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—Buenos días... —Murmuró el castaño, entrando a la cafetería de la anciana—. ¿Puedo dejar mis cosas aquí o molestan? —Levantó su mirada, encontrándose con una sonriente mujer—. ¿Y esa sonrisa? —El joven dejó sus materiales a un lado y su mochila encima de una silla.

—Buenos días, claro que puede —Respondió la anciana sin mirar a la persona que acababa de entrar en la cafetería, pues esta se encontraba reponiendo los desayunos en la vitrina. Cuando al fin levantó su cabeza, pudo ver que el nieto de su mejor amiga estaba ahí un día más—. ¿Acaso no puedo sonreír cuando veo a mi chiquitín? —Le sonrió una vez más mientras salía de la barra para acercarse a él y darle un abrazo—. ¿Cómo va la universidad? ¿Y tú abuela qué tal? Ayer no vino a merendar...

—¡Claro que puedes! No digas tonterías —Rintarou se quejó con un pequeño sonrojo en las mejillas, que la dueña de la tienda le siguiese llamando "Chiquitín", se le hacía bastante tierno a la vez de vergonzoso—. La universidad va bien y la abuela también, ayer no vino porque se pasó toda la tarde encerrada en casa dibujando —Rió levemente, recordando las fotos que esta le había pasado la mujer por mensaje ayer a la tarde.

—Esa mujer... Siempre que dibuja se encierra en su mundo y se olvida de venir a verme... ¿Cómo va a dejar tirada de esta forma a su pobre amiga? —Habló de forma dramática, riendo bajito a la vez que negaba—. Bien, ¿te pongo un chocolate con churros? —Le sonrió, mirándole.

—Ya vendrá más tarde seguro —Asintió, riendo levemente—. Y no... Hoy solo quiero un café frío, por favor —Le sonrió levemente, despidiéndose de la mujer cuando esta se marchó a preparar su desayuno.

Rintarou sacó su sketchbook y un portaminas, debía aprovechar la paz que había por la mañana para dibujar un poco. Miró a todos lados, ¿qué debería dibujar esta vez? ¿A la abuela preparando café? ¿O al perrito de esa mujer que suele venir a diario?

—Ah... No lo sé... —Susurró bajito, cerrando los ojos en el momento que su frente chocó con la parte trasera del portaminas. De un momento a otro, la inspiración vino a él acompañada de un pequeño sonrojo—. Puedo dibujar a Samu... —Susurró, mordiendo con delicadeza el interior de su mejilla al pensar en el chico que le gustaba.

Y así fue, nuestro joven artista llenó la hoja entera con diversos dibujos de su amor. Ahí estaban sus manos, sus ojos, su sonrisa, sus fuertes brazos, su pecho, su espalda, su rostro lleno de molestia, su rostro lleno de amor, su rostro sonrojado... Realmente se había fijado muy bien en Osamu para poder recordar tan bien al joven Miya.

—¡Anda, pero si ese es el amigo de Shin! —Dijo con sorpresa la anciana cuando se acercó a la mesa de Rintarou, dejando el café a un lado—. Como se llamaba... ¿Atsusu? —Dijo confundida, llevando una mano a su cadera y la otra a su mejilla—. Ay... Mira que me lo ha dicho, pero ya se me ha olvidado otra vez... —Murmuró aún en la misma posición, quedándose más pensativa que antes.

—¡Ah! Su nombre es Atsumu, pero al que dibujé es a su gemelo, Osamu. Él y yo somos más... amigos —Murmuró con vergüenza lo último, suspirando—. ¿Qué haces cotilleándome el sketchbook? Madre mía, ya no hay privacidad en esta casa —Bromeó, pasándole el cuaderno de bocetos a la anciana mujer para que lo ojee, ya que le gustaba mucho hacer eso cuando Rintarou venía a desayunar antes de ir a la universidad.

—¿Son gemelos? Shin no me dijo nada, se lo tenia bien guardado este chico —Rió levemente, pasando con cuidado las hojas del cuaderno—. ¿No has visto a Shin? —Dijo curiosa, viendo algún que otro dibujo de su nieto, ya que más de una vez había sido modelo para que Suna practique distintas poses.

—No, últimamente no nos vimos mucho porque estoy liado con trabajos de clase y casi no salgo de casa para otra cosa que no sea ir a la universidad —Suspiró agotado, dando un sorbo a su café.

lienzo  #  osasuna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora