Capítulo 2

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Adela se había ofrecido a enseñarles la casa a los cuatro hermanos, para que estuviesen más ubicados en ella y que dejaran sus cosas en sus habitaciones correspondientes.

- Este es el salón principal, o la sala de estar, depende de como la llaméis. En esa estantería de ahí hay algunos libros, sobre todo de poesía e historia, porque a mi abuelo le gustan mucho. Los más juveniles (de ciencia ficción y aventuras) se encuentran en una pequeña biblioteca que suelo usar, así que si en algún momento no me encontráis, seguramente esté por ahí. - Iba diciendo Adela, con un ritmo de habla bastante acelerado, porque quería enseñarles el exterior cuanto antes.

- ¡Es enorme! - Añadió la joven Lucy, asombrada.

- Se nos hace grande. Me alegro de que haya más personas ocupando la casa ahora. - Le respondió la guía, con una sonrisa amable que fue devuelta por los más mayores: Susan y Peter.

- Bueno, continuemos. Esta habitación es la cocina y también comemos aquí, normalmente, aunque hay un comedor más grande al otro lado del pasillo. Si os apetece, subimos para dejar vuestras cosas y os enseño lo principal. 

- Perfecto. - Respondió Susan, a la que le estaba cayendo muy bien Adela.

Salieron al pasillo de nuevo y subieron las escaleras que llevaban al primer piso. Los hermanos estaban muy sorprendidos por el tamaño de la casa y por el comportamiento de Adela, ya que, al verla por primera vez, les dio la impresión de que no sería tan amable. 

Ese fue el razonamiento que tuvo Edmund, porque para él era lo más lógico. ¿Quién iba a estar contento cuando, de repente, tenía que compartir el lugar en el que vivía y la atención de su abuelo con otros cuatro niños? Por ese motivo, no le parecía normal que la niña no hubiese respondido mal a nadie y que, además, les hubiese sonreído en varias ocasiones.

- Os hemos preparado dos habitaciones, pero si preferís tener una individual, nos lo podéis decir sin problema. Son esta y esa de ahí, contiguas, para que sea fácil que os encontréis. - Decía la muchacha, señalando las puertas. - Os dejo un rato solos para ayudar a mi abuelo con la comida. A la una y cuarto estará ya hecha.

Y sin esperar ninguna respuesta, se marchó por donde había venido.

- Este lugar es increíble, Ed. Adela es muy agradable. - Decía Peter, observando la habitación que compartiría con Edmund.

- Sí. - Añadió su hermano, en voz baja, mientras iba deshaciendo su equipaje y metiéndolo en uno de los armarios de la habitación. Era la primera vez que tenía tanto espacio para él solo y le estaba costando un poco verlo normal.

- Oye, Adela no nos ha dicho su edad. ¿Cuántos años crees que tiene? - Seguía el mayor.

- No, no nos lo ha dicho. Pero tampoco es que hayamos hablado mucho de nosotros mismos, ¿no crees? 

- También es verdad. Ya tendremos tiempo para eso. - Concluyó el rubio, tumbándose en una de las camas. 

Por otro lado, las chicas también se estaban instalando en su nuevo cuarto.

Lucy iba mirándolo absolutamente todo. Era muy observadora y le gustaba mucho la decoración de su nuevo hogar. Susan deshacía la maleta de ambas, ya que su hermana era más pequeña y prefería hacerlo ella misma, para evitar que acabase todo hecho un desastre. 

 - Adela me cae bien. - Dijo Lucy. - Es guapa, amable y sonríe mucho. 

- Creo que Peter piensa lo mismo que tú, Lucy. La miraba igual de embobado que nuestro querido Edmund, pero ella no parece haberse dado cuenta.

Ese comentario hizo mucha gracia a la pequeña y estalló en carcajadas. Ella también se había fijado en eso. De repente, alguien entró en su habitación. 

- Hola, chicas. ¿Habéis terminado? La comida ya está hecha y van a servirla dentro de cinco minutos. 

Era Adela.

- Sí, gracias por avisar. - Respondió Susan. - Voy a decírselo a los chicos. 

- No te preocupes, Susan, puedo ir yo. Podéis ir yendo a lavaros las manos. En esa puerta de ahí está el baño que más me gusta, porque tiene dos lavabos y es muy amplio. - Les señaló Adela, guiñándoles un ojo a sus nuevas amistades. Susan y Lucy se rieron y fueron hasta ahí, mientras ella picaba a la puerta de al lado.

- Hola, chicos, ¡ya está la comida hecha! ¿Habéis terminado con la maleta?

- Hola, Adela. - Correspondió Peter. - Ya está todo listo. - Dijo con una sonrisa.

- Pero qué dices, si ni siquiera la has abierto. - Le acusó Edmund.

Eso provocó la risa de la joven Kirke y, consecutivamente, que Edmund se sintiese orgulloso de hacer el comentario que había hecho. Él se había dado cuenta de que a Peter le interesaba Adela y eso no le había hecho mucha gracia.

- Tenéis un baño enfrente para lavaros las manos. Os espero abajo.

El legado de los Kirke - Edmund PevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora