Estaba distraída con las llamas, sin poder creer que ese maldito lugar por fin estaba hecho pedazos —contesta en un susurro—. No vi esa bala en mi dirección, él... se interpuso.
—Josh de verdad lo está intentando —sonrío negando con la cabeza.
—En ese momento... le dijiste que él lo sabía —se refiere a Andrew—. Me sacaste de ahí, pero no tengo idea. ¿Quién eres?
—Soy Elara, el que está en la operación es mi hermano, Joshua.
—¿Tienes otro hermano?
—Oh, no. El que apareció cuando me desmayé no es mi hermano ni por asomo. Él es...
—El nombre y apellido —deduce con rapidez al ver que demoro en continuar, a lo que sacudo la cabeza de acuerdo—. También es el que gritó que te ama en medio de todo ese desastre.
—Eres astuta.
—No mucho, pero tengo buena memoria —se encoge de hombros.
Voy a responder, pero el médico sale del quirófano quitándose la mascarilla, se dirige a nosotras.
—Extirpamos la bala con éxito y no daño ningún nervio importante, le haremos unos pequeños exámenes y luego de eso es probable que se lo puedan llevar a su casa.
»Asegúrate que mantenga el brazo inmóvil por lo menos un par de semanas —instruye.
—Tienes que decírselo, sabes lo terco que puede ser.
Él suspira.
—Los Farrell deberían dejar de darme trabajo —masculla al retirarse.
Entrecierro los ojos a su espalda, a mí tampoco me agrada verlo tan seguido Doc.
—¿Farrell? —pregunta Alika tensa.
Por esa reacción es que no había mencionado mi apellido a propósito.
—Joshua y Elara Farrell para ser exacta —termino por decir volteándome hacia ella—. Supongo que has escuchado de nosotros y nuestros socios, lo...
—Los Holden —completa ella.
El miedo cubre sus rasgos otra vez, aunque intenta disimularlos.
«¿Tan mala fama tenemos?»
—Si sales corriendo no voy a perseguirte —aclaro—. No cambiaste una jaula por otra, no te preocupes por eso.
—Has mentido desde el principio, discúlpame si me cuesta creerte.
