Capítulo 2

1.6K 141 15
                                    

Al día siguiente, Simba contemplaba las tierras del reino, aún llovía, cosa que significaba que después de mucho tiempo de sequía las praderas volverían a ser lo que alguna vez fueron. Suspiró. Tenía mucho que hacer, y esperaba estar a la altura de la expectativa, de ser un buen rey del que su padre estuviera orgulloso. Simba miró el cielo, como si esperaba que su padre apareciera de nuevo, pero no paso. Aunque sintió algo de calidez pese a que el tiempo está frío por la lluvia.

¿Cómo es posible que dos hermanos hayan terminado así?

¿Cómo es posible que el corazón de su tío se haya oscurecido tanto? ¿Dejándose consumir por el odio?

–¿Simba? ¿Qué estás haciendo? –Preguntó Nala a sus espaldas.

–Viendo el cielo –respondió con voz queda–. Fue una noche difícil.

–Lo fue para todos –coincidió ella, sentándose a su lado, acariciando su cabeza contra la melena de Simba. Este cerró sus ojos devolviéndole la caricia a Nala –. Se ha ido. Ya ha acabado –le dijo en tono conciliador–. Empezaremos de nuevo. Todo será mejor de lo que alguna vez fue.

–Scar no volverá nunca. Se ha ido –dijo más para sí mismo que para Nala.

Miró de nuevo el cielo. Buscando a su padre en vano.

...

Los párpados de Nadia se fueron abriendo poco a poco, mientras un quejido de dolor abandonaba sus labios. Su mano viajó a su cabeza mientras una mueca se formaba en su cara, ¿qué había pasado? No recordaba mucho, todo está difuso en sus recuerdos. Después de unos minutos, los recuerdos difusos se fueron aclarando, las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa tonta; fue un gran sueño. Le contaría a sus tíos que soñó que salvo a un león, algo que les sacará una sonrisa de seguro; ella siempre había alegado que, cuando se graduara de la carrera de veterinaria, viajaría por el mundo ayudando a todo animal que lo necesitase; desde el animal doméstico más adorable al animal más salvaje e incomprendido.

Un siseo de dolor se escapa de sus labios cuando quiso estirar sus brazos, frunció el ceño. Giró hacía su brazo izquierdo, este estaba vendando con unas hojas, manchadas con algo de sangre. Su sangre. Palideció. No solo por ver el vendaje, sino que todo a su alrededor se vio muy colorido, casi caricaturesco.

–¿Qué demonios? –sus ojos pronto captaron al león, no, a Scar no muy lejos de ella.

Estaba acostado sobre una cama de hojas al igual que ella, lleno de vendajes, y su respiración era pausada pero tan pausada que Nadia temió que dejara de respirar en cualquier momento. Pero, antes de que pudiera levantarse; no pudo siquiera incorporarse cuando Scar fue abriendo sus ojos poco a poco mientras emitía un gemido de dolor. Sus ojos verdes pronto escanearon el lugar y, al dar con ella, se abrieron desmesuradamente por un segundo antes de recuperar su rostro analítico.

–¡Qué bueno que hayan despertado! –exclama Rafiki apareciendo de quién sabe dónde, sobresaltándolos –. No sé de donde sacaste las fuerzas para caminar tanto, ¡estabas a solo unos cuantos kilómetros de mi árbol! ¡Y no solo eso! sino que llevabas a Taka en tu espalda.

Scar rodó los ojos con fastidio ante el ruidoso mandril. ¡Siempre tan excéntrico y escandaloso! Siempre se preguntó cómo es que Mufasa confiaba en su juicio cuando evidentemente le faltaba una tuerca.

Nadia parpadeó varias veces con la esperanza de que todo desapareciera, no lo hizo.

–¡Y de la que te salvaste, Taka! –Scar le gruño cuando este intentó palmear su cabeza–. Mmm, tranquilo. No querrás que tus heridas vuelvan a abrirse, ¿cierto?

Scar's of redemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora