Capítulo 4

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Obviamente Nadia resultó ser más insistente de lo que Scar pudo anticipar. Creyó que se rendiría en algún momento, como su hermano lo hizo, pero no lo hizo, y eso es algo que lo tiene intrigado. ¿Porque no creía que era una causa perdida? ¿Porque simplemente no se resignaba y se alejaba? No importaba cuantas malas miradas y comentarios filosos le dedicara; siempre buscaba acercarse. Sabía que es por su "misión". Que solo quería volver a su hogar y, por lo tanto, su supuesto acercamiento con buenas intenciones era solo eso, una misión, un truco.

Scar estaba agazapado, entre la grama, cazando a un pequeño grupo de cebras.

Ya podía cazar de nuevo sus heridas ya están curadas por completo, gracias a Rafiki y a... Nadia. Ella no estaba muy lejos, casi nunca lo está.

Se encontraba sentada bajo un árbol, cansada. Desde hace unos días ha estado cansándose más de lo normal hasta el punto de perder el equilibrio. Vivir en áfrica no es fácil ni es para los débiles. Rafiki le proporcionaba las frutas y el agua, y, algunas veces ella misma lograba pescar su cena, pero por desgracia aún no había perfeccionado el hacer fuego por su cuenta, por lo que alguna veces se arriesgaba a ir al cementerio de elefantes donde los cráteres con agua evaporada le ayudaba a cocer al vapor su comida. No iba frecuentemente. No pondría a prueba la promesa de Shenzi.

Su mirada avellana viajó hacia el sonido de un cuerpo caer.

Scar logró derribar una cebra.

Apartó la vista, con escuchar como los huesos del cuello del animal crujían es más que suficiente. Por un momento se preguntó cómo estaba Nuka, el hijo de Zira y Scar. Una vez decidió ir a las lejanías para ver cómo estaban los cachorros, era suicida, pero no se arrepentía de haberlo hecho. Estaban bien, dentro de lo que caben.

"¿Cuánto falta para el encuentro de Kovu y Kiara?", se preguntó, "Los pequeños ya nacieron. No me esperaba que Kiara tuviera un mellizo llamado Kopa".

Las praderas ya recuperaron su antigua gloria.

Nadia dejó caer su cabeza hacia atrás, débil, quizá duerma un rato, sí, un sueño reparador le ayudará a sentirse mejor.

Scar se fue acercando con la presa a rastras. La ocultaría entre los árboles para evitar llamar la atención de invitados no deseados, un truco que adoptó de los leopardos. Al ver a Nadia recostada en un tronco aparentemente dormida no le habría importado, pero el color extraño en su piel le alertó que algo no andaba bien con la humana, estaba pálida.

Rodó los ojos.

"Por favor, que no haya comido loma de nuevo", rogó para sus adentros.

La loma es una fruta venenosa de color verde y amarillo, tóxica para cualquiera que la consuma. Nadia la había comido en su búsqueda de experimentación con nuevos sabores. Casi ni la cuenta esa vez. Dejó la cebra a un lado, debía asegurarse de que al menos estuviera viva para así evitarse el regaño de Rafiki por no cuidarla. Gruño suavemente, ella no le hizo caso esa vez y por eso permitió que se metiera esos frutos a la boca; al menos aprendió a escucharlo un poco después de eso.

–Ugh, no puedo creer que esté haciendo esto –con su pata palmeó un poco su rostro, no despertó, bufó.

Que su pecho se mueva es buena señal pero su piel pálida no significaba nada bueno.

–Nadia, despierta –un gemido bajo salió de sus labios, aún no abría los ojos –. Vámonos, Nadia, te ves terrible.

Seguía sin abrir los ojos.

Rodó los ojos de nuevo. Masculló un par de maldiciones mientras se acercaba a ella, la tomó de su camisa moviéndola y, con un movimiento rápido, logra acomodarla en su lomo, luego con su pata logró por fin acomodarla para que cuando camine hacía el baobab no se caiga ni se lastime. En el proceso Nadia soltaba pequeños gemidos en queja por los movimientos.

Scar's of redemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora