- ¡No me lo puedo creer! - Decía Adela, hablando para sí. - Le pido una cosa, ¡una!, y no hace ni caso...
Como no se le ocurrió otra cosa, se puso a andar por el lugar. Se le iba pasando el enfado a medida que caminaba por el precioso bosque en el que se encontraba. Sus pisadas iban quedando marcadas por la nieve, cosa que la ayudaría a llegar hasta el armario en caso de tener que salir.
Iba mirando el cielo, embelesada, cuando oyó a alguien que gritaba su nombre.
- ¡Adela! ¡Adela! - Chilló una dulce y melodiosa voz de niña. - ¡Has conseguido entrar! ¡Te dije que no había mentido! - Hablaba Lucy, de forma muy acelerada debido a su gran entusiasmo. Adela le dio un fuerte y cálido abrazo y, cuando se separaron, se dio cuenta de que no iba sola.
Un hombre, parecido al del retrato de la cueva, estaba delante de ella, sonriendo algo incómodo.
- Adela, te presento al señor Tumnus. Él fue al que primero me encontré cuando llegué a Narnia la primera vez. Señor Tumnus, ella es Adela Kirke.
- Encantado, Adela.
La joven se fijó en el señor Tumnus. No era humano del todo. Iba sin camiseta, pero estaba cubierto de pelo. En el cuello llevaba una bufanda roja, pero no fue lo que más le llamó la atención. Tenía unos cuernos pequeños que asomaban por su pelo rizado y, de cintura para abajo, era igual que una cabra. Tenía cola, pezuñas y pelaje marrón.
- Igualmente, señor Tumnus. ¿Así que esta tierra se llama Narnia, Lucy? - Preguntó ella a la menor de los Pevensie, muy ilusionada y algo desconcertada por el aspecto del amigo de Lucy. "Es un sátiro", pensó Adela, "Los he visto descritos en algunos de los libros de la biblioteca de mi abuelo". Lucy asintió y sonrió enseñando los dientes. - Este lugar... es precioso, señor Tumnus. Es muy afortunado de vivir aquí.
- Lo sé, Adela. Estoy muy agradecido. Aunque, sinceramente, ya estoy cansado del invierno. Ojalá la bruja deje ya de provocarlo.
- ¿Qué? ¿Cómo puede una persona provocar el invierno? - Cuestionó la castaña.
- Tenemos muchas cosas que explicarte, Adela. - Dijo Lucy. - Señor Tumnus, ¿por qué no se lo explicamos en tu casa? - Preguntó la joven Kirke.
- Sí, será mejor. ¡Venga, por aquí! - Lideró el señor Tumnus, de camino a su cueva.
A Adela se le olvidó mencionar que Edmund había venido con ella.
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¡Buenass!
¡He vuelto! Siento haber hecho esperar tanto, pero he estado muy ocupada y nunca encontraba el momento de escribir. Espero que os haya gustado este capítulo.
Quería deciros que muchas gracias a todos los que os estáis leyendo El legado de los Kirke. Me hace mucha ilusión :)💗.
Espero que tengáis una gran semana,
Sara Maestre Longarela
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El legado de los Kirke - Edmund Pevensie
FanfictionAdela esperaba inquietamente la llegada de esos cuatro hermanos, que venían para refugiarse de los bombardeos en Londres. Nunca hubiese esperado todo lo que supondría conocerlos. Empieza a leer para descubrir las aventuras de los hermanos Pevensie y...