Capítulo 5

30.7K 1.7K 749
                                    

-Narra Willy-

Fue realmente difícil aguantar el viaje en coche junto a un Vegetta juguetón, insinuándose y acariciándome las piernas durante todo el trayecto. Con semejante copiloto uno deseaba concentrarse en cualquier cosa menos en la carretera, y sus atenciones para con mi cuerpo no facilitaban la tarea de comportarme como un buen ciudadano al volante. Conduje todo lo rápido que pude, mientras intentaba no mirarle, él no paraba de hablar sobre trivialidades. De vez en cuando me hacía reír con sus ocurrencias y sonrojar con los comentarios inapropiados sobre lo que haríamos al llegar a nuestro destino. Estaba eufórico, no podía creerme que nos hubiéramos acercado así, pero bien pensado era inevitable. En cuanto me pegó contra su cuerpo y comenzamos a bailar, las cosas fueron degenerándose hasta pedirme que fuéramos a un sitio íntimo donde pudiéramos seguir la fiesta en privado. Me moría de ganas, había esperado demasiado tiempo y ahora estaba loco de felicidad. Feliz después de cuatro años sintiéndome incompleto, siendo consciente de que me faltaba la mitad de mi alma. Claro que había buenos momentos en su ausencia, pero ninguno inolvidable. Todos los momentos inolvidables eran con él, solamente con él. Daba igual cómo o dónde sucedieran, los atesoraba en mi mente, no hacía falta nada más que su presencia para hacerlos especiales. Era capaz de convertir la noche menos prometedora en el mejor instante de nuestras vidas, porque su presencia me revolucionaba por completo. En cambio, sin su amor, parecía que todo careciera de significado. ¿De qué valían los triunfos, los bellos paisajes y los momentos pasajeros, si uno no los vivía junto a su persona favorita? Su compañía convertía los paisajes en bonitos, las derrotas en triunfos y hacía inmortales los recuerdos. Alguien dijo una vez, que lo importante no es el camino, sino la persona que escoges para caminar contigo. Y yo le había elegido a él, hacía años, y seguiría eligiéndolo todos los días. Por eso me sentía defectuoso cuando él no formaba parte de mi existencia. Un buen vino no sabe igual si en lugar de tomarlo solo en casa, lo pruebas en una cena con tu enamorado. Con él, la vida era el vino. Estando solo, un trago amargo. En su compañía, delicioso. Sin Vegetta, sobrevivía. Con Vegetta, vivía. Eran cosas similares, pero distintas. Cualquiera que haya necesitado en su vida a una persona, amigo o pareja, hasta sentirle tan parte de sí mismo como a una extremidad de su cuerpo, me comprendería. Hubo un momento en que rodeé el freno con la diestra, y él puso su mano sobre la mía. Nos miramos fijamente, y yo me sentí dichoso de una manera liberadora. Con el resto de gente, solía sonreír usando el rostro, pero estando con él me sonreía el alma. Y no hay en el mundo sonrisa más sincera que esa, pues la sientes sin necesidad de mover los labios. Y durante años me había resignado a aceptar que todo eso estaba perdido para siempre, que tendría que acostumbrarme a la mediocridad que conllevaba una vida sin Vegetta. Pero ahora estaba aquí, estaba pasando, otra vez. Me supo mal abandonarlo cuandoSebas me sacó a bailar en el local, pero entonces el chico me susurró ”vamos a darle celos” ,no pensé que funcionaría, pero lo hizo. Y sus celos no podían ser una casualidad, para sentir celos por alguien debían existir sentimientos hacia dicha persona.

Entramos a casa a hurtadillas, procurando ser silenciosos para no despertar a Eli. Fuimos directamente a mi cuarto, me vacíe velozmente los bolsillos sobre la mesita de noche, estábamos ansiosos. Mientras dejaba las llaves del coche sobre la madera, me abrazó por detrás. Sus grandes brazos me rodearon el cuerpo, menudo en comparación. Sentir su pecho contra la espalda y su aliento sobre la nuca consiguió hacerme estremecer. Nuestros cuerpos encajaron como engranajes de un mismo mecanismo. Sinceramente, me había aterrorizado tener que llevarle a casa. Tenía mucho miedo de que en mitad del trayecto se agotaran sus ganas de estar conmigo, que al refrescarse de su acaloramiento se diera cuenta de que había cometido una locura, y la culpabilidad le llevara a rechazarme. Pero me equivocaba, no había mencionado nada sobre arrepentirse durante todo el camino, no dejaba de insistir en hacerlo.-No aguanto más.. vamos.-Carraspeó, impaciente y medio protestando, como un infante que ha tenido que esperar demasiado para hacerse con su capricho. Me giré para besarle apasionadamente, pues yo también había esperado tanto o más de lo que mi paciencia me permitía. Quería aprovechar cada segundo junto a Vegetta, temía que conservarlo a mi lado fuera como intentar retener hielo bajo el sol. Enredó los dedos sobre la tela de mi jersey, tuve que levantar los brazos para permitirle sacarme la prenda por la cabeza. Pensaba que no volvería a experimentar la infundada timidez que me invadía cuando eran sus manos las encargadas de desnudarme. Nuestras bocas volvieron a chocar, entreabrí los labios para acoger el beso y noté como se abría paso con su lengua. La bebida había otorgado a sus labios un sabor dulce, frutal. Sentí las gráciles manos del mayor acariciándome la espalda desnuda, sus yemas calientes trazando líneas entre mis omóplatos. Su cálido contacto me enternecía y se había tornado adictivo, había noches frías en las que hubiera matado por sentir aquellas caricias sobre la espalda. Mientras, mis labios seguían colisionando con los ajenos, librando una ardua batalla por hacerse con el control del beso. Se me arrimó tanto al cuerpo que noté su endurecimiento contra el mío. Quería librarle de su excitación, hacerle disfrutar tanto que decidiera quedarse conmigo para siempre. Suspiré contra su boca justo antes de que la alejase para aproximarme los labios al oído. Me lamió el lóbulo de la oreja de una manera tan lasciva que noté como las piernas me flaqueaban y un placentero jadeo emergió de mis labios.-Acuéstate.-Ordenó, con un susurro estremecedor. El corazón me martilleaba fuertemente contra el pecho, que subía y bajaba con absoluto descontrol. Su contacto me tenía alterado, estaba en éxtasis. Le brindé un fugaz beso superficial antes de tenderme sobre el colchón, esperándole impaciente. Estiré las piernas, apoyándome sobre los antebrazos para sostener el torso y observarle con las mejillas arreboladas. El mayor me miró desde arriba, esbozando una sonrisa depredadora. Tenía las pupilas dilatadas por la excitación, su iris era apenas un anillo almendrado envolviéndolas. Con una lentitud casi dolorosa, se desabrochó uno a uno los botones de la camisa, dejando al descubierto su torso desnudo. Me dejó sin aliento, casi había olvidado la perfección en su cuerpo, los definidos músculos y las pequeñas venas marcándose bajo la piel en determinadas zonas. No quise recordarme que durante años otra persona había disfrutado de acostarse con Vegetta, con él.. que me pertenecía solamente a mí. Muy en el interior, aunque sabía que carecía de derecho para ello, lo sentía como una infidelidad. Me preguntaba si le ocurría lo mismo respecto a Sebas. Se colocó sobre la cama y gateó paulatinamente hasta mí, haciéndome reír por la ridícula imagen ofrecida de manera intencionada. Siempre tan divertido y jovial, hasta en este tipo de situaciones.-Tonto..-Musité, intentando relajarme para regular los desenfrenados latidos de mi enamorado corazón. Se colocó cuidadosamente encima de mi cuerpo y me hundió el rostro en el cuello, empezando por besarle, mordisqueando y succionando la piel.-Guapo..-Contestó, fue apenas un susurro. Sus labios, pegados a mi cuello, se movieron cuando habló, acariciándolo. Se me escapó un gemido y deslicé la mano en toda su amplitud por su musculosa espalda. Lentamente descendió por mi cuerpo, dejando un rastro de besos extraviados a su paso. Me besó un hombro, el hueco entre la clavícula reiteradas veces y el pecho. Sentía que sus labios eran capaces de sanar todas las heridas del pasado. Noté su lengua húmeda acariciándome uno de los pezones. Eché el brazo hacia atrás y rodeé fuertemente una de las varas del cabecero de la cama, dejando caer los párpados y gimiendo intensamente. Tenía la sangre hirviendo quemándome las venas, acumulándose bajo mis pantalones. El trayecto de sus labios sobre mi piel no se detuvo, siguió descendiendo por mi abdomen, hasta hacer una parada justo bajo el ombligo. Bufé. Estaba muy nervioso y acalorado, no obstante él seguía haciéndose de rogar, quería que siguiera bajando.. pero volvió a ascender para besarme la boca.-Vegetta.. hazme tuyo.-Murmuró poniendo la voz ronca, mientras me deslizaba la mano por el cuerpo y la empleaba para desabrocharme el pantalón. Notaba la rigidez presionándome la ropa interior. Esbocé una risa jovial.-No es nada sexy que pienses en ti mismo mientras lo hacemos..-Susurré divertido, sin comprender porqué había dicho semejante estupidez. Recordaba que había bebido, mas no le daba mayor importancia porque meramente había sido un vaso. Sus dedos me rozaron la erección sobre la tela que la cubría, consiguiendo que punzadas de placer me recorrieran la zona y alrededores. Dejé escapar otro gemido, esta vez amortiguado por su boca sobre la mía.-No, tonto.. te estaba imitando, siempre he querido que me lo pidas.-Masculló jocoso, de una manera sutil que claramente estaba esperando ser complacida. Me encogí, sin apartar los ojos de su hermoso rostro. Esa sonrisa radiante con sonsonete infantil, aniñada. Su barba perfilada que le hacía lucir tan varonil, los fuertes brazos tocándome con delicadeza y aprecio, como a una valiosa pieza de frágil porcelana.-Ni hablar..-Dije, pues me avergonzaría de sobremanera pedirle algo semejante. Me mordí el labio inferior, mientras él se desabrochaba el pantalón. Cada vez era más real, pero todavía me costaba creerme lo que estaba pasando entre nosotros. Quería pellizcarme para entender que no se trataba de un sueño, y la emoción del momento me tenía temblando como a un niño asustado. Con Sebas no era así, no parecía todo tan importante. Con Vegettasiempre era como la primera vez. Me cogió la mano.-Vamos..-Insistió con el tema, empleando un tono seductor que me erizó el vello. Guió mi mano hasta su erección y la colocó sobre ella. Estaba durísimo, al igual que yo. Ahuequé la mano para acariciarle la zona, haciéndole gemir.-Vale.-Accedí en un susurro. Pese a sus insistencias, pareció sorprendido de que hubiera aceptado. Se despegó un poco de mí, para mirarme fijamente al rostro. Tener sus grandes ojos escrutándome dificultó la tarea. Pero lo deseaba, ansiaba tenerlo dentro de mi cuerpo y quería cumplir sus fantasías.-Haz.. hazme tuyo.-Le pedí tímido, vacilé al pedirlo porque era un comentario un tanto extraño. Su expresión me impresionó. Parecía que mis palabras le hubieran excitado mucho, sus grandes pupilas me devoraron, observándome con fascinación. Una mirada más íntima que cualquier noche de sexo salvaje. Entonces comprendí lo que mis dos compañeros de piso querían decir. Me hubiera gustado verme a través de sus ojos, para entender porqué parecía que estuviera viendo algo maravilloso. Y yo era ese algo.-Siempre has sido mío.-Exclamó, con tanta convicción que me hizo asentir con la cabeza. Empecé a frotarle sobre la ropa interior, haciéndole gemir repetidas veces. Su respiración estaba agitada, y su piel tan caliente que parecía febril. Estaba por ir a mayores cuando se apartó un poco, para seguir desnudándome. Comenzó a tirar de mis pantalones hacia abajo, con la misión de quitármelos.

Sensaciones Pasadas (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora