Capítulo 13

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Edmund

Pasaron unos cuantos días y Adela seguía sin hablarme, y eso que lo intenté varias veces. Cada vez que me miraba, con sus ojos llenos de enfado y desilusión, me dolía el pecho. Por cada segundo que pasaba me sentía peor por haber mentido. Sí, tanto ella como Lucy y yo estuvimos en Narnia, ¿pero puede que solo fuese un sueño, no? No entendía lo que había pasado.

Susan y Peter hablaron un par de veces con Lucy y Adela, pero ellas estaban decepcionadas y no sabían qué hacer para convencerlos de lo que vivimos. 

Ese tal Gilbert vino un par de veces a buscar a Adela y a Lucy para llevarlas a pasear. No me gustaba como miraba a Adela. No llegué a hablar con él en ninguna de las ocasiones que hubo. No tenía la energía suficiente como para hacerlo.

Las cenas y comidas que realizábamos junto con el señor Kirke eran mucho más silenciosas que normalmente y él pareció darse cuenta. 

- Chicos, ¿qué os ocurre? - Preguntó el señor Kirke, dos días después del gran enfado. Yo le miré a los ojos y luego desvié la vista hacia el plato. Adela no le miró y a Lucy se le llenaron los ojos de lágrimas. Peter y Susan suspiraron. - ¿Adela?

Ella se apartó la melena castaña y levantó al vista hacia él. Sus ojos suavizaron su mirada al verle, pero se notaba el disgusto que tenía dentro. Su cara era muy expresiva. En ese momento volvió a mí el mismo estúpido pensamiento que me había estado comiendo la cabeza desde que llegué. Era preciosa.

- A mi no me pasa nada. - Respondió. Luego posó sus ojos en los míos. - ¿No es así, Edmund? Ah, es verdad. Me olvidaba de que soy una mentirosa, así que, ¿quién sabe?. - Dijo y se levantó de la silla, bruscamente. - Si me disculpáis. - Añadió, para después irse rápidamente. 

De repente todas las personas presentes me miraron con diferentes emociones plasmadas en el rostro. A mí solo me importó la del señor Kirke, que me miraba con una mezcla de confusión, curiosidad y diversión. 

- Adela tiene carácter, Edmund. Por si no te habías fijado. - Dijo él.

- Creo que, em, debería... - Empecé a decir, yéndome por donde Adela lo había hecho. Cada vez más flojo, escuché: "¿Alguien quiere más puré de patata?"


El legado de los Kirke - Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora