Capítulo 17

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- No me gusta tener que decir "os lo hemos dicho", pero os lo hemos dicho. - Bromeó Adela, guiñando un ojo a los hermanos mayores y riéndose suavemente después. 

Edmund también se rio y la miró a los ojos, quedándose algo embelesado. Unos segundos después se dio cuenta y miró hacia donde se encontraban sus hermanos mayores, con la cara algo enrojecida por haberse distraído de esta forma. 

- Me alegro mucho de que estéis aquí, chicos. - Añadió Lucy, yendo a darles un gran abrazo junto a Edmund. - Quería compartir este lugar también con vosotros.

La joven Adela observó a los cuatro hermanos: felices y sonrientes, abrazados entre sí y riéndose, muy emocionados. Se sintió contenta por ellos y, a la vez, algo nostálgica. 

Echaba de menos a su madre y se sentía mal por ello. Su abuelo se había esforzado mucho por darle amor, cariño, atención y los cuidados que necesitaba y ella estaba echando en falta algo irrecuperable. Soy una egoísta, pensó la chica de profundos ojos marrones. 

- ¿Adela? - La llamó la pequeña Lucy, con una tímida sonrisa en la cara. - ¿No quieres tú también un abrazo? 

Un segundo después, la joven Kirke ya estaba rodeada por los brazos de los Pevensie y riéndose a carcajadas. Estaba muy feliz de haberlos conocido, eran personas increíbles. Cuando notó a Edmund a su vera, el corazón empezó a latirle más rápido aún y se avergonzó un poco por ello. 

- Abrazáis muy bien, pero, emmm... creo que deberíamos ponernos ya en marcha. - Concluyó Adela, sonrojada. - Tenemos un reino que salvar, chicos. Que no se nos olvide.

Una vez dicho esto, los niños se encontraron con un animal de color madera que les inspeccionó con la mirada y empezó a hablarles, de forma muy rápida.

Su aventura en Narnia acababa de empezar.

El legado de los Kirke - Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora