Estaban todos aquí.
Llegaron a media mañana a la casa de los Kirke, sin ninguna persona que los estuviera cuidando, y con poco equipaje encima. No hizo falta que tocaran a la puerta, porque Digory Kirke les esperaba fuera.
- Hola, chicos. Vosotros debéis ser los Pevensie. ¿Me equivoco?
- No, señor. Está en lo cierto. Yo soy Peter, ella es Susan, él Edmund y ella Lucy. - Decía el rubio, que aparentaba ser el mayor de los cuatro, mientras señalaba a sus tres hermanos. - Le agradecemos mucho que nos deje quedarnos con usted.
- Es un placer que os quedéis con nosotros, Peter. A mi nieta le gustará tener compañía. Yo soy Digory Kirke. - Respondió el anciano, amigablemente. - Dejad que os ayude con las maletas y pasamos dentro.
- Muchas gracias, señor. - Añadió Susan.
Al entrar, los cuatro hermanos se quedaron sin habla. Era una casa muy bonita, grande, acogedora y decorada al mínimo detalle y, para ellos, que habían vivido siempre en un hogar bastante sencillo, esta construcción era comparable a la mejor de todas.
A Peter le llamaron la atención algunas armaduras de caballero, al igual que a Lucy. A Susan le gustaron mucho las ventanas, desde donde se podía ver el precioso campo que rodeaba la casa y, a Edmund, le sorprendieron la cantidad de puertas que había visto ya, sabiendo que había otro piso arriba.
La joven Adela bajó por la escalera pocos minutos después, al haber escuchado ruido abajo. Iba muy alegre y con ganas de conocer a los chicos, que la miraron con atención y curiosidad mientras se acercaba a ellos.
- ¡Adela! Por fin estamos todos. - Comentó su abuelo, sonriente.
Adela estaba admirando a los hermanos que tenía delante. Vio a un chico rubio y de ojos claros, que le estaba sonriendo. Observó a una chica de pelo oscuro, ojos muy azules y pecas por las mejillas y nariz, que parecía ser una chica resuelta. Se fijó también en la más pequeña, que tenía el pelo corto y castaño claro, con algo de curiosidad en los ojos. El otro chico de la estancia, tenía el pelo muy oscuro, cosa que resaltaba su tez blanca y sus ojos castaños. Al último mencionado, se le quedó mirando un poco más que al resto.
- Soy Peter. - Informó el mayor, estrechándole la mano.
- Yo Susan. - Añadió la joven de ojos muy azules.
- Yo me llamo Lucy. - Sumó la pequeña.
- Y yo Edmund.
"Peter, Susan, Lucy y Edmund", pensó la que antes era la más joven de la casa.
- Encantada, chicos. Yo soy Adela.
ESTÁS LEYENDO
El legado de los Kirke - Edmund Pevensie
FanfictionAdela esperaba inquietamente la llegada de esos cuatro hermanos, que venían para refugiarse de los bombardeos en Londres. Nunca hubiese esperado todo lo que supondría conocerlos. Empieza a leer para descubrir las aventuras de los hermanos Pevensie y...