Capítulo 4

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-Narra Vegetta-

Llegamos a casa después de una ecografía, todavía seguía impresionado. Jessica tendida en la camilla de la consulta, con la prominente tripa resplandeciente por un gel especial mientras que su ginecólogo movía el transductor sobre la zona. Los movimientos ejercidos por el transductor, mostraban a su vez imágenes en movimiento dentro de una especie de pantalla, y ahí estaba él. Se distinguía su cuerpo en formación, su cabeza e incluso juraría que la forma de su nariz. Nuestro hijo. Había sido una de las ecografías más importantes del embarazo, en la que nos habían informado de que tendríamos un varón y advertido que en este mes, ella empezaría a sentir los movimientos del bebé dentro de su tripa. Habíamos acudido con cierta ansiedad, conscientes tras habernos documentado al respecto de que durante esta ecografía, se podrían detectar problemas, pero ahora estábamos alegres al saber que no habría complicaciones. Ver a nuestro bebé y ser consciente de que pronto llegaría, cambiando nuestras vidas para siempre, me provocó una extraña mezcla de ilusión y miedo. Sabía que traer una vida al mundo era una enorme responsabilidad, que no podía descuidarme y uno debía volcarse de lleno en hacer de sus hijos personas de provecho. Tenía una cálida sensación llenándome el corazón al imaginarme con un tierno e indefenso bebé entre los brazos, meciéndolo y cuidándolo lo mejor que pudiera. Mas después me enfrentaba a una cruda realidad en la que no tendría la más mínima idea de qué hacer con el bebé, de como cuidarlo. Toda mi vida había asumido indudablemente que me convertiría en un gran padre, y ahora me asustaba no estar a la altura de mis propias expectativas. Puede que mis intenciones fueran buenas, pero si no disponía de capacidad y aptitud para ejecutarlas ¿De qué me servían? Me atemorizaba ser excesivamente permisivo, o por el contrario, estricto. Ser incapaz de compensar las desigualdades en mi carácter o que mi hijo heredase aspectos de mi personalidad que yo detestaba, y sufriera a causa de ellos. Sabía que la manera de educarle correctamente, era equilibrar ambas cosas, como en una balanza. Pero saber algo siempre era más sencillo que hacerlo.-¿Qué haces levantada? Siéntate un rato, apenas has descansado hoy -La reprendí, haciendo que se sentara en el sofá. Mi cuidado respecto a ella rozaba lo excesivo, pero quería tratarla como a una princesa. La mujer llevaba la parte más dura del embarazo y se la debía atender como se lo merecía. Desde el principio le había evitado toda clase de esfuerzos, incluso los mínimos. Además Jessica era un ángel, rara vez se quejaba aunque debía tener el cuerpo dolorido por razones obvias. Las hormonas alteraban el ánimo durante el embarazo, se hinchaban algunas zonas del cuerpo y producía náuseas. Pero ella se mostraba impasible, jovial y risueña. Se sentó en el sofá y estiró las piernas para acomodarse, acariciándose la tripa que se alzaba bajo su vestido negro.-¿Has visto? Papá no nos deja hacer nada..-Murmuró con dulzura. ”Papá” Eso iba a ser, eso era ya. Sonaba extraño y maravilloso al mismo tiempo, produciéndome tanto vértigo como regocijo. Me senté en el escaso hueco del sofá que quedaba desocupado, inclinándome para depositar un corto beso sobre su vientre.-Papá está cuidando de vosotros.-Repuse, alzando una ceja. Imaginaba cuan complicado debía ser hacer todo por dos, e intentaba facilitarle el trabajo, hacerlo más ameno.-Bueno, sí. Samuel, tienes un padre encantador..-Se corrigió, consiguiendo hacerme ladear una enorme sonrisa al imaginarme al pequeño. Recordé la silueta de su cuerpo en la pantalla, el haber podido escuchar los latidos de su minúsculo corazón.-El pequeño Samuel..-Susurré complacido, siempre había deseado que mi hijo llevara el mismo nombre. Ella ahogó un quejido y contrajo el rostro en una mueca, sujetándose el vientre. El corazón me dio un vuelco. hice el amago de levantarme del sofá.-¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien? ¿Vamos al médico?.-Interrogué velozmente, con cierta ansiedad. De existir alguna complicación, lo mejor era tratarla cuanto antes, siempre que teníamos una duda a la mínima la instaba a que fuéramos al doctor. Ella se rió suavemente, negando con la cabeza.-No, exagerado.. solo se ha movido.-Me explicó, consiguiendo que pusiera los ojos sobre su vientre voluminoso. Era asombroso, estábamos conversando entre nosotros y el pequeño se había movido, quizá incitado por el ruido externo. Me preguntaba que debía sentirse al tener vida dentro de tu cuerpo, sería una sensación única e indescriptible.-Nos está escuchando. Hola Samuel.-Musité embobado. Coloqué la oreja sobre su tripa, como si de tal forma fuera capaz de percibir los nimios movimientos del pequeño.-Dice que hola papá.-Contestó la morena, revoloteando sus espesas pestañas con perpleja curiosidad.-¿Ahora resulta que te habla vía telepatía?.-Cuestioné divertido, imaginándome la escena. No podía dejar de preguntarme cómo sería el niño, si tendríamos un gran parecido. Ella se llevó dos dedos a la frente y cerro los párpados, simulando que recibía información mental, para finalmente responder.-Dice que sí.-Jessica tenía una personalidad inocente y bondadosa, era el tipo de persona que se desvivía por cuidar al resto sin ánimo de lucro. Me incliné para besar superficialmente sus labios carnosos. Había una parte amarga que me impedía alegrarme del todo por la apariencia de perfecta familia feliz que mostrábamos, torturándome. Willy. Estar construyendo un futuro del cual no formaba parte, e intentar incluirle en mi vida aunque desentonara por completo. Porque era incapaz de prescindir de él, su ausencia me había pesado estos años como un profundo agujero en el pecho, un vacío capaz de hacerme sentir solo a todas horas, aún estando acompañado. Cada noche asumí que vivía por vivir, durmiendo para hallarlo en mis sueños y despertando para librarme de sus pesadillas. Hasta que volvimos a encontrarnos. Me entristecía saber que jamás podríamos volver a tener la misma relación que antaño, que nunca estaríamos juntos porque iba a convertirme en padre. La culpa me drenaba la sangre cada vez que me quedaba embobado mirándole los labios, cada vez que me ponía celoso al imaginarlo con otro. Difícilmente podríamos ser amigos, porque al estar en su compañía tenía que intentar contener mis instintos la mayor parte del tiempo. Él era un oasis en mitad del desierto, la constante y eterna tentación a la que no podía permitirme sucumbir. Me aferraba firmemente a la lealtad, paciencia y contención que solía demostrar. La manera más sencilla de erradicar el problema, sería alejarme de él, pero no podía. Y llegaba un momento diariamente, en que me daba cuenta de que no decepcionar a mi futura familia, significaba decepcionar a la familia que me hubiera gustado tener. Evoqué recuerdos del día anterior en su casa, había quedado en acompañarle a algún sitio. Y me apetecía, tenía la imperiosa necesidad de volver a verle, aún cuando ya nos habíamos visto la noche pasada.-Oye.. ¿Te importa si salgo un rato esta noche? Había hecho planes, pero si necesitas algo..-Empecé a decir, pues hoy había sido un importante día para ambos y no quería estropearlo dejándola sola unas horas.-Claro que no me importa, ya pasas mucho tiempo en casa. Me alegra que últimamente estés saliendo.-Contestó, sonriendo abiertamente. Ella me había insistido mucho e instado a salir con nuestras amistades, pues le habían informado del tiempo en que estaba tan deprimido. Pero no me sentía cómodo con nuestros amigos de la infancia, no me provocaban esa sensación de bienestar que deberían.-Sé que no te importa que salga, pero me da cosa dejarte sola con esto, aunque sea un rato.-Me levanté del sofá, sabía que no debía ser pesimista, pero de ocurrir algo malo en mi ausencia, jamás me lo podría perdonar. Era mi familia, deseaba cuidar bien de ella.-Tranquilo, si necesito algo te llamaré ¿Tardarás?.-Negué con la cabeza, saldría lo justo para despejarme y cumplir mi promesa.-No tardaré, volveré pronto.-Tras esa conversación hasta que llegó la hora de partir, me dediqué a pasar tiempo con ella, viendo una película juntos, leyendo algunos libros sobre bebés y preparándole la cena.

Sensaciones Pasadas (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora