Capítulo 16

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-Narra Vegetta-


Aquella mañana desperté sobre su pecho, lo primero que escuchó mi mente consciente fueron los acompasados y pacíficos latidos de su corazón. Su cama fue refugio del niño durante la noche, pero bajo la luz de un nuevo día, debía salir de mi escondrijo y volver a ser adulto. Decidí no despertar al menor, suficiente desvelo le había proporcionado ya con mi súbita aparición nocturna y los incontrolables sollozos que posteriormente acudieron sin ser llamados. Temía ocasionar molestias a Willy, aunque éste me hubiera repetido en más de una ocasión que mi presencia no le importunaba en absoluto. Le observé en silencio, alumbrado bajo la tenue iluminación que se filtraba por la persiana. Siempre dormía de la misma forma, con los labios casi imperceptiblemente entreabiertos y sólo una pierna desnuda por fuera de las sábanas. Un reconfortante calor me inundaba el pecho cada vez que recordaba, sin poder evitar sonreír, la contención desinteresada que me había dado. Nunca hasta la fecha me había sentido tan resguardado, tan amado por alguien. Ahora, más que nunca, sabía que él estaría incondicionalmente para mí, y sin duda yo intentaría estar incondicionalmente para él. Acaricié su mejilla con el dorso de la mano, ahí donde los rayos de luz dibujaban líneas doradas sobre su pálida piel. Me henchía lo agradecido que estaba por tenerle, por ser todo lo que se puede esperar de un ser amado. Mi compañero, amante y mejor amigo. El que me había esperado y alentado cuando el miedo no me permitía entender que mi relación con Jessica era algo imposible. Deposité con toda suavidad un beso sobre su boca entreabierta. Me aparté de su cuerpo desnudo y pasé a sentarme al filo del colchón. Pese a nuestra utopía, seguía siendo consciente de que la realidad esperaba atraparnos entre sus fauces fuera de su habitación. No me podía limitar a escudarme bajo nuestro vínculo irrompible, debía asumir mis responsabilidades como futuro padre. Cada vez que recordaba esto, el nudo que me cerraba la garganta se tornaba asfixiante. Mi pequeño.. aún moría de ganas por conocerle y saber cómo sería, por estar a la altura de la paternidad, por lo que temblaba de miedo al imaginar que podrían querer apartarlo de mi lado. Años de ilusiones estaban volcados en el futuro bebé, e impedirme ejercer de padre sería como arrancarme el corazón de cuajo. Sería incapaz de soportarlo, pensaba luchar con garras y dientes hasta que me permitieran volver al lugar que me pertenecía como padre. Y por ese motivo no me quedaría eternamente resguardado en la habitación de Willy, por mucho que eso quisiera. Hacer tal cosa supondría abandonar mis responsabilidades, abandonar a aquel niño.. cosa que jamás haría. Quería ser el mejor de los padres, ser comprensivo y estar ahí ofreciéndole mi mano para levantarle siempre que la vida le hiciera caer. Las experiencias marcan a uno, y el incidente con mis padres la noche anterior me había enseñado bien el tipo de padre en el que no quería convertirme. Esperando noticias, recriminaciones o disculpas, volví a coger mi teléfono móvil para revisar su contenido. Sentí exactamente la misma sensación de desasosiego de anoche al comprobar que ninguno de mis conocidos se había tomado la molestia de intentar contactar conmigo. Nada. Ni una llamada, ni un mensaje. Cualquier contacto, incluso para algo malo, hubiera sido mejor que la incertidumbre de no saber cómo estaban o qué pensaban. Necesitaba saber que Jessica y el niño se encontraba bien, que Sarai había velado por ellos y les había impedido cometer alguna locura. Pero.. ¿Cómo comprobarlo? Quizá llamar a Jessica en este momento sería la peor de las ideas, y no me entusiasmaba tener que llamar a Sarai, me arrepentía de haber dejado todo en sus manos. Deslicé el dedo sobre la pantalla táctil, revisando una vez más mis últimas llamadas. Me acojonaba bastante contactar con cualquiera de mis conocidos, pues temía la confirmación de que siguieran odiándome por lo ocurrido. Los hechos eran demasiado recientes, tan sólo había pasado el día anterior, aún no podía sacarme de la cabeza la decepción grabada en el rostro de mi madre, la triste desesperación derramada por los ojos de Jessica. La mera evocación de tan desoladores recuerdos me secó la garganta e hizo que la tarea de tragar saliva resultara casi un suplicio. Necesitaba beber algo de agua. Volví a mirar la hora, era demasiado temprano, tenía por costumbre despertarme tan pronto porque siempre había sido una persona madrugadora. Decidí no despertar a Willy, volvería lo más rápido posible. Me levanté de la cama. Revolví en el cajón de su cómoda y escogí lo justo y necesario para cubrir mi absoluta desnudez.

Sensaciones Pasadas (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora